martes, 7 de mayo de 2019

CRISTO CRUCIFICADO








Talla flamenca realizada entre 1513-1522 en madera de roble policromada, con medidas de 57 cm de alto y 51 de ancho. Se trata de una talla maciza con los brazos añadidos con espiga. Destaca el tallado de la corona de espinas por su gran volumen. Actualmente se encuentra en la zona del Bautisterio. 
Esta escultura se atiene al tipo iconográfico gótico del Cristo muerto en la cruz, reproduciendo con ligeras variantes el modelo de la imagen de mayores dimensiones del Cristo de los Mulatos de la parroquia  matriz de El Salvador y de su réplica, de menor tamaño, del Museu de Arte Sacra Do Funchal en Madeira, que perteneció al templo del convento de San Francisco.
Tendencia a la verticalidad de su yerta figura, apenas desvirtuada por el ladeamiento de la cabeza frontalmente caída sobre el hombro derecho y el leve arqueo de la pierna izquierda para cruzar el pie por debajo de la flexionada diestra, posibilitando así el difícil traspaso de ambos superpuestos por un solo clavo, sino incluso en la escasa inclinación de los brazos con respecto al sentido horizontal del patibulum o travesaño de donde penden extendidos casi en perpendicular, que le confiere una peculiar apariencia de ingravidez a pesar de la fuerte complexión de su menudo cuerpo. 
Los rasgos de su semblante de plenitud facial y dolorido aspecto ya mitigado por la serena placidez dela muerte, con los arcos superciliares enderezados hacia el arranque de su ancha nariz de punta roma y las mejillas salientes, contorneando las profundas órbitas donde van implantados esos ojos saltones que ahora se ocultan tras los párpados, una inexpresiva boca de labios finos, incipiente bigote y barba casi lacia con la típica bifurcación acaracolada en sus extremos. Oscura cabellera peinada con raya al medio y ceñida por el voluminoso trenzado regular de las ramas de espino de la lacerante corona que lleva firmemente encasquetada hasta cubrirle la mitad de la frente, enmarcándole el óvalo de la cara con amplias ondas retiradas hacia atrás a nivel de las sienes, mientras se esparce en sinuosos mechones sobre el pecho por el lado opuesto.
Esta pieza podría identificarse con aquel “Christo pequeño muy deboto”, clavado en una cruz “de palo y con sus follages de plomo labrado, la cual está dorada”, que formaba un Calvario con sendas tallas de “Nuestra Señora (de los Dolores) y de San Juan Evangelista” flanqueándolo dentro de “una caxa de madera”, en el testero del altar mayor de la antigua ermita de San Miguel Arcángel de Tazacorte, donde ocupaba el espacio comprendido entre el “Crucifixo de bulto” de mediano tamaño colocado en el centro de la grada superior y el grupo escultórico sedente de “Nuestra Señora Sancta Ana con Nuestra Señora con su Hijo en braços sito a su parte diestra”.
No obstante, la existencia de tal Crucificado ya se había registrado someramente con motivo de la visita hecha a la misma, el sábado 13 de diciembre de 1522, por Fray Vicente Peraza, obispo de Tierra Firme del Dairén, pues en la escueta relación de sus enseres se incluía ese “ cruçifixu pequeño dorado con Sant Juan y Nuestra Señora, puesto en un tabernáculo cubierto con un belo de seda”




IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO




Se trata de una delicada escultura que se encuentra en un pequeño retablo en la nave lateral. Estuvo retirada del culto durante varios años.
Es una imagen de candelero de 85 cm de altura. Está atribuida a Aurelio Carmona por el licenciado de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, Domingo Cabrera Benítez.
Éste observaba “unas ciertas facciones de cierta candidez infantil, no sólo en los rostros del Niño y su Madre, sino en la forma de esculpir de su autor” Añadía que “la sonrisa de la Virgen sólo puede ser fruto de la inocencia de aquel que emprende sus primeros pasos en el arte, siendo totalmente distinta a sus obras de madurez, incluso en aquellas bajo la misma advocación como es el caso de Nuestra Señora del Rosario de la parroquia de San Pedro, en Breña Alta.








IMAGEN DE IGNACIO DE ACEVEDO



  🇬🇧  🇩🇪   🇫🇷 🇮🇹 🇵🇹 🇳🇱
En 1946 coincidiendo con las Fiestas de San Miguel, Patrono de La Palma, la prensa insular anunciaba: "Descubrimiento de una lápida en la casa donde se alojaron los 40 mártires de Tazacorte". Placa de mármol que hoy se conserva en el núcleo solariego de las antiguas casonas de El Charco, también conocido por "la Hacienda de abajo". Comienza de manera oficial por el Ayuntamiento, clero y vecinos a reivindicarse el apelativo de Mártires de Tazacorte. La respuesta del pueblo se hizo efectiva en años posteriores con la adquisición y donación de una imagen del beato Ignacio de Azevedo.
Que se sepa sólo dos tallas de madera se veneran en los templos palmero. Una de factura reciente en la ermita de Nuestra Señora de Fátima en Retamar, Los Llanos de Aridane y la que recorre procesionalmente las calles de Tazacorte cada 15 de julio. Recordemos que en 1742 Benedicto XIV reconoció solemnemente el martirio y fueron beatificados por Pio IX el 11 de mayo de 1854.
La imagen de madera tallada de Ignacio de Azevedo de la parroquia de Tazacorte es la primera que recibió culto en La Palma, hoy ocupa con todo merecimiento una hornacina del retablo mayor de San Miguel. Sabemos que fue entronizada en 1949, en la hoy Villa y Puerto, coincidiendo con la erupción volcánica de San Juan y durante los festejos que "se hizo a los Beatos Mártires con carácter de rogativa, pidiéndole la extinción de la erupción volcánica". Por no haber llegado la imagen en las fechas de la festividad, 15 de julio, se aplazó para el 24 de julio la bendición e entronización. La talla, desconocemos el origen concreto de los talleres aunque lo suponemos de factura peninsular, fue donada por las hermanas Orfelina y Ana Leal Rodríguez y  sus padrinos Pedro y Emilia Leal Martín, sobrinos de las primeras.
Según referencias de la prensa "La bendición tuvo lugar en la casa de los donantes (debió responder a alguna circunstancia especial). Acto seguido se organizó la procesión de la venerada imagen hacia el templo, acompañada de la Banda de Música y de muchísimos fieles. Terminada la procesión, la Santa Misa, en la que el Coro Parroquial, interpretó magistralmente la misa a dos voces de Perossi, dirigida por el maestro de música Ramón Perera". Al menos desde el mes de marzo de 1949 figura de párroco el grancanario Juan Rodríguez Cárdenas y fue este presbítero quien bendijo y presidió la primera procesión de la imagen de Ignacio de Azevedo desde San Boróndon a la iglesia.
Según testimonio de Pedro Leal Martín, padrino de la imagen, sus tías, Orfelina y Ana, se dirigieron por carta al que fuera primero capellán y después párroco de Tazacorte Agustín Fernández de la Guerra, en ese momento residiendo en Cuba, para que les orientaran en el deseo que tenían de hacer una donación a la parroquia. Fue este recordado sacerdote quien les manifestó que era necesaria una imagen del beato Ignacio de Azevedo. Hoy en día la familia Leal y sus descendientes continúan participando en el culto y devoción a los Beatos Mártires de Tazacorte.
Un año antes, en 1948, hay constancia de la festividad y de las gestiones para la adquisición de una imagen de padre Azevedo, que "en fechas próximas será bendecida y entronizada en un altar o a ser posible capilla que aún está por levantar, pero que será una realidad desde que se cuente con las limosnas suficientes". Esta capilla no se llegó a construir.
Continua la noticia diciendo que para la recaudación de fondos "el Sr. Cura de Tazacorte ha abierto una suscripción en la tienen cabida cuantas personas de fuera del pueblo deseen cooperar". Pocas fechas antes de la festividad, concretamente el 28 de junio, falleció en Tazacorte el párroco titular de San Miguel Julián Marco Requena, a los 73 años de edad. Ante su prologada enfermedad se encontraba ejerciendo, entendemos que provisionalmente, el sacerdocio Santiago Hernández Rodríguez. Pensamos que posiblemente fuera uno de estos dos sacerdotes quienes tomaron la iniciativa de recaudar fondos para adquirir la imagen de Ignacio de Azevedo. El valenciano Julián Marco Requena fue destinado a la parroquia de San Miguel en 1928, con anterioridad había ejercido el sacerdocio en Güimar y Garachico y Santiago Hernández ejerció con posterioridad el cargo de párroco de Los Llanos de Aridane.
Desconocemos el resultado final de la suscripción pública ante la noticia de 1949, ya referida, de la donación de la imagen por Orfelina y Ana Leal Rodríguez.
En el programa festivo de 1948 (Diario de Avisos 15 de julio de 1948) en una nota de la sección "Noticias de la isla" el corresponsal publica el articulito titulado: La próxima fiesta en honor de los "Mártires de Tazacorte". En nuestra opinión el corresponsal-periodista entrecomilla el título ante el empeño reivindicativo del que ya hemos hablado.
Señala que en la procesión saldría el antiguo cuadro de los Beatos Mártires. La interesante reseña dice textualmente: "La fiesta del presente año consistirá en la solemne función religiosa de la mañana, conciertos musicales, batalla de flores y procesión del antiguo cuadro con las mencionadas reliquias, que saldrán al encuentro de la imagen de San Pedro que desde el pasado domingo viene recibiendo fervoroso culto en el barrio del Puerto". Recordemos que a San Pedro, de antiguo arraigo y anuales festejos en Tazacorte, se le daba culto por ser Patrono de los Pescadores y de ahí su "bajada" al barrio costero.
Un año más nos encontramos rememorando las fechas de la estancia y muerte violenta de los Beatos Mártires de Tazacorte. Recordemos, tal como dispusiera la autoridad eclesiástica a finales del siglo XIX, «que los moradores de la isla de La Palma se apresuren todos a acudir en romería a Tazacorte el día en que la iglesia celebra la fiesta de esos Santos Mártires»








RELICARIO Y CASULLA DE LOS MÁRTIRES



 🇬🇧  🇩🇪   🇫🇷  🇮🇹  🇵🇹 🇳🇱

Se sabe por el inventario de 1613 que, entre la mesa del altar mayor y la peana sobre la que se venera la imagen flamenca del Arcángel San Miguel, existía una “caxita o relicario donde están las reliquias que en la dicha iglesia están guardadas…” 
Otras visitas eclesiásticas en 1672 y 1701 confirmaban que las reliquias de la iglesia de San Miguel y las que actualmente se custodian en el vecino Santuario de Las Angustias se veneraban conjuntamente en el primer oratorio dentro de “vn cajonsillo cubierto con vn tafetán donde estaba vn cofresito aforrado en terciopelo carmesí por dentro y en él las Santas Reliquias embueltas en vnos paneles y tafetanes con sus rótulos renovados…”
Por aquel entonces, las llaves del cofrecillo y el cajón de las reliquias se encontraban en la ciudad, en poder de don Juan de Monteverde, descendiente del primer dueño de las haciendas de la zona. Luego pasaron al maestre de campo don Juan de Sotomayor Topete.  Más tarde tres de ellas pasaron a la ermita de Las Angustias, “un pedasito de pan del que sobró del milagro de Christo hizo con las turbas, parte del casco de San Esteuan y parte de vna quijada de Santa Apolonia” para ser custodiadas en un cofrecillo pequeño dorado y esmaltado que aún existe dentro de una hornacina acristalada hecha en una pared lateral de la capilla mayor.
Los escritos de la visita de 1745 informan de cómo las reliquias fueron trasladadas a Santa Cruz de La Palma. Allí fueron depositadas en el oratorio episcopal mientras se construían unas urnas “mui decentes” que fueron fabricadas con tres llaves (una para el vicario, otra para el cura de Los Llanos y la última “a cuidado del caballero que acostumbra a tenerla”). Es probable que para la primera iglesia se trate del tabernáculo que aún se conserva en el retablo colateral de la Epístola. Se trata de un sagrario de madera pintado exteriormente por escenas alusivas al martirio de los jesuitas. El Obispo Nivariense Rey Redondo visitó la ermita y las reliquias. Ordenó que se proveyese al tabernáculo con sólo una llave y que ésta se guardase en sitio seguro. Indicó que dicho sagrario no fuera restaurado, ni reformado exteriormente puesto que está “decorado con las antiguas pinturas que representan el martirio de los Santos Ynacio de Acebedo y Compañeros, cuya prevención se extiende también al cuadro que en dicha iglesia se conserva con el retrato de los Santos Mártires”

Según la tradición con esta casulla habría celebrado la última misa el beato Ignacio de Acevedo el 15 de julio de 1570 en la ermita de San Miguel Arcángel. Está confeccionada en damasco de seda verde y sus medidas son 105 x 65,5 cm. Se custodia en dicho templo. Sin embargo, la primera noticia que se tiene de esta pieza es algo más tardía y está fechada en 1895, cuando el obispo Nicolás Rey Redondo, durante su visita a Los Llanos de Aridane, dio cuenta de la existencia en la ermita de Tazacorte de “una casulla verde con que según tradición celebró por última vez el Santo Sacrificio de la Misa dicho santo Mártir Ynacio de Acebedo”. Fue precisamente entonces cuando el prelado prohibió que ningún sacerdote celebrase misa con ella. Así mismo, consciente del valor de la pieza, ordenó que se construyese “una caja donde se conserve dicho sagrado ornamento con inscripción de la piadosa tradición”. El profesor Pérez Morera informa de que, el propio obispo había mandado recabar el informe de las personas ancianas y los sacerdotes más antiguos del país, “principalmente el Presbítero don José Rodríguez Pérez, que fue uno de los que nos ha comunicado la importante noticia”.
Precisamente el mismo investigador palmero, en su minucioso estudio sobre este ornamento religioso, dice que no parece ir más allá del siglo XVII, de acuerdo a la documentación a la que ha tenido acceso. Así, en el Inventario de 1613, no figura ninguna casulla de damasco verde y sólo consta la existencia de dos casullas viejas y muy usadas, una de paño rojo y morado y otra de damasquillo amarillo.
Es lamentable que no haya llegado hasta nosotros ninguna de las valiosas vestiduras con las que el caballero Jácome de Monteverde había dotado a la ermita. En 1528 estaban consideradas como “las más rricas que ay en estas Yslas”. Pérez Morera nos detallaba en su estudio que “se trataba de tres casullas, la primera de zarzahán tornasolado, la segunda de paño colorado y morado con las figuras del Crucificado, la Virgen y San Pedro, y la tercera de sarga morada”. En 1577 se informa de nuevas piezas: “una vestimenta de brocado falso amarillo…; una casulla de terciopelo negro bordada en oro…; una vestimenta de paño de Londres y una vestimenta de chamelote amarillo…”
Los diversos fragmentos de damasco que se aprecian en la confección de la pieza que nos ocupa, no parecen ser remiendos. Tal vez haya sido hecha así originariamente para aprovechar al máximo el tejido. Sus dibujos son iguales a los del magnífico Terno de la Conquista de la parroquia matriz de El Salvador de la capital palmera, anteriores a 1687. Un damasco en el que se aprecia un diseño de acusada geometrización vegetal, con “ramilletes de flores, granadas y tallos dispuestos en bandas alternativas a derecha e izquierda”. 

El mismo investigador también informa de una curiosidad. El obispo García Ximénez había recomendado en 1673 que los ornamentos del culto divino se “hiciesen con damasco de España y no de Ytalia, por la mayor duraçión”. Su conclusión es que se trata de un damasco tejido en Toledo, Granada, Valencia o Sevilla. Hay que recordar que Toledo fue, junto con Granada, el centro sedero más importante de España durante los siglos XVI y XVII.




CUADRO DE LOS MÁRTIRES




La plasmación del Padre Acevedo y los llamados Mártires del Brasil (Mártires de Tazacorte entre nosotros), tiene al menos, en el Archipiélago Canario, tres representaciones conocidas. 
Estas tres pinturas nos reflejan el instante del trágico y sangriento suceso acaecido en aguas de La Palma. El recuerdo de este martirio se llegó a borrar con el paso del tiempo, como narró el Padre Alonso de Andrade, en misión en Canarias entre 1631 y 1633. Por aquel entonces, tan sólo algunos ancianos tenían noticias del asunto. Se decide entonces plasmar en un lienzo el heroico y santo gesto de los jesuitas. Se pinta al Padre Acevedo, capitaneando al grupo de misioneros, con la imagen de la Virgen en la mano, “como a caudillo”.
En la iglesia del Salvador se encuentra uno de ellos realizado por Juan Manuel de Silva, en el Museo de Arte Sacro de Las Palmas se conserva otro de autor anónimo y en la iglesia de San Miguel Arcángel se encuentra el tercero de ellos, esta tela es contemporánea a la de El Salvador. Tiene un texto más extenso que los anteriores: “Abiendo salido el padre frai Inacio de Acebedo con 39 conpañeros a predicar la fe y padecer martirio por ella llegaron a este lugar de Theçacorte y habiendo saltado en tierra y dicho misa el padre frai Inasio y dado la sagrada eucaristía a sus conpadres volvieron a enbarcar y enfrente de la punta de… nabio de franceses hugonotes y fueron martiriçados por ellos, a… de julio de…
Estudiosos en esta materia han acertado a afirmar con rotundidad que, tanto la tela grancanaria como las dos palmeras parecen “corresponder a la misma época, esto es, principios del siglo XVIII… podemos inferir que una de ellas imita a las otras dos, o bien que las tres representaciones emulan, remedan a una pintura anterior, quizá aquella primigenia colocada en el templo del Salvador.




MÁRTIRES






En esta entrada veremos la historia de los mártires, mientras contemplamos los murales de Erik Cichosz

El reverendo Padre Fray Ignacio de Acevedo, natural de Oporto y adornado de singulares cualidades misioneras, había permanecido en el Brasil alcanzando luego el nombramiento de Provincial de aquella tierra americana. Retornado a Europa por asuntos de su misión, es recibido por Su Santidad el Papa Pío V, de quien era estimado. De manos de su Santidad recibió varias reliquias, las que dejó, o por lo menos algunas de ellas, en Tazacorte.

El General de la Orden de la Compañía de Jesús, San Francisco de Borja, en mandato había dispuesto la misión que dirigió el Padre Acevedo. Y el día 5 de Junio de 1570 salió de Portugal en el referido bajel Santiago, en unión de los treinta y nueve religiosos que le acompañaban para las misiones del Brasil. Desde Portugal puso rumbo a Tazacorte, puerto del oeste de la isla de La Palma, donde habían de tomar un cargamento de azúcar de caña de los entonces magníficos ingenios de Argual y Tazacorte, para venir luego a despacharse en Santa Cruz de La Palma, donde residían  los Jueces Delegados de la Casa de Contratación, autorizados para el despacho de los registros de buques para Indias, llamados ya en 1570 Jueces de Indias.

El bajel de gran porte Santiago debió llegar a Tazacorte alrededor del día 6 de julio de 1570. Había salido de Portugal el día 5 de junio, y suponiéndole con los vientos favorables de ese mes unos cuatro días para arribar a la isla de Madeira, donde permaneció, por causas que se ignoran, veinticuatro días fondeado, y luego unos tres días para alcanzar Tazacorte.

En Tazacorte pudo abrazar el Padre Ignacio de Acevedo a su muy querido amigo D. Melchor de Monteverde, hijo de D. Jácome de Monteverde, y dueños de la hacienda e ingenio de Tazacorte. 

Gratísima ha sido la estancia durante siete días del Padre Acevedo y sus compañeros en la feraz tierra de Tazacorte. A los imborrables recuerdos de la infancia, refrescados y celebrados en la casa de los Monteverde donde se hospedaron todos los religiosos y el Capitán Vasconcelos, se unía el espectáculo prodigioso de aquella tierra ubérrima, fecunda como si la mano de Dios hubiese puesto en estas latitudes templadas, un singular rincón de los trópicos. Islas de Azúcar se llamaron a las Canarias por la fama de sus cañaverales. 

El día 13 de julio de 1570, el Padre Acevedo celebró su última misa en tierra. Fue EN ESTE LUGAR (leer la lápida que está al fondo de la Iglesia). Allí concurrieron con especial recogimiento todos los misioneros y gente libre de abordo, la familia Monteverde y muchos vecinos. Allí comulgaron todos, y allí, en el momento solemne de sumir el sanguis, el Padre Ignacio, suspenso unos instantes, tuvo la Revelación del martirio que había de sufrir. En el cáliz de plata de la ermita, con el que celebró la Santa Misa el Padre Ignacio, quedó una confusa melladura, una señal o huella hecha con los dientes en el momento de la Revelación. (MURAL DEL CENTRO A LA IZQUIERDA)




Terminada la ceremonia religiosa, pudo observarse la huella del cáliz. El Padre Acevedo aparecía como poseído de un extraño brillo difuso, algo a modo de nimbo sobre la piel, de luz con fragancia. Fue entonces cuando, acercándose a D. Melchor de Monteverde y Pruss, le dice que en prueba de la mucha amistad y agradecimientos, y fe en las cosas de Dios, le iba a regalar varias santas reliquias que había recibido en Roma de manos de Su Santidad el Papa Pío V. En efecto, son traídas de a bordo las reliquias entregadas por el Padre Ignacio al Sr. Monteverde y depositadas en esta iglesia y en la Iglesia de las Angustias. (MURAL DE LA IZQUIERDA)



El origen de esta caja de madera, forrada en cuero repujado y dorado, puede constatarse a través de otras arquetas del mismo tipo documentadas en varias iglesias en el siglo XVI.

El día 13 de julio de 1570, la nao Santiago se dispone a salir a la mar, rumbo a Santa Cruz de La Palma, donde tenía que ser revisada y despachada por el Juez de Indias, y a tomar algunos bultos que le faltaban para contemplar el cargamento.

La mar estaba en calma chicha. Una casi imperceptible brisa de la tierra, allá por atardecer de este día, ayudó apenas a salir. El día 14 seguía la nao con sus velas desplegadas, casi al alcance de la voz de tierra, la mar muerta, y ni una miga de aire. A la puesta de sol, las velas quieren como agradecer un terral suavísimo que hace maniobrar a la nave, poniendo proa a la punta de Fuencaliente. 

La noche debió aprovecharse algo porque con las primeras luces del día 15 de julio de 1570, todavía A VISTA DEL PUERTO.

Naves más poderosas y ligeras, naves del pirata Jacques de Soria, le habían sorprendido y dominado en la madrugada. La lucha fue horrible. Los mandos y tripulación del Santiago habían sido muertos ya arrojados al agua. Los franceses de las naves piratas eran hugonotes, calvinistas apasionados. El bajel de los misioneros mostraba desde su escasa distancia al litoral, las huellas indelebles de la lucha, el despojo de la belleza de su aparejo: a medio desmantelar, se apreciaba partido el mayor a los dos tercios del palo macho; jarcias y vergas se habían rendido y caído en desorden sobre cubierta y amuras. Partes del velamen se sostenía aún agarrado a los restos del aparejo, mitad a bordo, mitad en el agua. Y aquellas velas rendidas, mojadas en el salitre de nuestros mares, eran como un sudario simbólico, residuos de la materia que desaparece en antítesis de los espíritus que se eternizan. La flota de  Jaques de Sores había abierto algunos boquetes en las dos bandas del bajel cristiano. Ya se podía contar con una presa valiosa: la nave cristiana que iba a engrosar el poder marítimo del pirata normando, el valioso cargamento de azúcar y otros víveres necesarios.

Aún vivían los cuarenta misioneros jesuitas. De una nave mayor gobernada al pairo a barlovento del abordaje se arría una lancha. En ella se enarbola el trapo negro y su calavera de corso. En los mástiles de los demás bajeles normandos luce también, aunque más chica, la bandera pirata. En la lancha, y a manera de escolta, se colocan unos recios marineros de confianza, cuchillo al cinto. Jacques de Sores aparece seguidamente con su traje de mejor gala. Pone el pie en la primera tabla de la escala de gata, y, como un jinete al montar, salta sobre la borda, y cuidadoso para no ensuciarse, desciende sobre la lancha donde le aguardan, remo en alto, las envilecidas gentes a su órdenes.

Un bogar lento, un aire de pompa miserable, trae aquella lancha despegada del costado del bajel insignia. El pirata, de pie sobre las panas de popa, mira fijo la cubierta de la nao Santiago. En la cubierta del Santiago aparecen los cuarenta misioneros. A la cabeza de ellos está el Padre Acevedo con un cuadrito de la Virgen que le había regalado el Papa Pío V, alentando y consolando en la Fe a los demás compañeros.

Jacques de Sores, a bordo ya del Santiago, propone que los religiosos abjuren la religión Católica. Garantiza perdonarles la vida a todos. Insiste el pirata. La faz de los religiosos se iluminaba más y más con luz inefable. En la última invitación, el pirata pierde la serena prestancia con que había iniciado su diálogo y se asoma a sus ojos un furor sangriento. Hay un silencio de majestad en el aire salado. Todas las miradas convergen en el corso normando, todo arranque y nervio, y en la opuesta ternura de lirio de los misioneros, abstraídos ya en otros paisajes más altos. Jacques de Sores da la orden terrible. Aquella escolta de confianza fue la primera en abalanzarse; y el Padre Ignacio de Acevedo, herido en la cabeza con una espada, a duras penas seguía exhortando a los suyos a perdonar a los verdugos, mientras abrazaba con fuerza el pequeño cuadro de la Virgen. Los cuarenta Mártires de Tazacorte, con el cuello atravesado por los cuchillos, son arrojados a la mar en las primeras luces del amanecer del día 15 de julio de 1570, a la vista del puerto de Tazacorte. Los martirizados fueron dos sacerdotes, siete alumnos del Escolásticado, ocho hermanos coadjutores y veintitrés novicios (MURAL DEL CENTRO A LA DERECHA)



Después del cruel asesinato de los Mártires de Tazacorte, el galeón de Jaques de Sores se traslada a La Gomera junto a 28 rehenes donde es recibido por el entonces Conde de La Gomera, don Diego de Ayala y Rojas. Este, pide al corsario francés que le haga entrega de los supervivientes y así evitar más derramamiento de sangre. Enviados a Madeira pocas semanas después, estos relataron lo ocurrido en el ataque y dichos relatos fueron recogidos en La Relación del martirio del Padre Ignacio de Acevedo y sus compañeros por el jesuita Padre Pedro Díaz.
Santa Teresa de Jesús, (que tenía entre los mártires su sobrino Francisco Pérez Godoy, originario de Torrijos, Toledo), aseguró a su confesor Baltasar Álvarez el mismo día en Ávila haber participado en su oración de la gloria con que el cielo había coronado a aquel invisto escuadrón de mártires misioneros. Le comunicó que había tenido una visión en la que había visto a estos mártires “entrar en el cielo vestidos de estrellas y con palmas victoriosas”. (MURAL DE LA DERECHA)



El Papa Benedicto XIV, en su Bula de 21 de septiembre de 1742, reconoció el martirio de los cuarenta religiosos, y Pío IX en el año de 1862, día de Pentecostés, los beatificó. 

* Los murales fueron realizados con motivo de la celebración del V Centenario de la Evangelización de la Isla de La Palma el 29 de septiembre de 1992.


CÁLIZ Y ARQUETA



 🇬🇧 🇩🇪   🇫🇷 🇮🇹 🇵🇹 🇳🇱


“La arqueta de Tazacorte, se trata de una arqueta prismática de madera forrada en cuero gofrado en oro con tapa semicircular. Asa abatible sobre la cubierta y cerradura con pasador en el frente, ambas de bronce. La decoración a base de motivos vegetales en formaciones geométricas y encintados curvilíneos de diseño simétrico formando bandas y medallones, se distribuye en una faja principal ceñida por sendos frisos de hojas de vid y roleos, a modo de cornisa y zócalos. Todos renacentistas con cabezas de perfil simétricamente afrontadas femeninas y masculinas (que recuerdan la efigie de Carlos V) se repiten sobre la tapa y las caras laterales. Tanto el formato y las proporciones de la caja como su ornato siguen las nuevas tendencias del Renacimiento a la italiana.”
Esta arqueta tiene las medidas de: 28 x 19 cm (base), 18,30 cm (altura) y es anterior a 1570. Contiene las reliquias que el Papa San Pío V entregó en Roma al Padre Ignacio de Acevedo. Entre las veintidós inventariadas en 1718, el magnífico arcón cuenta con las siguientes reliquias: una canilla de Santa Cristina (joven oriunda de la Toscana que sufrió los más terribles martirios), la quijada de Santa Inés (virgen y mártir romana degollada tras haber salido ilesa de la hoguera), huesos del Papa San Gregorio Magno (uno de los cuatro Padres de la Iglesia Latina y elegido Pontífice contra su voluntad en el 590), ropa de las Once Mil Vírgenes (asaetadas junto con Santa Úrsula por los hunos ante los muros de Colonia), una costilla de los Santos Inocentes (las ciento cuarenta mil víctimas del cruel Herodes), un pedazo de la cabeza de San Vicente Mártir (diácono aragonés martirizado en Valencia en el 304 durante la persecución de Dioclesano), etc.
El cáliz de plata era el que existía en la ermita de San Miguel de Tazacorte, propiedad de aquel templo, y no podía figurar como una de las reliquias regaladas. Este famoso cáliz se conservó en Tazacorte ciento setenta y cinco años, a partir de la fecha en que el Padre Ignacio celebró con él, o sea desde 1570 hasta fin de mayo de 1745 en que el Ilmo. Sr. Obispo Don Juan Francisco Guillén, en visita que hizo al santuario de Tazacorte, se lo llevó, regalándolo a los Padres Jesuitas de Gran Canaria, de donde parece pasó luego a la Iglesia del Monasterio de religiosas Bernardas de dicha isla; cáliz que en esta última residencia sólo era usado el Jueves Santo. 
El mismo obispo determina que es una constante tradición entre el pueblo que la Eucaristía del 13 de Julio fue en esta iglesia y el martirio fue a vistas del puerto. (mirar la lápida que está al fondo de la Iglesia en la nave central.)
Éste cáliz estuvo en Roma desde 1831 hasta su llegada a La Palma el 16 de julio del 2009.




IMAGEN DE SAN MIGUEL



La imagen de San Miguel Arcángel es una espléndida talla de madera policromada y dorada de estilo flamenco gótico tardío, ejecutada en Flandes durante el primer tercio del siglo XVI. 

Conforme a su iconografía habitual, el Arcángel aparece representado en el momento de abatir al dragón apocalíptico (Ap. 12, 7-9), es decir, a Satanás, que se retuerce a sus pies bajo la apariencia de un monstruo híbrido al aunar en su figura elementos propios de distintas especies animales: cornamenta caprina en la testuz, colmillos de jabalí en la boca, garras de león y alas membranosas de murciélago en las extremidades anteriores, pezuñas de macho cabrío en las posteriores y cola simiesca, elegidos por su tradicional simbolismo demoníaco.
 De acuerdo con el carácter bélico del tema plasmado y por influjo del teatro religioso medieval, el alado Capitán de las milicias celestes va anacrónicamente protegido por un casco empenachado, una coraza con los faldares dispuestos sobre una mal interpretada cota de mallas y unidos al peto mediante correas con hebillas, sendas rodilleras adornadas con motivos espirales repujados y alerones o aletas, a juego con su único codal o codera visible, dos pequeñas láminas imbricadas, las grebas y los escarpes de punta redondeada, reflejando las innovaciones introducidas en el traje militar a lo largo del siglo XV. Completa su indumentaria una amplia capa roja provista de capuchón y sujeta en el pecho con un broche romboidal de orfebrería, bajo la cual se oculta el brazo izquierdo portando un escudo oblongo decorado con las siglas Q. S. D., alusivas a su preeminencia entre los ángeles, pues constituyen las abreviaturas de la frase latina Quis sicut Deus (Quien como Dios o El que es como Dios), mientras que el derecho queda expedito para empuñar en alto su otro atributo, la espada.
Desde el punto de vista estilístico, las características de dicha imagen remiten a modelos nórdicos de principios del siglo XVI, pese a los lamentables repintes sufridos.
Su rígida postura frontal descargando el peso del cuerpo en una de las piernas y avanzando la opuesta ligeramente flexionada recuerda la de las esculturas alemanas de San Adrián (colección particular) y de San Miguel (Museo de Antigüedades Nacionales de Estocolmo),  pero sobre todo la estatua de San Luis, conservada en la iglesia de San Mateo de Meensel. Con esta última comparte, además muchas de las piezas integrantes de su armadura al igual que con la talla brabanzona de San Miguel (Museo Mayer Van Den Bergh, Amberes), cuyo tipo ofrece mayores similitudes incluso en la ornamentación de las rodilleras, sin olvidar la parecida actitud del diablo alargando las patas delanteras envueltas en estilizadas alas de quiróptero para aferrarse con sus zarpas al Arcángel.
Asimismo, el peculiar tratamiento de su cabellera en finos mechones separados por rítmicas acanaladuras onduladas coincide con el de otras obras de los antiguos Países Bajos meridionales fechadas hacia 1520-25, entre las que se hallan el San Martín de la iglesia de su título en Tielt y el de los Museos Reales de Bellas Artes de Bruselas. Tales afinidades, por tanto, confirman la procedencia brabanzona del Patrono de Tazacorte y permite datarlo en torno a la segunda década de esa centuria.

“El Iltre. Ayuntamiento  de la Villa y Puerto de Tazacorte, en Sesión Plenaria celebrada el 29 de septiembre de 2007 acuerda nombrar a San Miguel Arcángel Patrón del municipio y de la Isla de San Miguel de La Palma ALCALDE HONORARIO Y PERPETUO DE LA VILLA Y PUERTO DE TAZACORTE representado en la imagen que se venera en la Parroquia del mismo nombre de este municipio”.









IGLESIA DE SAN MIGUEL


El 29 de Septiembre de 1492 el Teniente de milicias D. Alonso Fernández de Lugo desembarca en las costas de Tazacorte, eligió el día de San Miguel por ser el santo preferido de Isabel I. Se reunió el Adelantado con los reyes de la isla en el Valle de Aridane y dijo: “Yo Alonso Fernández de Lugo en nombre del Papa Alejandro VI y de sus Majestades los Reyes de Castilla D. Fernando II y Dª Isabel I conquistamos esta isla dándola a llamar San Miguel de La Palma.” Bajo la advocación de San Miguel había sido erigida la primera ermita de la isla en honor al Santo.

La Villa y Puerto de Tazacorte fue el primer lugar donde se le dio veneración al Santo Arcángel en la isla. Esta villa lo guarda como patrón y titular de la parroquia, junto a Nª Sª del Carmen. “Tanto la ermita de San Pedro Apóstol (Argual), la de Nª Sª de las Angustias y la de San Miguel en Tazacorte, fueron edificadas por los señores de las haciendas e ingenios de azúcar, que las tenían por propias, como un privilegio intrínseco a su posición socioestamental. Todas ellas presentaban originariamente similares características, de modo que la más antigua de las tres, la de San Miguel, sirvió posiblemente de modelo a las posteriores.

Este tipo de ermita, con características específicas dentro de la arquitectura religiosa palmera, se remonta a los primeros años de la colonización castellana y aunaba por un lado la tradición mudéjar hispanomusulmana con formas importadas quizás desde los Países Bajos.

A diferencia de las ermitas tradicionales de la isla, con puerta principal, balcón y campanario superior en el mismo eje vertical, poseían fachada principal terminada en hastial triangular, formado por las dos vertientes del tejado, y pequeña espadaña para la sola campana sobre una de las esquinas. En la actualidad, tan sólo la ermita de San Pedro conserva esta disposición original. En 1513, cuando Jácome de Monteverde llegó a La Palma para administrar sus haciendas de azúcar, encontró en medio de sus cañaverales una iglesia que se dezia Sant Miguel, la cual en estos tiempos estaba muy vieja y derribada, pues no en vano había sido la primera que se edificó en esta isla.

Con el fin de que no se perdiese la advocación del santo Jácome de Monteverde emprendió la construcción de otra iglesia, que costeó desde cimientos valiéndose de sus propios esclavos y bueyes. La fábrica entonces llevada a cabo, al parecer, con licencia del obispo don Frenando Vázquez de Arce ya se había concluido el 13 de diciembre de 1522.

Se amplió la iglesia a mediados del siglo pasado, pues resultaba insuficiente para su feligresía al elevarse a la categoría de parroquia, al desmembrarse de la de Ntra. Sra. de los Remedios de Los Llanos de Aridane en 1920, añadiendo desafortunadamente una nave lateral.