martes, 7 de mayo de 2019

RELICARIO Y CASULLA DE LOS MÁRTIRES



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Se sabe por el inventario de 1613 que, entre la mesa del altar mayor y la peana sobre la que se venera la imagen flamenca del Arcángel San Miguel, existía una “caxita o relicario donde están las reliquias que en la dicha iglesia están guardadas…” 
Otras visitas eclesiásticas en 1672 y 1701 confirmaban que las reliquias de la iglesia de San Miguel y las que actualmente se custodian en el vecino Santuario de Las Angustias se veneraban conjuntamente en el primer oratorio dentro de “vn cajonsillo cubierto con vn tafetán donde estaba vn cofresito aforrado en terciopelo carmesí por dentro y en él las Santas Reliquias embueltas en vnos paneles y tafetanes con sus rótulos renovados…”
Por aquel entonces, las llaves del cofrecillo y el cajón de las reliquias se encontraban en la ciudad, en poder de don Juan de Monteverde, descendiente del primer dueño de las haciendas de la zona. Luego pasaron al maestre de campo don Juan de Sotomayor Topete.  Más tarde tres de ellas pasaron a la ermita de Las Angustias, “un pedasito de pan del que sobró del milagro de Christo hizo con las turbas, parte del casco de San Esteuan y parte de vna quijada de Santa Apolonia” para ser custodiadas en un cofrecillo pequeño dorado y esmaltado que aún existe dentro de una hornacina acristalada hecha en una pared lateral de la capilla mayor.
Los escritos de la visita de 1745 informan de cómo las reliquias fueron trasladadas a Santa Cruz de La Palma. Allí fueron depositadas en el oratorio episcopal mientras se construían unas urnas “mui decentes” que fueron fabricadas con tres llaves (una para el vicario, otra para el cura de Los Llanos y la última “a cuidado del caballero que acostumbra a tenerla”). Es probable que para la primera iglesia se trate del tabernáculo que aún se conserva en el retablo colateral de la Epístola. Se trata de un sagrario de madera pintado exteriormente por escenas alusivas al martirio de los jesuitas. El Obispo Nivariense Rey Redondo visitó la ermita y las reliquias. Ordenó que se proveyese al tabernáculo con sólo una llave y que ésta se guardase en sitio seguro. Indicó que dicho sagrario no fuera restaurado, ni reformado exteriormente puesto que está “decorado con las antiguas pinturas que representan el martirio de los Santos Ynacio de Acebedo y Compañeros, cuya prevención se extiende también al cuadro que en dicha iglesia se conserva con el retrato de los Santos Mártires”

Según la tradición con esta casulla habría celebrado la última misa el beato Ignacio de Acevedo el 15 de julio de 1570 en la ermita de San Miguel Arcángel. Está confeccionada en damasco de seda verde y sus medidas son 105 x 65,5 cm. Se custodia en dicho templo. Sin embargo, la primera noticia que se tiene de esta pieza es algo más tardía y está fechada en 1895, cuando el obispo Nicolás Rey Redondo, durante su visita a Los Llanos de Aridane, dio cuenta de la existencia en la ermita de Tazacorte de “una casulla verde con que según tradición celebró por última vez el Santo Sacrificio de la Misa dicho santo Mártir Ynacio de Acebedo”. Fue precisamente entonces cuando el prelado prohibió que ningún sacerdote celebrase misa con ella. Así mismo, consciente del valor de la pieza, ordenó que se construyese “una caja donde se conserve dicho sagrado ornamento con inscripción de la piadosa tradición”. El profesor Pérez Morera informa de que, el propio obispo había mandado recabar el informe de las personas ancianas y los sacerdotes más antiguos del país, “principalmente el Presbítero don José Rodríguez Pérez, que fue uno de los que nos ha comunicado la importante noticia”.
Precisamente el mismo investigador palmero, en su minucioso estudio sobre este ornamento religioso, dice que no parece ir más allá del siglo XVII, de acuerdo a la documentación a la que ha tenido acceso. Así, en el Inventario de 1613, no figura ninguna casulla de damasco verde y sólo consta la existencia de dos casullas viejas y muy usadas, una de paño rojo y morado y otra de damasquillo amarillo.
Es lamentable que no haya llegado hasta nosotros ninguna de las valiosas vestiduras con las que el caballero Jácome de Monteverde había dotado a la ermita. En 1528 estaban consideradas como “las más rricas que ay en estas Yslas”. Pérez Morera nos detallaba en su estudio que “se trataba de tres casullas, la primera de zarzahán tornasolado, la segunda de paño colorado y morado con las figuras del Crucificado, la Virgen y San Pedro, y la tercera de sarga morada”. En 1577 se informa de nuevas piezas: “una vestimenta de brocado falso amarillo…; una casulla de terciopelo negro bordada en oro…; una vestimenta de paño de Londres y una vestimenta de chamelote amarillo…”
Los diversos fragmentos de damasco que se aprecian en la confección de la pieza que nos ocupa, no parecen ser remiendos. Tal vez haya sido hecha así originariamente para aprovechar al máximo el tejido. Sus dibujos son iguales a los del magnífico Terno de la Conquista de la parroquia matriz de El Salvador de la capital palmera, anteriores a 1687. Un damasco en el que se aprecia un diseño de acusada geometrización vegetal, con “ramilletes de flores, granadas y tallos dispuestos en bandas alternativas a derecha e izquierda”. 

El mismo investigador también informa de una curiosidad. El obispo García Ximénez había recomendado en 1673 que los ornamentos del culto divino se “hiciesen con damasco de España y no de Ytalia, por la mayor duraçión”. Su conclusión es que se trata de un damasco tejido en Toledo, Granada, Valencia o Sevilla. Hay que recordar que Toledo fue, junto con Granada, el centro sedero más importante de España durante los siglos XVI y XVII.