miércoles, 29 de noviembre de 2023

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO I DE ADVIENTO. CICLO B

 





















HOJA PARROQUIAL

2 y 3 de Diciembre 
Domingo I de Adviento. Ciclo B

Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima. Tijarafe

Textos tomados de la página de Acción Católica. Dibujo obra de Fano.


"Velad, pues no sabéis cuando vendrá el Señor de la casa" 

• Empezamos hoy el tiempo del Adviento, preparación a la Navidad, a la celebración del nacimiento del Hijo de Dios. En estas semanas del Adviento conmemoraremos la venida de Cristo Jesús. 
• Con el tiempo del Adviento comenzamos un nuevo año litúrgico, el Ciclo-B. Se trata de un tiempo atractivo que nos invita a empezar de nuevo. 
• En los cuatro domingos de Adviento, en las primeras lecturas, escucharemos los anuncios proféticos que nos hablan del futuro que Dios promete y del Mesías que enviará. Las segundas lecturas contienen una invitación a tener sentimientos de esperanza, de confianza… mientras esperamos la venida del Señor. • En el Adviento celebramos las tres venidas del Señor: la que ya hizo, la que permanentemente está haciendo en nuestras vidas y la última, y definitiva, en su Parusía gloriosa. A estas tres venidas hacen referencia los textos de los Evangelios. 
• El Evangelio de este primer domingo de Adviento, ante la próxima celebración de la Navidad, de la venida del Hijo de Dios, proclama que el Señor, que tomó carne de María, vendrá: “velad entonces, pues no sabéis cuando vendrá el señor de la casa…” (35). O sea, el Señor ha venido, es lo que celebraremos en Navidad. El Señor viene a nuestras vidas por medio de la Palabra, los acontecimientos, los Sacramentos… Y vendrá al final de la historia.
• Ante estas venidas del Señor, se nos invita, como actitud nuestra, a estar vigilantes, a estar preparados, a la espera del Señor que viene para no perder la oportunidad, “no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos” (36). Son unas palabras de esperanza, de consuelo, ante las dificultades de la vida y al mismo tiempo de paciencia activa para no desaprovechar la venida del Hijo de Dios. Se nos ha dicho que “Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara” (34). Hoy se nos invita a estar vigilantes. El dueño de la casa conoce que uno de los peores enemigos es adormecernos con tantas frivolidades de nuestro mundo que nos despistan de lo esencial de la vida. De ordinario nos quedamos con frecuencia en lo accesorio, en lo superficial: las diversiones, la tele, la prensa rosa, etc. etc. Ante este anuncio y esta invitación a la vigilancia lo primero que hemos de experimentar es sentir ganas de que venga, sentir necesidad de que venga, estar contentos de este anuncio. Jesús, según la parábola del dueño de la casa, es el dueño y nosotros somos los criados, los administradores de la propia vida, de la creación, de los dones del Espíritu, del mundo, de la Iglesia. Por ser sólo administradores tendremos que dar cuentas al dueño, a Dios. 





LECTURAS

Primera lectura del libro de Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b- 7

Tú, Señor, eres nuestro padre,
tu nombre desde siempre es «nuestro Libertador».
¿Por qué nos extravías, Señor, de tus caminos,
y endureces nuestro corazón para que no te tema?
Vuélvete, por amor a tus siervos
y a las tribus de tu heredad.
¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!
En tu presencia se estremecerían las montañas.
«Descendiste, y las montañas se estremecieron».
Jamás se oyó ni se escuchó,
ni ojo vio un Dios, fuera de ti,
que hiciera tanto por quien espera en él.
Sales al encuentro
de quien practica con alegría la justicia
y, andando en tus caminos, se acuerda de ti.
He aquí que tu estabas airado
y nosotros hemos pecado.
Pero en los caminos de antiguo
seremos salvados.
Todos éramos impuros,
nuestra justicia era un vestido manchado;
todos nos marchitábamos como hojas,
nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre,
nadie salía del letargo para adherirse a ti;
pues nos ocultabas tu rostro
y nos entregabas al poder de nuestra culpa.
Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre,
nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero:
todos somos obra de tu mano.

Salmo 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19 R/. Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Pastor de Israel, escucha;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece;
despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has fortalecido. R/.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

ANTÍFONA DEL SALMO CANTADA EN ESTE ENLACE

Segunda lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios  1, 3-9

Hermanos:
A vosotros gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios que se os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo.
Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.

Evangelio. Según san Marcos 13, 36-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».


                                       ¿ SABIAS QUÉ ?

 Los obispos, presbíteros y diáconos visten los ornamentos sagrados de diferentes colores en función del tiempo litúrgico en que se encuentran, del sacramento que se va a recibir, de la memoria que se celebra, etc.

VERDE: Es el más habitual; lo utiliza la iglesia durante el Tiempo Ordinario. Significa la Esperanza
 
BLANCO: Se utiliza en el tiempo de Pascua y Navidad. También en las fiestas y solemnidades del Señor, de la Virgen María, de los Santos ángeles y de los santos que no han sido mártires. Además se utiliza también en la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo, en la Vigilia Pascual y en la celebración de los sacramentos (excepto penitencia y unción de enfermos). Significa la alegría celestial, la santidad y la pureza.
 
MORADO: Se utiliza en Adviento y Cuaresma, en las misas de difuntos y exequias y en las celebración del sacramento de la Reconciliación y de la Unción de enfermos. Significa penitencia, humildad y también esperanza.