25 y 26 de Febrero de 2023
“Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”
El tiempo cuaresmal nos ofrece la oportunidad de ir preparándonos a celebra la Pascua. Es un tiempo especial de interioridad, reflexión, profundización y conversión. Como nos recordaba Pablo Peralta: «Creo que la Cuaresma es un momento privilegiado para aprender a vivir la vida en toda su seriedad y posibilidades.»
El Evangelio no invita a dejarnos conducir por el Espíritu, junto a Jesús al desierto. En la Biblia el desierto es lugar de aridez, de exigencia, de prueba, pero es también lugar de encuentro, donde Dios habla al corazón (Oseas 2,14), donde nace el Pueblo de Dios a una vida nueva (Ex 13,3). Desde esta perspectiva de encuentro y vida podemos mirar nuestra realidad personal, comunitaria y social.
Las lecturas de este día nos invita a valorar el proyecto de vida y amor que se manifiesta en la creación; Pablo nos recuerda que en Jesús se nos da la vida y la gracia que exige de nosotros apertura y disponibilidad; El relato de la tentaciones nos invita a afrontar con Jesús los desafíos que la vida nos pone por delante, dejándonos guiar por su Espíritu.
Primera lectura del libro del Génesis 2, 7-9; 3, 1-7
Salmo 50, 3-4. 5-6ab. 12-13. 14 y 17 R/. Misericordia, Señor: hemos pecado
Segunda lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 12-19
Evangelio según san Mateo 4, 1-11
INTRODUCCIÓN
1. La experiencia del proceso sinodal
1.1 «Los frutos, las semillas y las malas hierbas de la sinodalidad»
17. El método de la conversación espiritual ha sido ampliamente apreciado, y ha permitido a muchos echar una mirada honesta a la realidad de la vida de la Iglesia y llamar por su nombre tanto las luces como a las sombras existentes. Esta leal valoración ha dado inmediatamente frutos misioneros: «se constata una fuerte movilización del Pueblo de Dios, la alegría de reunirse, caminar juntos y hablar libremente. Algunos cristianos, que se habían sentido heridos y se habían alejado de la Iglesia, volvieron durante esta fase de consulta» (CE República Centroafricana). Muchos subrayaron que era la primera vez que la Iglesia les pedía su opinión y que deseaban continuar este camino: «deben continuar las reuniones en el espíritu del método sinodal, donde todos los miembros de la asamblea o comunidad pueden expresar abierta y honestamente su opinión, y también deben continuar las reuniones con diversos grupos externos a la Iglesia. Este tipo de cooperación debería convertirse en una de las “leyes no escritas” de la cultura de la Iglesia, para fomentar el acercamiento entre los miembros de la Iglesia y los grupos de la sociedad, creando así una disposición por parte de la gente a entablar un diálogo más profundo» (CE Letonia).
18. Sin embargo, no faltaron las dificultades, que las síntesis no ocultan. Algunas están vinculadas a la coincidencia de la fase de consulta con la pandemia, otras derivan de la dificultad de comprender lo que significa la sinodalidad, de la necesidad de un mayor esfuerzo de traducción e inculturación de los materiales, de la imposibilidad de organizar reuniones sinodales en algunos contextos locales o de resistencia ante la propuesta. No faltan expresiones muy claras de rechazo: «no me fío del Sínodo. Creo que se ha convocado para introducir más cambios en las enseñanzas de Cristo e infligir más heridas a su Iglesia» (tomado de una contribución individual del Reino Unido). A menudo se ha manifestado la preocupación de que el énfasis en la sinodalidad pueda presionar para que se adopten en la Iglesia mecanismos y procedimientos centrados en el principio de la mayoría democrática. Entre las dificultades está también el escepticismo sobre la eficacia real o la intención del proceso sinodal: «algunos expresaron dudas sobre el resultado del proceso sinodal debido a la percepción de la Iglesia como una institución rígida que no quiere cambiar y modernizarse, o por la sospecha de que el resultado del Sínodo esté predeterminado» (CE Canadá).
19. Numerosas síntesis mencionan los temores y las resistencias de parte del clero, así como la pasividad de los laicos, su miedo a expresarse libremente y la dificultad de articular el papel de los pastores con la dinámica sinodal: «en este proceso también ha habido resistencias, falta de participación, comunidades que no se incorporaron. Ello, en parte, pudo ser por la novedad del desafío planteado, pues muchas comunidades no están acostumbradas a esta forma de vivir la Iglesia. También, se ha debido a que algunos dirigentes y pastores no asumieron el papel animador y conductor que les correspondía. Varios informes diocesanos se quejan de la falta o del débil involucramiento de los sacerdotes» (CE Chile). En muchos casos, el proceso sinodal y los materiales recibidos revelan que existe una percepción generalizada de separación entre los sacerdotes y el resto del Pueblo de Dios: «las consultas en las diócesis y a nivel nacional han mostrado que la relación entre los sacerdotes y los fieles es en muchos lugares difícil. Por un lado, se critica la distancia que se percibe entre el clero y los laicos; por otro lado, en algunos lugares los sacerdotes se experimentan incluso como un obstáculo para una comunidad fructífera. Al mismo tiempo, se mencionan los desafíos para los sacerdotes: la disminución de su número y del de los [colaboradores] voluntarios conducen al agotamiento; además, los sacerdotes no siempre se sienten escuchados, algunos ven cuestionado su ministerio. ¿Qué hace a un buen sacerdote? ¿Cómo puede ser la vida parroquial una experiencia enriquecedora para todos los implicados? ¿Por qué cada vez menos hombres sienten la vocación? Es necesario hablar sobre estas cuestiones» (CE Austria).