jueves, 23 de febrero de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 24 DE FEBRERO DE 2023

 


Mt 9,14-15: Cuando les sea arrebatado el esposo, entonces ayunarán.


En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole:

«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».

Jesús les dijo:

«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».


Se presenta la pregunta por el ayuno, que es la enésima pregunta por el cumplimiento de la ley.

Los discípulos también tienen que cumplir la ley, y por tanto, ayunar, como las purificaciones. Sin embargo, como dice Jesús, mientras está el esposo…

Mientras está el esposo tiene una enseñanza profunda, que querrá decir.

En la línea con San Pablo, que decía que la ley era un pedagogo, como unas muletas que nos enseñan a caminar. La ley es el preludio, la introducción al camino con Jesús. La ley nos prepara para encontrarnos con Jesús.


Por eso, no es necesaria, mientras esté él. Con Jesús no tenemos esa necesidad, no tenemos que marcar nuestra vida por el cumplimiento, sino por el amor.

Ahora nuestra vida tiene que estar marcada por el amor a Dios, no por el cumplimiento.






De la Verbum Domini nº 48 “La interpretación de la Sagrada Escritura quedaría incompleta si no se estuviera también a la escucha de quienes han vivido realmente la Palabra de Dios, es decir, los santos.[162] En efecto, «viva lectio est vita bonorum” (Una lección viviente es la vida de los buenos.) […] “no es una casualidad que las grandes espiritualidades que han marcado la historia de la Iglesia hayan surgido de una explícita referencia a la Escritura.”

De la Verbum Domini nº 51 “La contemporaneidad de Cristo respecto al hombre de cada época se realiza en el cuerpo vivo de la Iglesia. Por esto Dios prometió a sus discípulos el Espíritu Santo, que les “recordaría” y les haría comprender sus mandamientos (cf. Jn 14,26) y, al mismo tiempo, sería el principio fontal de una vida nueva para el mundo”

[…] “Dios, que habló en otros tiempos, sigue conversando siempre con la esposa de su Hijo amado; y el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo (cf. Col 3,16)».

La Esposa de Cristo, maestra también hoy en la escucha, repite con fe: «Habla, Señor, que tu Iglesia te escucha».Por eso, la Constitución dogmática Dei Verbum comienza diciendo: «La Palabra de Dios la escucha con devoción y la proclama con valentía el santo Concilio».[178] En efecto, se trata de una definición dinámica de la vida de la Iglesia: «Son palabras con las que el Concilio indica un aspecto que distingue a la Iglesia. La Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio, y en el Evangelio encuentra siempre de nuevo orientación para su camino. Es una consideración que todo cristiano debe hacer y aplicarse a sí mismo: sólo quien se pone primero a la escucha de la Palabra, puede convertirse después en su heraldo». En la Palabra de Dios proclamada y escuchada, y en los sacramentos, Jesús dice hoy, aquí y ahora, a cada uno: «Yo soy tuyo, me entrego a ti», para que el hombre pueda recibir y responder, y decir a su vez: «Yo soy tuyo».[180] La Iglesia aparece así en ese ámbito en que, por gracia, podemos experimentar lo que dice el Prólogo de Juan: «Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios» (Jn 1,12).”