miércoles, 13 de abril de 2022

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO DE RESURRECCIÓN. CICLO C

     








  HOJA PARROQUIAL


17 de Abril de 2022
Domingo de Resurrección. Ciclo C.

Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.


“Entró, vio y creyó”




  Amanece el tiempo de Pascua. Tan grande es la experiencia de la Resurrección, tan fuerte sigue resonando en la Iglesia a pesar de los siglos, que no nos basta un día, ¡ni ocho siquiera!, para acogerla y celebrarla. La Pascua toca las raíces y la identidad de nuestra fe como seguidores de Jesús. Es nuestro sello, pero también la fuente a la que volvemos para nutrirnos y renovar nuestra esencia como creyentes. Porque la fe no es una pieza de museo, antigua y valiosa; tampoco una doctrina, una cultura o unas normas que repetimos porque tenemos interiorizadas. La Pascua nos empuja a nacer de nuevo, a dejarnos engendrar por el mismo Dios que, sacando a su Hijo Jesús de la oscuridad de la muerte, lo hizo vivir para siempre como  Señor y Salvador.


  Amanecer en Pascua es más que recordar otros tiempos, personas o costumbres desde la nostalgia o el lamento. Es volver a vivir la experiencia de la vida del Resucitado desde dentro, haciéndola propia, acogiéndola hasta el punto que nos cambie en lo profundo y escondido, que nos contagie la fuerza de su alegría, el coraje de su esperanza.


  Amanece la Pascua. Y lo hace, como cada año, en primavera. ¿Seremos capaces de reconocer y señalar toda la vida que se despereza a nuestro alrededor? ¿Nos pondremos en marcha para asociarnos de forma contagiosa al rumor de vida que el Viviente despierta en el mundo? ¿Tendremos el valor de sentirnos, en primera persona, testigos del Resucitado?











LECTURAS

Primera lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43


En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: 
«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».


Salmo 117 R/. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo


Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R/.

«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.


Segunda lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4


Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.


Evangelio según san Juan 20, 1-9


El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: 
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.





Parte 4. Cómo debemos orar


PRIMERA SECCIÓN. La oración en la vida cristiana


CAPÍTULO PRIMERO. Orar: Cómo Dios nos regala su cercanía


482 ¿Qué importancia tenía la oración entre los primeros cristianos?

 

Los primeros cristianos oraban intensamente. La Iglesia primitiva se movía por el impulso del Espíritu Santo, que había descendido sobre los discípulos y a quien la Iglesia debía su atractivo: «Y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones» 

 

483 ¿Cuáles son las cinco formas principales de oración?

 

Las cinco formas principales de oración son la BENDICIÓN, la adoración, la oración de petición y de intercesión, la oración de acción de gracias y la oración de alabanza. 

 

484 ¿Qué es una bendición?

 

Una bendición es una oración que pide la BENDICIÓN de Dios sobre nosotros. Toda bendición procede únicamente de Dios. Su bondad, su cercanía, su misericordia son bendición. La fórmula más breve de la bendición es «El Señor te bendiga». Todo cristiano debe pedir la bendición de Dios para sí mismo y para otras personas. Los padres pueden trazar sobre la frente de sus hijos la señal de la cruz. Las personas que se aman pueden bendecirse. Además el PRESBÍTERO, en virtud de su ministerio, bendice expresamente en el nombre de Jesús y por encargo de la Iglesia. Su oración de bendición es especialmente eficaz por medio del sacramento del Orden y por la fuerza de la oración de toda la Iglesia.

 

485 ¿Por qué debemos adorar a Dios?

 

Toda persona que comprenda que es criatura de Dios reconocerá humildemente al Todopoderoso y lo adorará. La adoración cristiana no ve únicamente la grandeza, el poder y la SANTIDAD de Dios. También se arrodilla ante el amor divino que se ha hecho hombre en Jesucristo. Quien adora verdaderamente a Dios se pone de rodillas ante él o se postra en el suelo. En esto se muestra la verdad de la relación entre Dios y el hombre: él es grande y nosotros somos pequeños. Al mismo tiempo el hombre nunca es mayor que cuando se arrodilla ante Dios en una entrega libre. El no creyente que busca a Dios y comienza a orar puede de este modo encontrar a Dios. 





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