miércoles, 13 de abril de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 13 DE ABRIL DE 2022. MIÉRCOLES SANTO

  Mt 26,14-25: El Hijo del hombre se va como está escrito; pero, ¡ay de aquel por quien es entregado!


En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: 

«¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». 

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: 

«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». 

Él contestó: 

«Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». 

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: 

«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». 

Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: 

«¿Soy yo acaso, Señor?». 

Él respondió: 

«El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!». 

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: 

«¿Soy yo acaso, Maestro?». 

Él respondió: 

«Tú lo has dicho».



La Iglesia nos presenta hoy, Miércoles Santo, la traición de Judas desde la perspectiva de Mateo. No es una acción espontánea, sino algo pensado durante mucho tiempo donde buscaba la ocasión propicia.


Ocurre en la noche más “santa”, celebrando la Pascua con los discípulos. Se estropeó el clima religioso, de fiesta, de agradecimiento a Dios por la liberación de Egipto. Ante la libertad de Judas de “entregar”, está la libertad de Jesús, de “entregarse”. La libertad humana, con sus errores, entra en el plan de Dios. Dios cuenta con ella y escribe a partir de ella. Es la hora de las tinieblas, pero también la hora de la “glorificación”, según la lectura de ayer del evangelista San Juan. 


Según algunos autores, Judas no quería matar a Jesús. Judas tenía otra visión de la salvación que traería Jesús. Y según esos autores, podría ser la ocasión para que Jesús mostrara sus “poderes”. Judas quiere empujar a Jesús, como ya he dicho estos días, igual que María lo empujó en su primer “signo”. Y vaya que si lo empujó para demostrar su amor por nosotros. Judas provoca toda la misericordia de Dios. 


Y aunque pareciera que Jesús está contra Judas, “más vale no haber nacido”, sin embargo, no carga contra él, dado que no revela el nombre de quien es, carga contra lo que va a hacer. Dios nunca está a favor del sufrimiento de nadie. Dios ama al pecador, no ama el pecado. 


Pero esa expresión también es una desazón porque Judas no entiende los parámetros de Jesús, Judas no entiende que Jesús se vaya a entregar a la muerte. Es decir, Judas no ha nacido de nuevo en el nacimiento que da el Espíritu para poder comprender a Jesús, su mensaje, su misión, su identidad. 


El hijo del hombre se va como está escrito…Al fin y al cabo, Judas sólo fue un eslabón. Podría ser otro. Incluso, si no fuera Judas, habría otro. La ambición humana hubiera hecho siempre lo mismo en cualquiera de los escenarios, de los mundos, etc. No comprendemos la salvación de Dios, no comprendemos la misericordia de Dios, no comprendemos el amor de Dios, sólo lo entendemos desde un punto de vista de judicial. Pero es que en Dios, lo que prevalece es el amor. 


Por ello, en este miércoles santo, en el que en nuestro pueblo, y en muchos lugares, tradicionalmente se contempla el encuentro, captemos las miradas de María a su Hijo Jesús. María también atónita no entiende lo que está ocurriendo, pero CONFÍA. Y sigue esperando en Dios, que no puede dejar al mal la última palabra.


María que aceptó la voluntad de Dios al aceptar el mensaje del ángel, y que enseñó a su Hijo a lo mismo, ahora ve realizado la voluntad de Dios, llevada hasta el extremo.


Meditemos cada uno que tenemos de Judas, que no entendemos e intentamos tentar a Dios para que haga lo que nosotros queremos.

Meditemos también con María, que aunque no entiende, espera en Dios y sigue confiando en Él.

Por último, meditemos con Jesús, que acepta la voluntad del Padre hasta el extremo.