sábado, 26 de diciembre de 2020

HOMILÍA NAVIDAD 2020

 Desde hace algunos meses parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Y no encontramos luz. (Papa Francisco en el Momento de Oración Extraordinario del 27 de Marzo de 2020)

Así lo vivía el pueblo de Israel, ya llevaba muchos años de dominación romana, varias veces deportados, varias veces destruidas y asediadas sus ciudades.
Su fe en Dios no le llevó por días de prosperidad, sino sólo en la época del rey David y su hijo el rey Salomón.

Sin embargo, desde hace más de 2000 años, y en los cristianos tal día como hoy desde hace 2000 años, resuenan las palabras del profeta Isaías: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”. 
Una vez más, nos sorprende la actuación de Dios, es tan distinta a nosotros, a lo que nosotros quisiéramos, a lo que nosotros desearíamos, a lo que nosotros hubiéramos pensado que es lo mejor.
La humanidad que se ha visto asediada por una terrible pandemia, donde se ha visto vulnerable, donde ésta ha podido socavar los cimientos del bienestar, progreso, y todas esas palabras que a los políticos se les llena la boca diciendo y Dios se presenta ante nosotros, pequeño, frágil y vulnerable. Ésta es la señal: un niño envuelto en pañales.
¡Qué ocurrencia la de Él!. Hasta nos parecería una broma pesada.
¿No sería mejor que hiciera un milagro y acabara con la pandemia? Así evitaríamos tantas muertes, tantos desahucios, tantas empresas quebradas.

¡Cuántas veces hemos oído en años anteriores, con problemas menos graves, decir a las personas que la vida es una m., que esto no sirve, que sólo es un valle de lágrimas!. Incluso en la broma del café, ponerle azúcar, “que para amarguras, la vida”
¡Cuántas personas se encuentran solas!
¡Cuántas personas, no se encuentran felices en esta sociedad del bienestar!
¡Cuántas personas no encuentran un sentido a sus vidas!

Nos damos cuenta que como sociedad, a pesar del progreso, parece que no hemos avanzado nada.
Necesitamos algo que nos ilusione de nuevo.
Necesitamos algo que nos salve del hastío, de la acedia.
Necesitamos algo que nos levante de la depre.

Y el pueblo de Israel vio una luz grande. Y la humanidad, muchos de los hombres que habitan en esta Tierra, encontraron una luz, una ilusión, una esperanza. En el nacimiento del Niño Dios, nos hemos puesto el traje del deseo, de la esperanza, de la ilusión. Y éste es el milagro de la Navidad, que Dios obra todos los años. Este niño esponja los corazones resecos de tantas desilusiones, de tantas noches de lloros, de tantos desamores, de tantas rupturas.

La Buena noticia es que vino para quedarse.
“Emmanuel, nuestro Dios está con nosotros. Y si Dios está con nosotros, ¿quién podría estar contra nosotros? ¿quién podría contra nosotros? Nuestro Dios está con nosotros. Emmanuel” (villancico Inmanuel de Michael Card)

Ésta es nuestra gloria, nuestro regalo, nuestra esperanza y alegría.
Vivamos todo este año, toda esta vida desde Él, desde su mirada, su contemplación.