La ley es el AMOR
HOJA PARROQUIAL
28 y 29 de Octubre de 2023
Domingo XXX del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima Tijarafe
Textos tomados de la página web de acción católica. Dibujo obra de Fano
" Amaras al Señor tú Dios con todo tu corazón"
• Jesús se encuentra en un ambiente
de confrontación, que es muy útil para
nosotros porque en esos encuentros
deja claras muchas cosas, son
clarificadores. Hoy Jesús forzado por
el experto en la Ley nos muestra cuál
es el mandamiento principal, cuál es
nuestra principal obligación. Jesús lo
resume en el AMOR. Amor a Dios (37)
y amor a los demás (39).
• La respuesta de Jesús al entendido
en la Ley para nosotros que hemos
crecido dentro de la cultura religiosa
cristiana es posible que la veamos
como algo normal. No lo era tanto
dentro del judaísmo donde existían
365 mandamientos negativos y 248
positivos. Dentro de ese bosque de
mandamientos ¿cuál era el más
importante?, ¿todo valía lo mismo?
Dentro de esa maraña de leyes ¿cuál
era el mandamiento principal?
• Esta era una preocupación para
muchos buenos judíos. Jesús de entre
los 613 mandamientos que tenían que
saber y practicar escoge estos dos que
a la hora de la verdad se resume en
uno: AMAR. Por ello, a la hora de la
verdad, deberíamos estar muy
agradecidos al experto en la ley por la
pregunta que le hace a Jesús y por
tanto por la respuesta que Jesús le da.
• Para Jesús la primera obligación de
todo ser humano es amar a Dios.
Amar a Dios que no es sólo no
blasfemar o participar en las
celebraciones religiosas… Amar a Dios
es querer lo que Dios quiere, es
cumplir su voluntad, hacer lo que Él
quiere. El texto dice: “Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, con toda
tu alma, con toda tu mente” (37), para
amar de verdad se requiere a un amor íntegro, total, incondicional. Es el
absoluto de Dios que pide a los
creyentes un amor total, sin límites.
• La originalidad de Jesús no está en
este primer mandamiento que los
judíos piadosos ya recitaban dos veces
al día en su oración, la “Shemá”,
“Escucha, Israel: El Señor es nuestro
Dios, el Señor es uno solo. Amarás,
pues, al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma y con todas
tus fuerzas” (Dt. 6, 4-5). La novedad
de Jesús se encuentra sobre todo en la
segunda parte de la respuesta en la
que establece una relación de
semejanza entre el primer y el
segundo mandamiento (39).
• Así dice Jesús: el segundo
mandamiento es: “amar a tu prójimo
como a ti mismo”. Jesús sitúa el
segundo mandamiento al nivel del
primero. De dos mandamientos Jesús
hace uno y nos da la pauta, la manera
de cómo hemos de estimar al prójimo:
como nos estimamos a nosotros
mismos.
• Por otra parte el propone una amor
desinteresado, que no busca
recompensa alguna y por último el
amor que Jesús propone es un amor
ilimitado, un amor, como decimos,
hasta la última gota.
• Para Jesús en el amor a Dios y al
prójimo encontramos la síntesis de
toda la revelación divina, ahí está la
identidad cristiana. Con razón San
Juan de la Cruz nos dice que “al
atardecer de la vida te examinarán en
el amor”. Y según Jesús así nos lo
describe en la parábola del juicio final:
“Venid benditos de mi Padre, porque
tuve hambre y me distéis de
comer…” (Mt 25, 35).
LECTURAS
Primera lectura del libro del Éxodo 22, 20-26
Esto dice el Señor:
«No maltratarás ni oprimirás al emigrante, pues emigrantes fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos. Si los explotas y gritan a mí, yo escucharé su clamor, se encenderá mi ira y os mataré a espada; vuestras mujeres quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a alguien de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo».
Salmo 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.
Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu ungido. R/.
Segunda lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 1, 5c-10
Hermanos:
Sabéis cómo nos comportamos entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
No solo ha resonado la palabra del Señor en Macedonia y en Acaya desde vuestra comunidad, sino que además vuestra fe en Dios se ha difundido por doquier, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que os hicimos: cómo os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.
Evangelio Según San Mateo 22, 34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?».
Él le dijo:
«“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».
4. Próximos Pasos
98. Mirar al futuro del proceso sinodal requiere considerar dos
horizontes temporales muy diferentes. El primero es el horizonte a largo
plazo, en el que la sinodalidad toma la forma de una perenne llamada a la
conversión personal y a la reforma de la Iglesia. La segunda, claramente al
servicio de la primera, es la que centra nuestra atención en los encuentros
de la Etapa Continental que estamos viviendo.
4.1 Un camino de Conversión y reforma
99. En las síntesis, el Pueblo de Dios expresa el deseo de ser
menos una Iglesia de mantenimiento y conservación, y más una Iglesia
misionera. Surge un vínculo entre el incremento de la comunión a través
de la participación y el fortalecimiento del compromiso con la misión: la
sinodalidad conduce a la renovación misionera. Como dice la síntesis de
España: «consideramos que la comunión ha de conducirnos a un estado
permanente de misión: encontrarnos, escucharnos, dialogar, reflexionar,
discernir juntos son acciones con efectos positivos en sí mismas, pero no
se entienden si no es con el fin de impulsarnos a salir de nosotros y de
nuestras comunidades de referencia para la realización de la misión que
tenemos encomendada como Iglesia» (CE España).
100. El Pueblo de Dios ha experimentado la alegría de caminar
juntos y el deseo de seguir haciéndolo. El modo de conseguirlo como
una comunidad católica verdaderamente global es algo que todavía está
por descubrirse del todo: «caminar de un modo sinodal, escuchándose
recíprocamente, participando en la misión y comprometiéndose en el
diálogo, tiene probablemente una dimensión de “ya y todavía no”: está
presente, pero todavía queda mucho por hacer. Los laicos son capaces,
están llenos de talentos y se muestran dispuestos a contribuir cada vez más,
siempre que se les den oportunidades para hacerlo. Las investigaciones y
estudios adicionales a nivel parroquial pueden abrir otras vías en las que
la contribución de los laicos puede ser inmensa y el resultado sería una
Iglesia más vibrante y floreciente, que es el objetivo de la sinodalidad»
(CE Namibia). Somos una Iglesia que aprende, y para ello necesitamos un
discernimiento continuo que nos ayude a leer juntos la Palabra de Dios
y los signos de los tiempos, para proceder en la dirección que el Espíritu
nos señala.
101. Al mismo tiempo, caminar juntos como Pueblo de Dios
requiere que reconozcamos la necesidad de una conversión continua,
individual y comunitaria. En el plano institucional y pastoral, esta
conversión se traduce en una reforma igualmente permanente de
la Iglesia, de sus estructuras y de su estilo, siguiendo las huellas del
impulso al aggiornamento continuo, legado precioso que nos ha
dejado el Concilio Vaticano II, al que estamos llamados a mirar mientras
celebramos su 60º aniversario.
102. En el camino de conversión y reforma, nos apoyamos en los
dones que hemos recibido durante el primer año del proceso sinodal, a
partir de la contemplación de lo que Jesús nos muestra continuamente
en los Evangelios: la atención libre y gratuita al otro, que está en la
base de la escucha, no es un recurso limitado que hay que guardar
celosamente, sino una fuente desbordante que no se agota, sino que
crece cuanto más se recurre a ella. La escucha y el diálogo son el
camino para acceder a los dones que el Espíritu nos ofrece a través
de la variedad multiforme de la única Iglesia: carismas, vocaciones,
talentos, habilidades, lenguas y culturas, tradiciones espirituales y
teológicas, diferentes formas de celebrar y dar gracias. Las síntesis
no piden uniformidad, sino que aprendamos a crecer en una sincera
armonía que ayude a los creyentes a cumplir su misión en el mundo,
creando los vínculos necesarios para caminar juntos con alegría.
103. El mensaje del Sínodo es sencillo: estamos aprendiendo
a caminar juntos y a sentarnos juntos para partir el único pan, para
que cada uno y cada una encuentre su lugar. Todos están llamados a
participar en este viaje, nadie está excluido. Nos sentimos llamados
a ello para poder anunciar de forma creíble el Evangelio de Jesús a
todos los pueblos. Este es el camino que pretendemos seguir en la
Etapa Continental.