miércoles, 22 de febrero de 2023

HOMILÍA DEL MIÉRCOLES DE CENIZA DE 2023

  



Comenzamos la Cuaresma, que es uno de los tiempos más preciosos que tenemos a lo largo del año litúrgico.

Es un tiempo de conversión. Para mirarlo sólo a él.

Es un tiempo de clarificar. Porque todo se va haciendo nebulosa, ambiguo. ¿Seguirlo de verdad?

Es un tiempo de simplificar. Hay muchos sobrantes en mi vida. 

Es un tiempo de limpieza. Todo se va llenando de telarañas, de polvo, de suciedad. 

Es un tiempo de reordenar. Reordenar mi corazón y mi vida. 

Es un tiempo de penitencia…algunos entienden la penitencia como algo malo, cuando es el camino de vuelta otra vez al Señor.


Por decir algunos…


Yo me imagino cuando hacemos una limpieza general y revolvemos todo. Encontramos lo que teníamos perdido. Nos damos cuenta de todo lo que nos sobra. Y localizamos algo de lo que ya no nos acordábamos. Por eso digo que es un tiempo precioso, también porque nos preparamos para el acontecimiento más importante de todos los tiempos: la Pascua.


Pues bien, en este tiempo, nuestra Iglesia diocesana quiere que reflexionemos sobre esta expresión de Ezequiel y no Éxodo (como sale en el cartel): Os daré un corazón nuevo.


Es importante que en este tiempo, lo dediquemos a purificar nuestro corazón. Dichosos los limpios de corazón.


Para ello, nos dan tres herramientas: oración, ayuno y limosna. 




El ayuno es cuando nos damos cuenta de que tenemos que hacer limpieza, de nuestra casa, de las gafas, se van llenando de polvo, suciedad e incluso las huellas de las manos. Ayunar es tan necesario porque hay muchas cosas que sobran en nuestra vida, que nos impiden dedicárselo al Señor. Hay mucha gente que me dice que no viene a misa porque no tiene tiempo. Esto puede ser así en momentos puntuales, pero ¿de manera permanente?. o es que ¿el Señor no nos importa tanto como nos parece? Ya somos conscientes de que tenemos que ayunar: puede ser de la tele (hay personas que no vienen a misa entresemena porque están enganchadas en las novelas turcas, perdonando por mencionar este país tan castigado en la última semana), ayunar del móvil, las redes sociales, las notificaciones; ayunar de la limpieza de la casa; ayunar del juego, la lotería; ayunar de las compras, obsesionados con la última moda, o las rebajas; ayunar de la crítica, en los mentideros o parlamentos que tenemos en nuestro pueblo …cada uno sabe de lo que tiene que ayunar.


La limosna es la limpieza que hacemos habitualmente. Ya somos conscientes de que tenemos que limpiar, pero no buscamos el momento, el día, nos da pereza. Es imposible tener un corazón limpio si no abunda en nosotros la caridad, la limosna, la preocupación por los pobres, por los que sufren, por los que lo pasan mal. Decían los padres de la Iglesia que la misericordia tapa muchos pecados. 


La oración es la práctica para poder concentrar la mirada. En este caso la concentramos en el Señor. Tenemos que practicarla mucho. Se nos puede ir la vista a los lados. Todo lo que hacemos es por el Señor. Cuando hacemos limpieza en la casa, estamos más a gusto, más acogedora se hace la casa. Pero no nos olvidemos que nuestra casa es también hogar del Señor. No perdamos la perspectiva, sin la oración, nuestra vida no tiene luz, ni esperanza, ni alegría. He planteado la oración como el último lugar, pero puede estar al principio, pero siempre unidos a los demás gestos de la cuaresma. La oración sin el ayuno y la limosna, es una espiritualidad sin cuerpo, que se muere solo, es autorreferencialidad, PORQUE EL SEÑOR SIEMPRE NOS ENVÍA A LOS DEMÁS. 


Pidamos al Señor que utilicemos las herramientas que nos ha dado para que nos pueda dar un corazón nuevo, renovado, más fuerte, más flexible, más parecido al de Él.