miércoles, 28 de diciembre de 2022

HOMILÍA EN LA FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA 2022

  Cogido del mensaje de los obispos


En esta fiesta de la Sagrada Familia nos acercamos a contemplar de la mano de la Virgen María y de san José el misterio del Dios encarnado por amor a nosotros, pidiéndoles que nos ayuden a descubrir la familia como lugar privilegiado de acogida y discernimiento de la vocación al amor.


En estos momentos en los que atravesamos un invierno vocacional, no solo en referencia al sacerdocio y a la vida consagrada, sino incluso al matrimonio cristiano, estamos convencidos de que buena parte de esta crisis está producida por la pérdida de la cultura vocacional, ese “humus” en el cual el planteamiento de la vida como vocación resulta algo normal.


Ante esta situación, no queremos instalarnos en una queja estéril que contempla pasivamente este ocaso de las vocaciones, precisamente porque estamos convencidos de que la felicidad de cada persona pasa por el descubrimiento y vivencia en plenitud de la vocación que Dios ha soñado para ella desde toda la eternidad. Recordemos que «El hombre no puede vivir sin amor



1. En primer lugar, queremos reafirmar que la familia es el ámbito privilegiado para escuchar la llamada del Señor.


2. Un aspecto esencial es la educación en la fe de los hijos.


3. Del mismo modo, se debe cuidar la formación en las virtudes para que los llamados puedan dar su sí generoso al Señor y mantenerse fieles a este sí. Más que valores.


4. También es capital la experiencia de encuentro con Cristo vivo, con quien se puede tener una verdadera relación de amistad, aprendiendo a escuchar su Palabra y a reconocer su voz por medio del discernimiento, ya que «especialmente los jóvenes, están expuestos a un zapping constante. 


5. Una idea que los padres deben tener muy presente en la formación de sus hijos es que «no somos dueños del don sino sus administradores cuidadosos»


6. Los padres deben enseñar a sus hijos a reconocerse como don, lo que reclama de ellos hacer una verdadera ofrenda de los hijos, renunciando a la posesión. 


7. Una clave muy importante que debe tenerse presente es considerar la vida como ofrenda porque «nuestra vida en la tierra alcanza su plenitud cuando se convierte en ofrenda»: vocación bautismal, desde esta perspectiva de la ofrenda de la vida. Es bueno recordar que «la misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo»