Lc 21,5-11: No quedará piedra sobre piedra.
En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Cuando leí este evangelio, enseguida me acordé de la impresión que le produjo a San Francisco de Borja, cuando vio el cadáver de la emperatriz Isabel de Portugal, todo descompuesto y prometió que no se enamoraría de nada que se pudiera corromper y desde ese momento prometió sólo servir al Señor.
Lo tenía muy fresco en la memoria porque, precisamente anoche, en la serie de TV "Carlos, rey emperador", apareció esa escena.
Algo parecido es lo que Jesús quiere hoy que comprendamos. El templo de Jerusalén, una de las 7 maravillas del mundo, también fue destruido. Sin embargo, Él siempre permanece.
Asentemos nuestra vida sólo en Él