lunes, 26 de septiembre de 2022

HOMILÍA PRIMER DÍA DEL TRIDUO A SAN MIGUEL: “San Miguel, comunícanos la coraza de la justicia"

 1º DÍA TRIDUO A SAN MIGUEL. “San Miguel, comunícanos la coraza de la justicia”


Ef 6, 11-18: Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo

Sal 16,1.2-3.6-7: Inclina el oído y escucha mis palabras.

Lc 9,46-50: El más pequeño de vosotros es el más importante.


Lectura de la carta de San Pablo a los Efesios


Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire. Por eso, tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes después de haber superado todas las pruebas. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia, y suplicando por todos los santos. 



Comenzamos el Triduo de San Miguel, reflexionando con esta lectura de San Pablo, que leeremos los tres días como primera lectura. Las expresiones simbólicas de San Pablo (la coraza de la justicia, el escudo de la fe, y el yelmo de la salvación) son las que han servido como títulos y temas de este Triduo. Si contemplamos la imagen de San Miguel, lo vemos ataviado con estos objetos, la coraza, el escudo, el yelmo. Por ello, no son temas forzados sino que estamos acostumbrados a mirar.


Nos toca reflexionar, en este primer día, sobre la coraza de la justicia. Tenemos que decir, que en el texto de San Pablo, la primera sería la cintura ceñida, que hace referencia a la prontitud en la disposición, la respuesta pronta a las invitaciones del Señor. Como sólo es un Triduo, no hay más días, por eso he elegido estos tres.


Como todo, 2000 años después, resulta complicado entender el concepto de justicia en San Pablo. Seguramente siempre pensamos en la justicia como justicia distributiva (dar a cada uno lo suyo), pero esa no es la justicia de Dios. 


Justicia hace referencia más bien, por lo menos en el hebreo, a poner en la justa relación con Dios y con los otros. Por ello, San José es calificado de justo. 

Es reconocer la necesidad de una relación transparente y equilibrada. Con Dios y con las personas.

Reconocer una relación justa es hacer obra de verdad.

Realizar una relación justa es llegar a ser justo en las relaciones personales.

Restablecer una relación cuando se ha roto, es también obra de la justicia.

Dios mismo es justo en cuanto que restablece, o sea, que vuelve a poner en su sitio las cosas equivocadas, entre los hombres.

San Pablo, al invitarles a la comunidad a revertirse con la coraza de la justicia, los invita a ponerse en la actitud de la santidad verdadera, típica del hombre nuevo. 


Profundicemos un poco más, ¿qué es lo que quiso subrayar al invitar a los fieles a revestirse con la coraza de la justicia?

Lo primero, indicarnos algo que nos defiende de nuestra vulnerabilidad; nos defiende de los razonamientos falaces y engañosos; nos defiende de las insidias del demonio, que querría llenarnos de desconfianza

Una relación justa con Dios es la que nos hace considerarnos “agraciados” de su amor, salvados gratuitamente.

Es reconocer que el Señor ha tenido misericordia de nosotros y de nuestros pecados.

Una relación justa con Dios es reconocer que todo lo recibimos de Él.

Todo esto, la humildad, nos defiende de la tentación de desánimo, de orgullo, de engreimiento.

Es una relación de reconocimiento:

¡Gracias gracias señor por haber hecho de mí, pobre, algo grande!

¡Gracias señor porque me has vivificado en Cristo!.

¡Gracias señor porque en Cristo has vivificado el mundo, porque en Cristo has vivificado la iglesia!.


Esta coraza nos hace mantenernos en la relación justa también con las personas. La actitud de humildad con Dios nos lleva a la humildad con las personas. La actitud justa con los demás es la humildad, mansedumbre, paciencia, soporte, deseo de unidad. 

Y si seguimos mirando en el mismo San Pablo, todavía concreta más estas actitudes. Hablamos del capítulo 4, versículos del 25 al 32. La veracidad, el perdón, el trabajo, las palabras que edifican, el rechazo de toda amargura, la cortesía y por último, la benevolencia.


  1. Decir la verdad

Si formamos parte de una unidad en Cristo, nos sentimos también entre nosotros unidos. Y ello provoca confianza. Por ello la mentira es la gran destructora de la confianza, y también el comunicar los defectos ajenos.

  1. Dominar los sentimientos negativos

Nuestra conciencia de pequeñez incluye también saber que no estamos inmunizados contra la ira, la repulsa o antipatía ante alguna persona. Pero si podemos vigilar y redimensionar estos sentimientos negativos. El mejor medio de abrir la puerta a otras tentaciones es conservar el mal humor y la intolerancia. Al perder la coraza de nuestra conciencia tranquila, Tenemos un punto vulnerable, sobre el que trabajan otras tentaciones para turbarnos por estar turbados para desanimarnos de estar desanimados.

  1. Trabajar honestamente.

El trabajo tiene una importancia capital en una comunidad. No trabajamos para nosotros mismos, sino para construir un mundo mejor. San Pablo recomienda trabajar donde sea posible, para ayudar a alguien que se encuentra en estado de necesidad. También vemos que en muchas órdenes, el trabajo manual es muy importante para dominar la vida, para evitar la ociosidad. O también es un escudo una defensa contra la conciencia inquieta y contra las dificultades que siempre se encuentran cuando una persona sabe que es una carga para los otros.

  1. Usar palabras buenas

Que nuestra hablar sea siempre para ayudar, para conciliar, para construir armonía.

  1. No entristecer al espíritu

Todo lo que está contra la paz y la concordia entristece al espíritu. Las arrogancias contra la vida comunitaria constituyen un atentado contra la misma obra de dios que es precisamente obra de paz y de fusión.

  1. Hacer desaparecer toda aspereza

El espíritu de amargura es lo que viene siendo reconocido como espíritu de la tentación.

No hay nada más contrario nuestra relación con nosotros que el juicio fulminante sobre las personas, sobre las cosas, sobre las situaciones, sobre la iglesia. Si nos fijamos en los últimos años de la vida de la iglesia, podremos ver cuántos quintales amargura se le han derramado encima; Lamentando hacer una cosa y de la otra, viendo el aspecto negro de donde situaciones, sin confianza, sin esperanza, sino una apertura a la optimismo, a la edificación.

  1. Cultivar la benevolencia.

Dulce el plan de dios y también nosotros, ahora, debemos vivir según este plan, es la verdad y la justicia. 


Revistámonos de la coraza de la justicia, con Dios y con los demás. San Migue, tú que estás ataviado con la coraza de la justicia, revístenos de ella.