Mt 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.
Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
“¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”.
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las prudentes:
“Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.
Pero las prudentes contestaron:
“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”.
Pero él respondió:
“En verdad os digo que no os conozco”.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
Hoy celebramos la fiesta de Santa Edith Stein, copatrona de Europa. Por si quieres saber más sobre su vida, aprieta aquí.
La Iglesia para esta fiesta ha dispuesto unas lecturas distintas de las que tocarían siendo lunes XIX del Tiempo Ordinario. El mensaje es claro, “que llega el esposo, salid a recibirlo”. Santa Edith murió mártir y desde su conversión, su vida fue una continua búsqueda del Esposo, una continua espera de su llegada.
En este fin de semana hemos hablado de la fe y de la oración como diálogo, contemplación de Jesús (siempre dirigido a Él), Edith nos recuerda que nuestra vida se realiza, encuentra su cumplimiento en la acogida al Señor.
El esposo llega de dos maneras:
- El esposo llega cuando no lo esperamos. Edit nos enseña a estar siempre en actitud de búsqueda, de espera al Señor. Es el Señor, pero también el Esposo de nuestra vida, y no encontraremos plenitud, (descanso en palabras de San Agustín) mientras no lo encontremos. Hay que estar siempre en búsqueda, hay que estar siempre vigilantes, porque viene cuando no sabemos, y puedo perderme su llegada, puedo no disfrutar del todo de su Presencia.
El esposo llega continuamente en toda la realidad. Pero también de una manera silenciosa, insospechada, Él viene en toda la realidad, por lo cual, todo es don y regalo del Amado, por el cual, en todo está Él. Aprender a ver a todas las cosas en Él y Él en todas las cosas (en expresión de San Ignacio).
Démosle gracias al Señor por tener tantos testigos que nos hacen desestabilizarnos de nuestra costumbre, rutina para salir de nosotros mismos a buscarle y esperarle.