lunes, 29 de agosto de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 30 DE AGOSTO DE 2022

  Lc 4,31-37: Sé quién eres: el Santo de Dios.


En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.

Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad.

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu de demonio inmundo y se puso a gritar con fuerte voz:

«¡Basta! ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».

Pero Jesús le increpó diciendo:

«¡Cállate y sal de él!».

Entonces el demonio, tirando al hombre por tierra en medio de la gente, salió sin hacerle daño.

Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí:

«¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen».

Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca.



Su palabra estaba llena de autoridad. Hace referencia en primer lugar, que Jesús es el Santo de Dios y así lo atestiguan los espíritus inmundos. Jesús está habitado por la Palabra. Con Jesús cambia la perspectiva. Mientras que los rabinos, leían la Palabra e intentaban interpretarla…Jesús es habitado por ella. Es poseído por la Palabra. Jesús vive de la Palabra. Es transformado por ella. Por ello también enseñaba con autoridad, la autoridad de la Palabra. La autoridad de quien es transformado por la Palabra. 


Esta es la autoridad que asombraba a los vecinos de Cafarnaúm, no habían visto nada igual, ni lo habrá. Pero puede haber aproximaciones. Podemos dejar que la Palabra nos habite, nos transforme, nos guía, nos lleve.