jueves, 14 de abril de 2022

HOMILÍA DEL VIERNES SANTO 2022

  Así empezaba el año pasado la homilía. Permítanme que repita el comienzo. 

Seguimos subiendo Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas. Y hoy subimos al monte Gólgota, o monte Calvario.

El Monte Calvario es el monte de la maldad.

El Monte Calvario es el monte de la envidia.

El Monte Calvario es el monte de la burla.

El Monte Calvario es el monte de la ignominia.

El Monte Calvario es el monte de la blasfemia.

El Monte Calvario es el monte de la injusticia.

El Monte Calvario es el monte de la soledad.

El Monte Calvario es el monte de la desesperación.


Se consuma la barbarie, se consuma la ignominia. ¿Cómo puede ser que se mate al justo? ¿Habrá una injusticia mayor?

Muchas veces, ingenuamente pensamos que la realidad es tan simple como lo que llaman el karma: si hago el bien, recibo bien; si hago el mal, recibo el mal. La realidad es todavía mucho más compleja. 


El mundo está ahora mismo estupefacto viendo los horrores de la guerra, la barbarie perpetrada por el ejército ruso y todos miramos y apuntamos con nuestras “pistolas” hacia una persona: Putin. Muchos le desean la muerte, le echan plagas y no sé que más cosas. Es nuestra reacción espontánea ante la barbarie. Es normal. Nadie ha nacido para semejante atrocidades. Inhumanas. Y queremos que Dios haga algo. 


Y Dios calla, como tantas veces. Y Jesús se entrega. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo puede ser que Dios calle ante lo de Ucrania, y ante el genocidio de Ruanda, Congo, Yugoslavia, Armenia, Auschwitz, etc? ¿Dónde está Dios?


Si acabara Dios con él, Putin, ¿habría que acabar con todos los que cometen distintos actos? ¿Y con los pederastas?, ¿Y con los que perpetran cualquier tipo de violencia?, ¿Y con los que tienen pensamientos homicidas?. Jesús dijo que también el adulterio de pensamiento es ya el pecado. Podríamos llegar a una espiral tal que Dios acabaría con todos. Y de ello, nos habla el relato de Noé. Y no es suficiente. Es más fácil, responder con violencia, con ira, que la paciencia…(San Juan Bosco) 


En el caso de Jesús, la barbarie llega al extremo, como nos dirá la primera lectura en las profecías del Siervo de Yahveh de Isaías: “Como muchos se espantaron de él porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y comprender algo inaudito”.


 La respuesta de Dios es contundente, pero nos confunde.


La respuesta de Dios siempre es la cruz de Jesús. “Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; …pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. 

Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron…y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca…Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron…Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.…expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.”


Dios sólo ama. Perdonen la expresión: sólo sabe amar. Por ello, su respuesta es la del amor.

Y amor no es destruir,

amor no es violencia, 

amor no es venganza,

amor no es guerra,

amor no es maldad,

amor no es reacción.


Amor es espera,

amor es comprensión,

amor es perdón,

amor es restauración,

amor es reintegración,

amor es acogida,

amor es sufrimiento,

amor es desear el bien,

amor es hacer el bien,

el amor es paciente,

es benigno,

el amor no tiene envidia,

no presume,

no se engríe;

no es indecoroso ni egoísta;

no se irrita;

no lleva cuentas del mal;

no se alegra de la injusticia,

sino que goza con la verdad.

Todo lo excusa,

todo lo cree,

todo lo espera,

todo lo soporta.

El amor no pasa nunca.


¿Les suenan estas últimas expresiones? Es el himno de San Pablo en la carta a los Corintios, que nos gusta leer en las bodas. Claro, cuando todo va bien, es muy fácil. Pero cuando todo se trunca, desfallecemos en nuestras convicciones.

No entendemos la cruz de Jesús, porque no entendemos el lenguaje del amor. 


Jesús nos enseña que él pasó por el mundo haciendo bien y por tanto, “no nos cansemos de hacer el bien”…, porque es la única solución al mal.

Sólo el amor,

sólo el bien,

sólo la bondad,

sólo el perdón,

sólo la comprensión, 

sólo la acogida,

sólo la paciencia,

sólo la misericordia… 


Jesús muere por hacer de su vida un camino de amor. La muerte no tiene la última palabra, ni el mal, ni el rencor, ni la violencia, ni la hostigación, ni la venganza, ni el poder. Más bien, todo ello trunca el futuro. Sólo el amor es posibilidad de esperanza, de luz y de futuro. 


Por eso, Jesús muere perdonando, muere amando, muere entregándose, para dar al mundo una esperanza y una luz.