miércoles, 9 de marzo de 2022

HOJA PARROQUIAL. II DOMINGO DE CUARESMA. CICLO C

   













  HOJA PARROQUIAL


12 y 13 de Marzo de 2022
Domingo II de Cuaresma. Ciclo C.

Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.


“Éste es mi hijo, el elegido, escuchadle...”




   Iniciados ya en la Cuaresma, este relato nos anuncia la pasión de Jesús. Al final del relato dice San Lucas que “se encontró Jesús solo”. ¿Qué nos viene a decir eso? Moisés y Elías representan, en la historia de la religión de Israel, la Ley y los Profetas, es decir, toda la historia bíblica. Por otra parte, el monte (Sal 2,6; Jer 2,20; Jn 4,20 s) simboliza el lugar privilegiado para dar culto a Dios, al tiempo que la nube es el símbolo de la presencia de Dios (Ex 13,21 s; 19,16-20; 1 Re 8,10-13; Mt 17,5; 1 Cor 10,1 s). Pues bien, al final todo esto desaparece. Y queda “Jesús solo”.


   La historia del cristianismo es la muestra más patente de lo difícil que es asumir y aceptar que “sólo Jesús basta”. Hay gente que le da más importancia en su vida a la Ley, al lugar santo (templo), al culto religioso, a las imágenes, a los sacerdotes, a tal o cual representación... Pero no acabamos de aceptar que lo determinante es que sea Jesús, y su evangelio, la luz y el motor de nuestra vida.   








LECTURAS

Primera lectura del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18


En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo:
«Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas».
Y añadió:
«Así será tu descendencia».
Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia.
Después le dijo:
«Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra».
Él replicó:
«Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?».
Respondió el Señor:
«Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón».
Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba.
Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él.
El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos:
«A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Éufrates».


Salmo 26, 1. 7-8a. 8b-9abc. 13-14 R. El Señor es mi luz y mi salvación.


El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, 
¿quién me hará temblar? R/.


Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor. R/.


No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.


Segunda lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 3, 17 – 4, 1


Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros.
Porque —como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos— hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas.
Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.


Evangelio según San Lucas 9, 28b-36


En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba,
el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.





Parte 3. Cómo obtenemos la vida en Cristo


PRIMERA SECCIÓN. Para qué estamos en la tierra, qué debemos hacer y cómo nos ayuda el Espíritu Santo de Dios


CAPÍTULO SEGUNDO. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»


EL DÉCIMO MANDAMIENTO: No codiciarás los bienes ajenos.


467 ¿Por qué nos exige Jesús la «pobreza de corazón»?


«El cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8,9). También los jóvenes experimentan el vacío interior. Pero sentirse así de pobre no es sólo negativo. Sólo necesito buscar con todo el corazón a quien puede llenar mi vacío y convertir mi pobreza en riqueza. Por eso dice Jesús: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3). 


468 ¿Qué es lo que el hombre debería desear más ardientemente?


El anhelo último y mayor del hombre sólo puede ser Dios. Contemplarle a él, nuestro Creador, Señor y Redentor, es la felicidad sin fin. 


Parte 4. Cómo debemos orar


PRIMERA SECCIÓN. La oración en la vida cristiana


469 ¿Qué es la oración?


La oración es la elevación del corazón a Dios. Cuando un hombre ora, entra en una relación viva con Dios. La oración es la gran puerta de entrada en la fe. Quien ora ya no vive de sí mismo, para sí mismo y por sus propias fuerzas. Sabe que hay un Dios a quien se puede hablar. Una persona que ora se confía cada vez más a Dios. Busca ya desde ahora la unión con aquel a quien encontrará un día cara a cara. Por eso pertenece a la vida cristiana el empeño por la oración cotidiana. Ciertamente no se puede aprender a orar como se aprende una técnica. Orar, por extraño que parezca, es un don que se recibe a través de la oración. No podríamos orar si Dios no nos diera su gracia.




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