miércoles, 23 de febrero de 2022

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

   






  HOJA PARROQUIAL


26 y 27 de Febrero de 2022
Domingo VIII del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.


“El que es bueno, de su corazón saca el bien”




   Las lecturas de esta Eucaristía tienen un cierto carácter sapiencial.

El libro del Eclesiástico nos ofrece una sabia lección: para conocer cómo es una persona, en lugar de fiarnos de su apariencia, primero tenemos que escucharla, para ver cómo razona.


     En el salmo 91 alabamos a Dios porque hace prosperar a los justos, es decir, a las personas de buena voluntad. Es más, Dios es el Justo, la Roca en la que debemos asentar nuestra vida.


     San Pablo, en su primera carta a los cristianos de Corinto, nos dice que tras nuestra resurrección, lo que en esta vida es imperfecto y corruptible, se transformará en perfecto y eterno. Y para alcanzar la resurrección, debemos obrar según la voluntad de Dios.


     El pasaje del Evangelio según san Lucas nos ofrece tres lecciones sapienciales de Jesús. La primera nos dice que el discípulo no es superior a su maestro. La segunda nos anima a corregirnos a nosotros antes de tratar de corregir a los demás. Y la tercera afirma que podemos conocer a las personas observando sus obras.








LECTURAS

Primera del libro del Eclesiástico 27, 4-7


Cuando se agita la criba, quedan los desechos;
así, cuando la persona habla, se descubren sus defectos.
El horno prueba las vasijas del alfarero,
y la persona es probada en su conversación.
El fruto revela el cultivo del árbol,
así la palabra revela el corazón de la persona.
No elogies a nadie antes de oírlo hablar,
porque ahí es donde se prueba una persona.


Salmo 91 R. Es bueno darte gracias, Señor.


Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo;
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad. R/.

El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios. R/. 

En la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
mi Roca, en quien no existe la maldad. R/. 


Segunda lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 54-58


Hermanos: 
Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:
«La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?».
El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
De modo que, hermanos míos queridos, manteneos firmes e inconmovibles.
Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor.


Evangelio según san Lucas 6, 39-45


En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».





Parte 3. Cómo obtenemos la vida en Cristo


PRIMERA SECCIÓN. Para qué estamos en la tierra, qué debemos hacer y cómo nos ayuda el Espíritu Santo de Dios


CAPÍTULO SEGUNDO. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»


EL OCTAVO MANDAMIENTO: No dirás falso testimonio ni mentirás.


461 ¿Cómo media el arte entre la belleza y la verdad?


La verdad y la belleza van unidas, pues Dios es la fuente tanto de la belleza como también de la verdad. El arte, que se orienta a la belleza, es por ello un camino propio para llegar al todo y a Dios. Lo que no se puede decir con palabras ni comunicar con el pensamiento, se expresa en el arte. Es «una sobreabundancia gratuita de la riqueza interior del ser humano» (CCE 2501). En gran similitud con la actividad creadora de Dios, en el artista se unen la inspiración y la habilidad humana para dar forma válida a algo nuevo, un aspecto de la realidad desconocido hasta ese momento. El arte no es un fin en sí mismo. Tiene que elevar al hombre, conmoverlo, hacerlo mejor y en definitiva llevarlo a la adoración y la acción de gracias a Dios.


EL NOVENO MANDAMIENTO: No consentirás pensamientos ni deseos impuros.


462 ¿Por qué se opone el noveno mandamiento a la avidez sexual?


El noveno mandamiento no se opone al deseo sexual en sí, sino al deseo desordenado. La «concupiscencia», contra la que alerta la Sagrada Escritura, es el dominio de los impulsos sobre el espíritu, el predominio de lo impulsivo sobre toda la persona y la pecaminosidad que surge de ello. La atracción erótica entre el hombre y la mujer ha sido creada por Dios y es por eso buena; pertenece al ser sexuado y a la constitución biológica del ser humano. Se encarga de que se unan el hombre y la mujer y de que de su amor pueda brotar la descendencia. Esta unión debe ser protegida por el noveno mandamiento. Jugando con fuego, es decir, por un trato imprudente con la chispa erótica entre el hombre y la mujer, no es lícito poner en peligro el ámbito protegido del matrimonio y la familia.


463 ¿Cómo se logra la «pureza del corazón»?


La pureza del corazón, necesaria para el amor, se consigue en primer lugar mediante la unión con Dios en la oración. Donde nos toca la gracia de Dios, surge un camino para un amor humano indiviso. Una persona casta puede amar con un corazón sincero e indiviso. Si nos dirigimos a Dios con intención sincera, él transforma nuestro corazón. Nos da la fuerza para corresponder a su voluntad y para rechazar pensamientos, fantasías y deseos impuros. 



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