jueves, 23 de diciembre de 2021

HOMILÍA DE NOCHEBUENA-NAVIDAD 2021

  Desde hace algunos meses parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Y no encontramos luz.


Así lo vivía el pueblo de Israel, ya llevaba muchos años de dominación romana, varias veces deportados, varias veces destruidas y asediadas sus ciudades.
Su fe en Dios no le llevó por días de prosperidad, sino sólo en la época del rey David y su hijo el rey Salomón.

Así comenzaba mi homilía del año pasado. Quizá podríamos decir que alguna luz hemos podido ver con la llegada de las vacunas. Nos hemos sentido más seguros. 

Y después...llegó el volcán. Para volver a oscurecerlo todo. Y para destrozarlo todo. Ciento y pico de casas en nuestro municipio. Miles de familias afectadas. Una destrucción tal que no la hubiéramos imaginado ni en nuestras peores pesadillas. Solemos decir "gracias a Dios", parece que el volcán, precisamente en esta fiesta, nos dan la noticia de que ha remitido.

Ahora es cuando podemos tomar conciencia de la destrucción.
Ahora toca la reconstrucción, toca sentar cabeza, imaginar un futuro nuevo, emprender una vida nueva para tantos de nuestros vecinos.
Ahora toca, sobre todo, llenarnos de toda la esperanza y fuerza para emprender esta senda dura y larga.  
Aunque no tengamos ganas de celebrar nada, sin embargo, desde hace más de 2000 años, y en los cristianos tal día como hoy desde hace 2000 años, resuenan las palabras del profeta Isaías: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”. ¿Cuál es esa luz grande? Intentaremos responder más adelante. 
Una vez más, nos sorprende la actuación de Dios, es tan distinta a nosotros, a lo que nosotros quisiéramos, a lo que nosotros desearíamos, a lo que nosotros hubiéramos pensado que es lo mejor.
Nuestro Valle de Aridane ha sido asediado por una de las fuerzas más destructoras de la naturaleza y Dios se presenta ante nosotros, pequeño, frágil y vulnerable. Ésta es la señal: un niño envuelto en pañales.
¡Qué ocurrencia la de Él!. Hasta nos parecería una broma pesada.
¿No sería mejor que hiciera un milagro y hubiera apagado el volcán desde el primer día? Así evitaríamos tanta destrucción, tantas evacuaciones, tantas empresas quebradas.
Pero no, Dios no se manifiesta con poder, sino con pobreza…pero lleno de amor. Nos enseña que el verdadero poder es el amor. Esa es la luz grande de la Navidad.
Porque en este reino cabemos todos.
Porque en este reino siempre seremos acogidos
Porque en este reino siempre seremos comprendidos.
Porque en este reino siempre tendremos oportunidades.
Porque en este reino todos importamos.
Porque en este reino todos somos importantes.
Porque en este reino todos somos necesarios.
Porque en este reino siempre seremos amados.
En palabras del Papa Francisco en la homilía de la Nochebuena del año pasado: 
“¿Pero qué significa esto para nosotros? Que el Hijo de Dios, el bendito por naturaleza, viene a hacernos hijos bendecidos por gracia. Sí, Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno: “Tú eres una maravilla”. Hermana, hermano, no te desanimes. ¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: “No, ¡tú eres mi hijo!”. ¿Tienes la sensación de no lograrlo, miedo de no estar a la altura, temor de no salir del túnel de la prueba? Dios te dice: “Ten valor, yo estoy contigo”. 
No te lo dice con palabras, sino haciéndote hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios. Este es el punto de partida para cualquier nuevo nacimiento. Este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito. Esta noche no tiene otra explicación: sólo la gracia. Todo es gracia. El don es gratuito, sin ningún mérito de nuestra parte, pura gracia. Esta noche, san Pablo nos ha dicho: «Ha aparecido la gracia de Dios» (Tt 2,11). Nada es más valioso”. (Homilía de Nochebuena del Papa Francisco 24-12-2020)