lunes, 26 de abril de 2021

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 27 DE ABRIL

 Jn 10,22-30: Yo y el Padre somos uno.


Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:

- «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.»

Jesús les respondió:

- «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.»


El Padre y yo somos uno. No sólo nos está revelando aquí Jesús su identidad metafísica, sino sobretodo espiritual y vivencias. Aquí es donde está la clave de todo, la inquebrantable unidad y confianza en el Padre. Confianza que no quebrará ni en la cruz. 


Una confianza basada en la entrega y en la comunicación, confidencia. Una confianza que nos transmite a nosotros. Una entrega que nos la hace partícipes (reciban el Espíritu Santo). Una confidencia que también nos transmite (a ustedes les llamo amigos porque les he dicho todo).


Seguir a Jesús es crecer en la confianza en el Padre. Nuestra vida cristiana debe configurarse desde aquí, porque de ahí nació y ahí volverá. De Dios venimos y a Dios volvemos. 


REVISIÓN DE LA SEMANA SANTA


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