viernes, 13 de noviembre de 2020

VIGILIA DE LOS MÁRTIRES. MES DE NOVIEMBRE (SEGÚN ESQUEMA JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES)

 Vigilia de oración de los mártires de Tazacorte (aprovechando el esquema de la Jornada Mundial de los pobres)


“Tiende tu mano al pobre” (cfr Sir 7,32)


MONICIÓN DE ENTRADA


  Tender la mano es un signo: un signo que recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad, el amor, escribe el Papa Francisco en su Mensaje para esta Jornada Mundial de los Pobres. La presente Vigilia quiere actuar, rezar y traducir en realidad el signo de la mano tendida.

En la primera statio, el pasaje-guía del libro del Sirácida del que se ha tomado el tema de la Jornada, urge nuestras acciones concretas hacia los necesitados. La mano tendida es un gesto muy elocuente que muestra y expresa las diferentes dinámicas que una persona o una comunidad puede actuar en favor de los pobres.

La segunda statio recuerda que nuestras acciones hacia los pobres comienzan con la mano tendida del Señor, que es quien primero tiende su mano hacia nosotros.



El Sacerdote expone el Santísimo Sacramento en la forma habitual. Sigue un canto y una breve exhortación introductoria.


Canto: “Oración del pobre”


Vengo ante Ti, mi Señor 

reconociendo mi culpa 

con la fe puesta en tu amor 

que Tú me das como a un hijo.

Te abro mi corazón 

y te ofrezco mi miseria, 

despojado de mis cosas 

quiero llenarme de ti.

 

Que tu Espíritu Señor 

abrase todo mi ser 

hazme docil a tu voz 

transforma mi vida entera(bis).

 

Puesto en tus manos Señor 

siento que soy pobre y debil 

mas tú me quieres asi 

yo te bendigo y te alabo. 

Padre en mi debilidad 

tú me das tu fortaleza 

amas al hombre secillo 

le das tu paz y perdón.


Vengo ante Ti, mi Señor 

reconociendo mi culpa 

con la fe puesta en tu amor 

que Tú me das como a un hijo.

Te abro mi corazón 

y te ofrezco mi miseria, 

despojado de mis cosas 

quiero llenarme de ti.

 

Que tu Espíritu Señor 

abrase todo mi ser 

hazme docil a tu voz 

transforma mi vida entera(bis).

 

Puesto en tus manos Señor 

siento que soy pobre y debil 

mas tú me quieres asi 

yo te bendigo y te alabo. 

Padre en mi debilidad 

tú me das tu fortaleza 

amas al hombre sencillo 

le das tu paz y perdón


Primera statio – el hombre tiende la mano


LECTURA

Del libro del Sirácida Sir 7, 27-30.32-36


Honra a tu padre con todo tu corazón, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que ellos te engendraron, ¿qué les darás a cambio de lo que te dieron? Teme al Señor con toda tu alma, y respeta a sus sacerdotes. Ama a tu Creador con todas tus fuerzas, y no abandones a sus ministros. Tiende también tu mano al pobre, para que tu bendición sea completa. Sé generoso con todos los vivos, y a los muertos no les niegues tu generosidad. No te retraigas ante los que lloran, y aflígete con los que se afligen. No dejes de visitar al enfermo, porque con estas obras te harás querer. En todas tus acciones ten presente tu final, y así jamás cometerás pecado.


Meditación (se pone música instrumental, mientras se leen algunos textos del Papa muy lentamente)


“Tender la mano hace descubrir, en primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. ¡Cuántas manos tendidas se ven cada día! Lamentablemente, sucede cada vez más a menudo que la prisa nos arrastra a una vorágine de indiferencia, hasta el punto de que ya no se sabe más reconocer todo el bien que cotidianamente se realiza en el silencio y con gran generosidad” (n. 5).


“Tender la mano es un signo: un signo que recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad, el amor. En estos meses, en los que el mundo entero ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor y muerte, desaliento y desconcierto, ¡cuántas manos tendidas hemos podido ver! La mano tendida del médico que se preocupa por cada paciente tratando de encontrar el remedio adecuado. La mano tendida de la enfermera y del enfermero que, mucho más allá de sus horas de trabajo, permanecen para cuidar a los enfermos. La mano tendida del que trabaja en la administración y proporciona los medios para salvar el mayor número posible de vidas. La mano tendida del farmacéutico, quién está expuesto a tantas peticiones en un contacto arriesgado con la gente. La mano tendida del sacerdote que bendice con el corazón desgarrado. La mano tendida del voluntario que socorre a los que viven en la calle y a los que, a pesar de tener un techo, no tienen comida. La mano tendida de hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad. Y otras manos tendidas que podríamos describir hasta componer una letanía de buenas obras. Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo” (n. 6).


“«Tiende la mano al pobre» destaca, por contraste, la actitud de quienes tienen las manos en los bolsillos y no se dejan conmover por la pobreza, de la que a menudo son también cómplices. La indiferencia y el cinismo son su alimento diario. ¡Qué diferencia respecto a las generosas manos que hemos descrito! De hecho, hay manos tendidas para rozar rápidamente el teclado de una computadora y mover sumas de dinero de una parte del mundo a otra, decretando la riqueza de estrechas oligarquías y la miseria de multitudes o el fracaso de naciones enteras. Hay manos tendidas para acumular dinero con la venta de armas que otras manos, incluso de niños, usarán para sembrar muerte y pobreza. Hay manos tendidas que en las sombras intercambian dosis de muerte para enriquecerse y vivir en el lujo y el desenfreno efímero. Hay manos tendidas que por debajo intercambian favores ilegales por ganancias fáciles y corruptas. Y también hay manos tendidas que, en el puritanismo hipócrita, establecen leyes que ellos mismos no observan.



CANTO


En los pobres yo te ví
marginado, maltratado, crucificado
y tuve que acercarme,
pude sentir que en ellos siempre Tú me llamas.


Oración en silencio


Recitamos todos juntos:

Es Navidad cada vez que una luz brilla en las tinieblas.

Es Navidad cada vez que sonríes a un hermano y le tiendes la mano.

Es Navidad cada vez que estás en silencio para escuchar al otro.

Es Navidad cada vez que no aceptas aquellos principios que destierran a los oprimidos al margen de la sociedad.

Es Navidad cada vez que esperas con aquellos que desesperan en la pobreza física y espiritual. Es Navidad cada vez que reconoces con humildad tus límites y tu debilidad.

Es Navidad cada vez que permites al Señor renacer para darlo a los demás.

(Santa Teresa de Calcuta)


Segunda statio – Dios tiende la mano


LECTURA


Del Evangelio según San Mateo Mt 14, 22-33


[Después de que la multitud hubiera comido], enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».

Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?». En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios».


MEDITACIÓN


Se propone el siguiente texto pronunciado por el Papa Francisco durante el Ángelus del 10 de agosto de 2014:


“Este relato es una hermosa imagen de la fe del apóstol Pedro. En la voz de Jesús que le dice: «Ven», él reconoció el eco del primer encuentro en la orilla de ese mismo lago, e inmediatamente, una vez más, dejó la barca y se dirigió hacia el Maestro. Y caminó sobre las aguas. La respuesta confiada y disponible ante la llamada del Señor permite realizar siempre cosas extraordinarias. Pero Jesús mismo nos dijo que somos capaces de hacer milagros con nuestra fe, la fe en Él, la fe en su palabra, la fe en su voz. En cambio, Pedro comienza a hundirse en el momento en que aparta la mirada de Jesús y se deja arrollar por las adversidades que lo rodean. Pero el Señor está siempre allí, y cuando Pedro lo invoca, Jesús lo salva del peligro. En el personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, se describe nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y con todo victoriosa, la fe del cristiano camina hacia el encuentro del Señor resucitado, en medio de las tempestades y peligros del mundo”.

“Esta es una imagen eficaz de la Iglesia: una barca que debe afrontar las tempestades y algunas veces parece estar en la situación de ser arrollada. Lo que la salva no son las cualidades y la valentía de sus hombres, sino la fe, que permite caminar incluso en la oscuridad, en medio de las dificultades. La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre a nuestro lado, con su mano que nos sostiene para apartarnos del peligro. Todos nosotros estamos en esta barca, y aquí nos sentimos seguros a pesar de nuestros límites y nuestras debilidades. Estamos seguros sobre todo cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús, el único Señor de nuestra vida. A ello nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen. A ella nos dirigimos confiados”.


CANTO

Haz de mí un Anawin (Brotes de Olivo)


Haz de mí, un Anawin,

Hazme pobre, un Anawin

Un Anawin, un pobre

Haz de mi, mi Dios, un Anawin


Oración en silencio


Recitamos todos:


Extiende tu mano hacia nosotros, Señor, y agárranos.

Ayúdanos a amar como tú amas.

Enséñanos a dejar lo que pasa,

a alentar al que tenemos a nuestro lado,

a dar gratuitamente a quien está necesitado. Amén.

(Papa Francisco)


Nos dirigimos a la Virgen de los Pobres, oración de Banneux:

TODOS

Virgen de los Pobres,

que avanzas en la noche del mundo para llamar a todas las gentes y conducirlas a Jesús, fuente de gracia y salvación,

mira a la humanidad entera que anda a tientas en la oscuridad

de la indiferencia religiosa,

de la superstición,

de las falsedades ideológicas y morales,

e invita a todos a perseverar

en el camino de la verdad,

de la justicia y la caridad.

Virgen de los pobres,

que muestras tu solicitud maternal

a una joven

y esperas, luminosa, en el jardín de su casa, invitándola a salir:

entra en nuestras casas,

ven a morar

en todas nuestras familias

para que podamos responder

generosamente a tu invitación y, todos nosotros, dejando nuestras cómodas costumbres

y toda forma de egoísmo,

sepamos prodigarnos en el anuncio de la fe

y por las necesidades de los hermanos.

Virgen de los Pobres,

que indicas la fuente

reservándola para los enfermos

mostrándote solícita por los que sufren,

ven y alivia nuestros sufrimientos,

mitiga las penas de los que están en la prueba del dolor, concédenos todas las gracias necesarias

para llevar suavemente la cruz de cada día

y ora, oh Consoladora de los afligidos,

por todos los necesitados.

Virgen de los Pobres,

que has deseado la construcción de una pequeña capilla en el lugar de las apariciones,

enséñanos a ser piedras vivas de la Iglesia,

bendice al papa, a los obispos, a los sacerdotes,

a los diáconos y a todo el pueblo cristiano.

Tú, que eres la Madre de la Iglesia,

haz que nuestras comunidades cristianas

sean dóciles a la acción del Espíritu Santo,

obedientes a la Palabra de Dios,

fieles al magisterio, dedicadas al servicio,

libres de intereses partidistas,

perseverando en la oración y en la comunión fraterna.

Virgen de los Pobres,

oh Bendita entre todas las mujeres,

queremos ser bendecidos por ti hoy,

en particular, y todos los días de nuestra vida; extiende tus manos sobre nosotros,

sobre todos tus devotos y sobre el mundo entero. Te imploramos: que nunca nos falte

tu solicitud maternal,

oh Madre del Salvador,

Madre de Dios. ¡Gracias!


ORACIÓN DE LOS MÁRTIRES


Oh Dios, que otorgaste una constancia invencible en la fe a los bienaventurados Ignacio de Azevedo y Compañeros mártires, te rogamos nos concedas que, robustecidos con tan sublimes ejemplos, imitemos el amor de su caridad y podamos participar su gloria en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén