martes, 29 de septiembre de 2020

HOMILÍAS DEL DÍA DE SAN MIGUEL 2020

 MISA DE LA MAÑANA


Curar el mundo


Aunque nuestro mundo está patas para arriba (nuestro mundo), los mensajes de las lecturas de hoy son para tomar confianza.  No es una ingenuidad, es el realismo esperanzado que nos da la fe. 

En la primera lectura: "en el cielo se trabó una gran batalla... y ganaron la batalla con la sangre del Cordero".

En el evangelio le prometió Jesús a Natanael: Has de ver cosas mayores.


Lo dijo de una manera magistral el Papa en el momento extraordinario de oración del 27 de Marzo de 2020 (yo todavía estoy conmocionado): 

“Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos”, también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos.”


Por ello, como nos toca a todos. ¿de qué modo podemos ayudar a sanar nuestro mundo, hoy? Como discípulos del Señor Jesús, que es médico de las almas y de los cuerpos, estamos llamados a continuar «su obra de curación y de salvación» en sentido físico, social y espiritual.


Alo largo de los siglos, y a la luz del Evangelio la Iglesia ha desarrollado algunos principios sociales que son fundamentales, principios que pueden ayudarnos a ir adelante, para preparar el futuro que necesitamos. Estos principios ayudan a los dirigentes, los responsables de la sociedad a llevar adelante el crecimiento y también, como en este caso de pandemia, la sanación del tejido personal y social. Todos estos principios expresan, de formas diferentes, las virtudes de la fe, de la esperanza y del amor. Sólo así podremos ver cosas mejores, sólo así ganaremos la batalla. Tenemos a Dios, Jesús, San Miguel y todos los santos de nuestra parte. 


Brevemente entraré en ellos: (son las catequesis del Papa del 5 de Agosto hasta el 23 de Septiembre...cuyo lema es “curar el mundo”). Y cada uno de ellos han sido recordados en la pandemia. 


PRINCIPIO DE LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA


La pandemia nos lo ha recordado. La persona primero que la economía. Y la vida por encima. También para los mayores. Pero parece que no terminamos de aprender. Ha sido aprobada una ley de eutanasia, en la economía me parece que los planes que se están elaborando no tienen en cuenta a la persona como el centro de la economía. Se lo oí a un economista, el mejor plan económico es invertir en las personas.


PRINCIPIO DEL BIEN COMÚN


La respuesta cristiana a la pandemia y a las consecuentes crisis socio-económicas se basa en el amor, ante todo el amor de Dios que siempre nos precede. No hay otra forma para los cristianos.

La crisis que estamos viviendo a causa de la pandemia golpea a todos; podemos salir mejores si buscamos todos juntos el bien común; al contrario, saldremos peores.

El coronavirus nos muestra que el verdadero bien para cada uno es un bien común y, viceversa, el bien común es un verdadero bien para la persona (cfr. CIC, 1905-1906). Si una persona busca solamente el propio bien es un egoísta. Sin embargo la persona es más persona, precisamente cuando el propio bien lo abre a todos, lo comparte. 



PRNCIPIO DE LA OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES


La pandemia ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo. Y el virus, si bien no hace excepciones entre las personas, ha encontrado, en su camino devastador, grandes desigualdades y discriminación. ¡Y las ha incrementado!

Por tanto, la respuesta a la pandemia es doble. Por un lado, es indispensable encontrar la cura para un virus pequeño pero terrible, que pone de rodillas a todo el mundo. Por el otro, tenemos que curar un gran virus, el de la injusticia social, de la desigualdad de oportunidades, de la marginación y de la falta de protección de los más débiles. En esta doble respuesta de sanación hay una elección que, según el Evangelio, no puede faltar: es la opción preferencial por los pobres (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium [EG], 195). Y esta no es una opción política; ni tampoco una opción ideológica, una opción de partidos. La opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio. 


PRINCIPIO DEL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES DE LA TIERRA


La pandemia ha puesto de relieve y agravado problemas sociales, sobre todo la desigualdad. Esto revela una enfermedad social; es un virus que viene de una economía enferma. Tenemos que decirlo sencillamente: la economía está enferma. Se ha enfermado. Es el fruto de un crecimiento económico injusto —esta es la enfermedad: el fruto de un crecimiento económico injusto— que prescinde de los valores humanos fundamentales. 

 En el mundo de hoy, unos pocos muy ricos poseen más que todo el resto de la humanidad. Repito esto porque nos hará pensar: pocos muy ricos, un grupito, poseen más que todo el resto de la humanidad. Esto es estadística pura. ¡Es una injusticia que clama al cielo!

«Al comienzo Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2402). 


PRINCIPIO DE SOLIDARIDAD


«La palabra “solidaridad” está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. ¡Es más! Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos» (Exhort. ap. 

Evangelii gaudium, 188). Esto significa solidaridad. No es solo cuestión de ayudar a los otros —esto está bien hacerlo, pero es más—: se trata de justicia (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1938-1940). La interdependencia, para ser solidario y fructífero, necesita raíces fuertes en la humanidad y en la naturaleza creada por Dios, necesita respeto por los rostros y la tierra.


PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD


Para salir mejores de una crisis como la actual, que es una crisis sanitaria y al mismo tiempo una crisis social, política y económica, cada uno de nosotros está llamado a asumir su parte de responsabilidad, es decir compartir la responsabilidad. Tenemos que responder no solo como individuos, sino también a partir de nuestro grupo de pertenencia, del rol que tenemos en la sociedad, de nuestros principios y, si somos creyentes, de la fe en Dios. Pero a menudo muchas personas no pueden participar en la reconstrucción del bien común porque son marginadas, son excluidas o ignoradas; ciertos grupos sociales no logran contribuir porque están ahogados económica o políticamente. En algunas sociedades, muchas personas no son libres de expresar la propia fe y los propios valores, las propias ideas: si las expresan van a la cárcel. 

Por un lado, y sobre todo en tiempos de cambio, cuando los individuos, las familias, las pequeñas asociaciones o las comunidades locales no son capaces de alcanzar los objetivos primarios, entonces es justo que intervengan los niveles más altos del cuerpo social, como el Estado, para proveer los recursos necesarios e ir adelante.

Pero por otro lado, los vértices de la sociedad deben respetar y promover los niveles intermedios o menores. De hecho, la contribución de los individuos, de las familias, de las asociaciones, de las empresas, de todos los cuerpos intermedios y también de las Iglesias es decisiva. Estos, con los propios recursos culturales, religiosos, económicos o de participación cívica, revitalizan y refuerzan el cuerpo social (cfr. 

CDSC, 185). Es decir, hay una colaboración de arriba hacia abajo, del Estado central al pueblo y de abajo hacia arriba: de las asociaciones populares hacia arriba. Y esto es precisamente el ejercicio del principio de subsidiariedad.


PRINCIPIO DEL CUIDADO DE LA CASA COMÚN.


Para salir de una pandemia, es necesario cuidarse y cuidarnos mutuamente. El cuidado es una regla de oro de nuestra humanidad y trae consigo salud y esperanza (cf. Enc. Laudato si’ [LS], 70). Cuidar de quien está enfermo, de quien lo necesita, de quien ha sido dejado de lado: es una riqueza humana y también cristiana,

Este cuidado abraza también a nuestra casa común: la tierra y cada una de sus criaturas. Todas las formas de vida están interconectadas (cf. ibíd., 137-138), y nuestra salud depende de la de los ecosistemas que Dios ha creado y que nos ha encargado cuidar.


Tenemos un plan importante, curar el mundo, que la Iglesia ha marcado desde hace muchos años. Tenemos una tarea pendiente. Tenemos unos criterios, tenemos unos cimientos. Pongámonos manos a la obra. 


Enlace a las catequesis del Papa



MISA DE LA TARDE


En la misa de esta mañana he delineado, siguiendo las catequesis del Papa con su lema de "curar el mundo", los distintos principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia, que les recomiendo buscar y leer, porque nos afecta a todos. La misa de la mañana es más pública, están las autoridades, está la televisión y la radio. He querido expresarme desde ahí.


Esta tarde, la misa es más acogedora, estamos "los de casa" y perdonen esta expresión, refiriéndome más sencillamente a los que tenemos una conciencia más fina como miembros de la comunidad cristiana.


Y mirando solamente a la comunidad cristiana, también vemos que esta comunidad está tocada.


De la mano de San Miguel, pero sobre todo del Señor, podremos derrotar estos miedos, estos demonios que nos atenazan, nos dividen, nos aflojan y nos dispersan. Según el evangelio de hoy: veremos cosas mayores, y digo yo, y mejores.


En la primera lectura vemos la batalla del cielo. Una batalla terrible. Una batalla vencida, con la sangre del cordero.

Hoy se nos invita a librar nosotros también esta batalla.

Una batalla también terrible, pero si queremos y con la sangre del Cordero, una batalla vencida.


Tristeza. Hace falta personas dispuestas a alegrar a los demás. Incluso teniendo en cuenta aquella oración de Santa Teresa de Calcuta: "cuando esté triste, dame a alguien a quien alegrar". No alegramos con palabras vacías, o huecas, aprendidas de memoria, sino con la convicción en el Señor. 


Miedo: Que bien haríamos si hubiera personas que ayuden a los demás a poner su confianza en el Señor.  Crear espacio para reconocer que estamos en manos de Dios. 


Angustia: Muchas veces, sólo necesitamos ser escuchados y escupir hacia fuera todo aquello que nos atenaza. El Papa habla de la pastoral de la oreja. Cada uno de ustedes, ofrezcan confianza a los demás para que puedan sanar sus heridas. Ustedes saben que tengo una sensibilidad y gusto especial por la confesión, no sólo sacramental. En este tiempo, no me estoy sentando los viernes por la mañana porque está cerrada la Iglesia, pero veré como podré hacer. Pero si me estoy sentando más de media hora antes de la misa. Incluso, muchos, por medio del almanaque, de los que quedan algunos, tienen mi teléfono. Siempre disponible. SP. No tengan miedo de molestar. 


Vuelta al egoísmo: ¡Cómo cambiaría el mundo si los cristianos tomáramos conciencia que la vida cobra sentido sirviendo a los demás!


Pobreza: Hace falta una marea de solidaridad. Si todos, aunque tengamos menos, podemos ayudar a que todos tengan más, habremos cambiado el mundo. La forma principal que tenemos para ello es la colecta. Y permítanme que les diga, la colecta de Cáritas de una manera especial, pero también cualquier colecta. Ser solidario con esta parroquia, para cubrir los gastos que tiene, es por el bien común.


Con estas pequeñas ideas, podremos resucitar nuestra sociedad, nuestro pueblo, nuestra parroquia. Eso sí, hagámoslo "con la sangre del Cordero".

- Esa sangre es la sangre de la nueva alianza.

- Lo hacemos desde Dios y por Dios porque Él es quien nos justifica y nos salva

- Desde la gratitud y gratuidad.

- Con la humildad que sólo tiene el que fue sanado y liberado.

- Esa sangre implica nuestra servicio total. Es toda nuestra vida.


"Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre". Por ello, no tengamos miedo, no nos dejemos atenazar por éste y "salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo" (EG 49)