miércoles, 28 de junio de 2023

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

  











  HOJA PARROQUIAL


1 y 2 de Julio de 2023
Domingo XIII del Tiempo Ordinario. Ciclo A.


Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.


“El que pierda su vida por mí, la encontrará”




    Las palabras de Jesús que escuchamos en el evangelio de este domingo nos parecen duras. Es difícil ser cristiano. Por eso, antes de nada, debiéramos pedir espíritu de discernimiento. Jesús no nos habla de una alternativa (familia o Él), pues no puede negar algo bueno como es la familia, sino que quiere indicarnos que Él es el primer amor. Estamos ante el primer mandamiento: amar a Dios y lo que significa. Frente a las obligaciones familiares socialmente importantes o a las sugerencias familiares materialistas, Jesús propone una radicalidad absoluta, una armonización total entre la vida familiar y la opción de fe; propone purificar lo que en nuestras relaciones familiares o sociales no genera vida porque son contrarias al evangelio.


    Jesús está hablando a misioneros, y ser testigo cristiano no es propagar doctrinas, sino tener la actitud de vida existencial del Crucificado, el estilo como perciben la realidad de la vida los crucificados del mundo. Nunca hay que olvidar que “el llevar la cruz”, por excelencia cristiana es la cruz del testimonio, el estilo de vida y situación constante que vivió Jesús aquellos momentos desde que fue condenado hasta que fue ejecutado, para nosotros es el “cada día”, todos los días.








LECTURAS


Primera lectura del segundo libro de los Reyes 4, 8-11. 14-16a


Pasó Eliseo un día por Sunén. Vivía allí una mujer principal que le insistió en que se quedase a comer; y, desde entonces, se detenía allí a comer cada vez que pasaba.
Ella dijo a su marido:
«Estoy segura de que es un hombre santo de Dios el que viene siempre a vernos. Construyamos en la terraza una pequeña habitación y pongámosle arriba una cama, una mesa, una silla y una lámpara, para que cuando venga pueda retirarse».
Llegó el día en que Eliseo se acercó por allí y se retiró a la habitación de arriba, donde se acostó.
Entonces se preguntó Eliseo:
«¿Qué podemos hacer por ella?».
Respondió Guejazí, su criado:
«Por desgracia no tiene hijos y su marido es ya anciano».
Eliseo ordenó que la llamase. La llamó y ella se detuvo a la entrada.
Eliseo le dijo:
«El año próximo, por esta época, tú estarás abrazando un hijo».


Salmo 88, 2-3. 16-17. 18-19 R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.


Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.


Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh, Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R/.


Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey. R/.


Segunda lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-4. 8-11


Hermanos:
Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.


Evangelio según san Mateo 10, 37-42


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».






3. Hacia una Iglesia sinodal misionera



Carismas, vocaciones y ministerios 


66. La responsabilidad de la vida sinodal de la Iglesia no puede delegarse, sino que debe ser compartida por todos en respuesta a los dones que el Espiìritu otorga a los fieles: «un grupo de la dioìcesis de Lae expresoì lo siguiente sobre la sinodalidad en su parroquia: “En las reuniones del consejo pastoral parroquial, nos aseguramos de tener en cuenta las opiniones y sugerencias de todos los presentes, incluidas las mujeres, antes de tomar decisiones que tendraìn un impacto en la vida de todos en la parroquia”. Otra parroquia comentoì: “cuando queremos hacer algo en nuestra parroquia, nos reunimos, escuchamos las sugerencias de todos los miembros de la comunidad, decidimos juntos, y juntos llevamos a cabo las decisiones tomadas”» (CE Papuìa Nueva Guinea e Islas Salomoìn). Sin embargo, no faltan expresiones de una cierta dificultad para practicar realmente la corresponsabilidad: «como obispos reconocemos que la “teologiìa bautismal” que impulsoì el Concilio Vaticano II, base de la corresponsabilidad en la misioìn, no ha sido suficientemente desarrollada, por tanto, la mayoriìa de los bautizados no sienten una plena identificacioìn con la Iglesia y menos corresponsabilidad misionera. Ademaìs, los liderazgos en las actuales estructuras pastorales, asiì como la mentalidad de muchos presbiìteros, no favorecen dicha corresponsabilidad. Igualmente, las y los religiosos, como tambieìn los movimientos laicos de apostolado, se mantienen sutil o abiertamente al margen de la dinaìmica diocesana con mucha frecuencia. De manera que, los llamados “laicos comprometidos” en las parroquias (que son los menos), terminan siendo exigidos y sobrecargados de responsabilidades intraeclesiales que los exceden y que los agotan con el tiempo» (CE Meìxico). 


67. Este deseo de corresponsabilidad se declina en primer lugar en clave de servicio a la misioìn comuìn, es decir, con el lenguaje de la ministerialidad: «la experiencia realizada [...] ha ayudado a redescubrir la corresponsabilidad que proviene de la dignidad bautismal y ha permitido la posibilidad de superar una visioìn de la Iglesia construida en torno al ministerio ordenado para avanzar hacia una Iglesia “toda ministerial”, que es comunioìn de carismas y ministerios diferentes» (CE Italia). De la consulta del Pueblo de Dios surge el tema del ministerio como central en la vida de la Iglesia y la necesidad de conciliar la unidad de la misioìn con la pluralidad de ministerios: reconocer esta necesidad y promoverla «no es un fin en siì mismo, sino una valorizacioìn al servicio de la misioìn: actores y protagonistas diferentes, iguales en dignidad, complementarios para ser signo, para hacer creiìble una Iglesia que sea sacramento del Reino» (CE Beìlgica). 




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