miércoles, 29 de marzo de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 30 DE MARZO DE 2023

  

Jn 8,51-59: Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día.


En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».

Los judíos le dijeron:

«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».

Jesús contestó:

«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».

Los judíos le dijeron:

«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».

Jesús les dijo:

«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».

Entonces tomaron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.



Aunque el “título” es referido a otro versículo de esta perícopa, me parece decisiva el primer versículo propuesto: “quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre”.


En el evangelio de ayer, Jesús también remarcaba la escucha de la Palabra: «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Y no lo comenté.


Si permanecemos en la Palabra conoceremos la verdad y no veremos la muerte para siempre. Gracias a Dios, los católicos vamos siendo más conscientes de la importancia de la Palabra en la vida del cristiano y de la Iglesia. 


Un cristiano que se precie, escucha la Palabra, la medita, programa su vida desde ahí, y sobre todo la guarda (en su corazón).


María guardaba todo lo que pasaba en su corazón. Que importante es que podamos guardar la Palabra en nuestro corazón, nuestra mente, nuestras acciones. Guardarla para que vaya madurando, vaya purificándose mi percepción de ella, destile toda su fuerza y me de el coraje para poder ponerla en práctica.


Guardar la Palabra no es simplemente grabarla en la mente y aprenderse distintas sentencias de memoria. Guardar la Palabra tiene un componente más profundo. Es ponerla en lugar preferente de mi corazón para traerlo a la mente en varias ocasiones, es ir orándola y pidiéndole al Señor que nos la explique.