lunes, 27 de junio de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 28 DE JUNIO DE 2022

 Mt 8,23-27: Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma.

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. 

En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: 

«¡Señor, sálvanos, que perecemos!». 

Él les dice: 

«¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». 

Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados: 

«¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».


 Hay una tempestad fuerte, la barca está a punto de hundirse. Y Jesús duerme…y los discípulos desesperan y le gritan. 


Me impresiona esta escena: Jesús duerme. Me recuerda a la crucifixión de Jesús en la que, en palabras de San Ignacio, “la divinidad se esconde”. Es el silencio De Dios, que nos produce miedo, desconfianza, inseguridad. 


Y Jesús nos enseña a seguir confiando siempre y en toda circunstancia. El silencio De Dios no es eterno, no es absoluto.

Es un silencio para que confiemos,

es un silencio para que crezcamos,

es un silencio para que aprendamos a mirar al cielo y no ser el centro de nuestras vidas,

es un silencio salvador.

 

Aprendamos de la actitud de Jesús ante la tormenta, aprendamos del silencio De Dios para que no desconfiemos a la primera de cambio, sino que sigamos confiando, porque Dios no se desdice de sus promesas.