Mc 6,7-13: Los fue enviando.
En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y decía:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Empiezan las prácticas. Y no conocen mucho, ni de Jesús, ni de Dios, pero si tienen la experiencia del encuentro con Él que les ha transformado.
Jesús tiene claro desde el principio que ellos van a tener que seguir solos y que su vida será su misión. Aquello del Papa Francisco: yo soy una misión en esta tierra y para eso he venido.
Y las instrucciones de Jesús están bien claras: “no llevéis...”
Sólo en su Palabra, sólo con su Mandato/Envío.
Eso también me hace pensar que la vida del discípulo misionero es una vida a la intemperie. La misión del cristiano es a la intemperie.
La intemperie resulta más duro, más extremo, más peligroso, más incómodo, pero más de Dios.
Esto contrasta con el mundo de hoy que lo quiere controlar todo.
No llevamos casi nada, más bien en pobreza. D. Damián decía: “confianza en los medios pobres”.
La intemperie hace crecer la fe, porque vas sólo con la fe como compañero.
La intemperie quiere también decir que no controlamos los resultados. No depende de nosotros. Yo planto y Dios da el crecimiento. Vivir a la intemperie te da mucha libertad, paz y fe. El que vive a la intemperie ha aprendido a soltar las amarras sobre las acciones, sólo las tiene en Dios.
La intemperie hace idea que todo en cualquier momento se puede ir al traste. Me hace la idea de la debilidad de muchas de nuestras acciones.
Pero también vivir a la intemperie también nos abre horizontes, porque la intemperie es mucho más grande que nuestro tinglado. Hay más posibilidades, que hay que descubrir.
Dios nos envía a la intemperie. Esta sociedad nuestra es un escenario en cuanto al evangelio, más intemperie que casa acogedora como en otros tiempos.
Aprendamos del Evangelio y confiemos en Dios y en su llamada y envío.