martes, 28 de diciembre de 2021

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 29 DE DICIEMBRE DE 2021

  Lc 2,22-35: Luz para alumbrar a las naciones.


Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».

Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.

Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.

Porque mis ojos “han visto a tu Salvador”,

a quien has presentado ante todos los pueblos:

“luz para alumbrar a las naciones”

y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».



Simeón profetiza la misión de este niño que nació pobremente. Y recita un himno que rezamos en las completas cada noche. Es el descanso del creyente, que ve en Jesús colmadas sus esperanzas. Es la luz de las naciones.


El creyente es el que confía en Dios por encima de todo.

El creyente es el que sabe ver en Jesús la plenitud de todas las profecías

El creyente es el que sabe ver en Jesús el que colma todas las esperanzas.

El creyente es el que se deja iluminar por Jesús.


Simeón siendo ciego, sabe ver todo ello en Jesús, y es que, esta es la paradoja, la enseñanza, (como tantas curaciones de ciegos en el evangelio), que para ver no hace falta ser vidente, porque hay que aprender a ver con el corazón, con la fe. 


Simeón nos enseña a dejar iluminar nuestra vida por la fe, que nos dará una amplitud mayor que si nos guiáramos solamente por las imágenes que nos proporcionan los sentidos. “Lo esencial es invisible a los ojos”