miércoles, 26 de mayo de 2021

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. CICLO B

 

 



  HOJA PARROQUIAL

29 y 30 de Mayo de 2021
Domingo de la Santísima Trinidad. Ciclo B.
Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.

“Los once discípulos se fueron a Galilea”


 


   El ciclo litúrgico culmina el tiempo pascual en  la solemnidad de la Santísima Trinidad; de modo simultáneo, la celebración de Dios trino centra el inicio del tiempo ordinario. Un acierto pedagógico que favorece la comprensión de Dios como origen y meta de nuestro peregrinar creyente, como esencia y presencia en nuestro ser;  amor que se dona en la diversidad.


   La referencia trinitaria la desvela el mismo Jesús y se asume en las primeras comunidades cristianas. Si bien esta fiesta litúrgica se incorporó  tardíamente al calendario romano en el año 1331,  en la iglesia hispánica de los siglos V al VII  ya se enseñaba con aguda profundidad la fe trinitaria y  resulta  conmovedor que el VI el concilio de Toledo afirmase: “Dios es uno solo, pero no solitario”


   La liturgia de este día invita a celebrar al abrigo de los textos bíblicos, el gozo de Dios en sí, su amor desbordado y su armonía en la diferencia. La fiesta de Dios trino  nos abre a la experiencia de gestar  misericordia después de haber sido mirados por ella; al sentimiento desarmado  por la  bondad,  la luz y la ternura; a descubrir la verdad que convierte la propia existencia en  auténtica revelación.


   La realidad que Dios es nos desconcierta, no tanto por incomprensible cuanto por inabarcable. Dios nos busca y nos incorpora a su mismo movimiento de éxtasis, nos adentra  en nuestra raíz de la que brota lo que hacemos. Fluir  en esa corriente conlleva el abandono de las ansias de control, la liberación del yugo que supone la autoreferencia, el aprendizaje de la alegría que surge de la acogida, escucha y compasión que nos transforman.







LECTURAS


Primera lectura del Libro del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40


Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos?

Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre».


Salmo 32, 4-5. 6 y 9. 18-19. 20 y 22 R: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió con heredad


La palabra del Señor es sincera,

y todas sus acciones son leales;

él ama la justicia y el derecho,

y su misericordia llena la tierra. R.


La palabra del Señor hizo el cielo;

el aliento de su boca, sus ejércitos,

porque él lo dijo, y existió,

él lo mandó, y surgió. R


Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,

en los que esperan en su misericordia,

para librar sus vidas de la muerte

y reanimarlos en tiempo de hambre. R.


Nosotros aguardamos al Señor:

él es nuestro auxilio y escudo;

que tu misericordia, Señor,

venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti. R.


Segunda lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8, 14-17


Hermanos:

Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritan «¡Abba, Padre!». Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.


Evangelio según San Mateo 28, 16-20


En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les habla indicado.

Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.

Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.

Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».




Parte 3. Cómo obtenemos la vida en Cristo


SEGUNDA SECCIÓN. Los diez mandamientos


CAPÍTULO PRIMERO. «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas»


EL PRIMER MANDAMIENTO: Amarás a Dios sobre todas las cosas.


352 ¿Qué significa: «Yo soy el Señor, tu Dios» (Éx 20,2)?


Puesto que el Todopoderoso se nos ha mostrado como nuestro Dios y Señor, no debemos poner nada por encima de él, “ni considerar nada más importante ni conceder a ninguna otra cosa o persona prioridad sobre él. Conocer a Dios, servirle, adorarlo es la prioridad absoluta en la vida. Dios espera que le prestemos toda nuestra fe; debemos orientar toda nuestra esperanza a él y dirigir todas las fuerzas de la caridad hacia él. El mandamiento del amor a Dios es el mandamiento más importante de todos y la clave para todos los demás. Por eso está al comienzo de los diez mandamientos.


353 ¿Por qué adoramos a Dios?


Adoramos a Dios por su existencia y porque la reverencia y la adoración son la respuesta apropiada a su aparición y a su presencia. «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto» (Mt 4,10). Pero la adoración a Dios sirve también al hombre, pues le libera del servicio a los poderes de este mundo. Donde ya no se adora a Dios, donde él ya no es reconocido como el Señor de la vida y de la muerte, otros usurpan su lugar y ponen en peligro la dignidad humana. 


354 ¿Se puede obligar a los hombres a creer en Dios?


No. Nadie debe obligar a nadie a creer, ni siquiera a los propios hijos; así como tampoco debe ningún hombre ser obligado a la incredulidad. El hombre sólo puede decidirse a creer en total libertad. Sin embargo, los cristianos están llamados a ayudar a otras personas, mediante la palabra y el ejemplo, a encontrar el camino hacia la fe. El papa beato Juan Pablo II dice: «El anuncio y el testimonio de Cristo, cuando se llevan a cabo respetando las conciencias, no violan la libertad. La fe exige la libre adhesión del hombre, pero debe ser propuesta» (encíclica Redemptoris Missio 8, 1990)

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