Reconozco que cuando pienso en la Nochebuena, me llega a la cabeza, la expresión del texto de Isaías, que nos propone la Iglesia para la misa de la nochebuena, “el pueblo que caminaba en tinieblas, vio una luz grande”.
Llegamos a la noche buena con muchas ilusiones, con muchos proyectos y deseos muy santos. Pero llegamos cansados. Igual que los pastores, al raso, cansados de velar por el rebaño, una vida muy rutinaria, sin embargo, acogieron con ilusión y premura el anuncio del ángel. Igualmente la humanidad esperó con gran ilusión la llegada del Salvador. Tanta gente que ha esperado con ansia esta venida, ¿y no vamos a participar de esta ilusión? Si hemos hecho mínimamente el proceso del Adviento, nuestra ilusión, esperanza ha ido en aumento.
Esta ilusión puede venir también viendo la realidad que cargamos: Viendo el telediario...
-Separatismo
-Divisiones
-Frialdad
-Hipocresía
-Mentira
-Cambio climático
-Violencia
-Soledad
-Nunca tan avanzados, y nunca tan aislados.
Ante ello, “el pueblo que caminaba en tinieblas, vio una luz grande”, o el otro texto del evangelio: “os anuncio una gran alegría para todo el pueblo”.
Ha llegado, la medida de nuestras esperas y esperanzas; la medida de nuestro corazón, el Esperado, el Mesías, el Emmanuel.
Nadie como un Niño llenar el corazón de las personas.
—Ante un mundo donde se ponen muros, donde se busca la separación, la diferencia, la división, El Niño consigue unir a las familias, unir voluntades, unir objetivos.
—Ante un mundo donde cada vez somos más insensibles, donde ésta se va globalizando. Ante un mundo de esta manera, El Niño es capaz de producir ternura, es capaz de tocar las fibras más profundas del corazón, es capaz de movilizar a los más tibios.
—Ante un mundo dominado por la hipocresía, la doblez, la falsedad, la apariencia (y ésta algunas veces, de manera triunfal); El Niño se nos presenta desnudito, pobre, fiel a sí mismo (llora cuando necesita algo). El Niño no busca aparentar, quedar bien, sino solamente existir y comunicarse.
—Ante un mundo donde la mentira, cada vez reina con más adeptos, donde incluso ésta se ve como algo normal; El Niño nos enseña la Verdad, no puede ocultarla, no sabe mentir. Y la gran verdad de la Navidad es que “vino a los suyos y éstos no lo recibieron”.
—Ante un mundo donde cada vez es más evidente el cambio climático y este no es valorado de la misma manera por los gobernantes, El Niño nos recuerda la fragilidad de la vida naciente, y la belleza de éste. Nos enseña que la vida es un milagro que hay que salvaguardar.
—Ante un mundo donde crece la violencia; violencia machista, violencia de género, violencia en las calles, violencia en las redes sociales, violencia en la TV, violencia en los videojuegos, violencia en las finanzas; El Niño nos enseña la violencia de la ternura.
—En la sociedad que genera más personas solas o en soledad, El Niño nos enseña que ya no estamos solos,
Todas éstas y otras más, podrían ser las tinieblas que nos están afectando e influyendo. Tinieblas que pueden disiparse de la contemplación del Niño Dios, no por haber buscado otros recursos que nos iluminen.
Veamos en Jesús esa luz grande, luz sobre toda luz, luz incandescente, luz perpetua, luz fuerte y potente.
Que seamos iluminados por su luz y caminemos como Hijos de la Luz.
Miremos al Niño como lo mira María