“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos”
Los textos bíblicos de este domingo nos plantean situaciones que podemos comprender, que podemos conocer porque se siguen dando entre nosotros: el rechazo de los que no piensan, sienten, creen, obran como nosotros; el contraste de obrar desde la envidia o desde la sabiduría, la misericordia; los oídos cerrados cuando no se quiere escuchar lo que es contrario o no coincide con los propios intereses.
Y la Palabra, nos enseña a vivir. Enseñar a vivir, invitar a abrirnos a nuestra realidad, interna y externa, tomar conciencia, y dar respuesta a las necesidades de todos, no solo a mis necesidades. Dar respuesta en un contexto y con un espíritu comunitario.
La Palabra conduce a la reflexión, meditación, la escucha de su significado, su sentido, su espíritu, el de la Palabra, para la vida de cada cual, no tanto para la vida de los demás. Cada cual revise su comportamiento, sus responsabilidades, sus compromisos, su vida, y no haga comparaciones, éstas son siempre ociosas y odiosas.
La comparación aporta datos que no son verdad. En la comparación anida el germen de la envidia. Cada cual es cada cual, y cada cual tiene sus necesidades, deseos, expectativas, lo que llamamos motivaciones, en contextos diferentes… la comparación no es justa.
Erigirse en juez de los demás, maestro de los demás, es creerse en posesión de la verdad y arrogarse un poder que no se tiene; es actuar desde la fuerza, la rivalidad.
Somos vulnerables, aceptemos que somos débiles, no somos perfectos, estamos en camino siempre, progresamos, avanzamos, crecemos, y necesitamos de los demás, necesitamos de Dios, pidámosle no satisfacer nuestras pasiones (Sant 4,3), sino sabernos amados, acogidos, de tal forma que, desde la misma experiencia, amemos y acojamos.
Primera lectura del libro de la Sabiduría 2, 12. 17-20
Se dijeron los impíos:
«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la educación recibida.
Veamos si es verdad lo que dice, comprobando cómo es su muerte.
Si es el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará y lo librará de las manos de sus enemigos.
Lo someteremos a ultrajes y torturas, para conocer su temple y comprobar su resistencia.
Lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues, según, dice Dios lo salvará».
Salmo 53, 53, 3-4. 5. 6 y 8 R: El Señor sostiene mi vida.
Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras. R.
Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios. R.
Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno. R.
Segunda lectura de la carta del Apóstol Santiago 3, 16–4, 3
Queridos hermanos:
Donde hay envidia y rivalidad, hay turbulencias y todo tipo de malas acciones.
En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar intachable, y además es apacible, comprensiva, conciliadora, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera.
El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz.
¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros? Ambicionáis y no tenéis; asesináis y envidiáis y no podéis conseguir nada, lucháis y os hacéis la guerra, y no obtenéis porque no pedís.
Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones.
Evangelio según San Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Parte 3. Cómo obtenemos la vida en Cristo
PRIMERA SECCIÓN. Para qué estamos en la tierra, qué debemos hacer y cómo nos ayuda el Espíritu Santo de Dios
CAPÍTULO SEGUNDO. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»
EL QUINTO MANDAMIENTO: No matarás.
393 ¿Cómo ayudan los cristianos a un moribundo?
Los cristianos no dejan solo a un moribundo. Le ayudan a que, con confianza creyente, pueda morir con dignidad y en paz. Oran con él y se preocupan de que le sean administrados a su debido tiempo los SACRAMENTOS.
394 ¿Cómo tratan los cristianos el cuerpo de un difunto?
Los cristianos tratan con respeto y caridad el cuerpo de un difunto, conscientes de que Dios lo ha destinado a la resurrección de los cuerpos. Pertenece a la cultura cristiana de la muerte el enterrar dignamente a un difunto bajo tierra y adornar y cuidar la tumba. Hoy en día la Iglesia acepta también otras formas de enterramiento (por ejemplo la incineración), mientras no se interpreten como una muestra contra la fe en la resurrección de los muertos.
395 ¿Qué es la paz?
La paz es la consecuencia de la justicia y la señal del amor hecho realidad. Donde hay paz, allí «toda criatura puede alcanzar la tranquilidad en un orden bueno» (santo Tomás de Aquino). La paz terrena es imagen de la paz de Cristo, que ha reconciliado el cielo y la tierra. La paz es más que la ausencia de guerra, más también que un equilibrio de fuerzas cuidadosamente sopesado («el equilibrio del miedo»). En estado de paz los hombres pueden vivir seguros con su propiedad justamente adquirida y cultivar el libre intercambio entre sí. En la paz se respeta la dignidad y el derecho de autodeterminación tanto del individuo como de los pueblos. En la paz la vida en común de los hombres se caracteriza por la solidaridad fraterna.
396 ¿Qué actitud tiene un cristiano ante la ira?
San Pablo dice: «Si os indignáis, no lleguéis a pecar; que el sol no se ponga sobre vuestra ira» (Ef 4,26). “La ira o cólera es en primer lugar un afecto natural, como reacción a una injusticia experimentada. Pero cuando la cólera se convierte en odio y se desea el mal del prójimo, lo que es un sentimiento natural se convierte en una falta grave contra la caridad. Toda ira incontrolada, especialmente el deseo de venganza, está dirigida contra la paz y altera «la tranquilidad del orden».
