6 y 7 de Mayo de 2023
“ Adonde yo voy, ya sabéis el camino”
Jesús se está despidiendo de sus apóstoles y se muestra ante ellos como el Camino, la Verdad y la Vida. Les dice que no tengan miedo, que confíen en Él, que ahora se tiene que ir para prepararles un sitio pero que vendrá a por ellos para que donde Él vaya, ellos también estén, mientras tanto les pide que sigan el camino haciendo lo que Él hizo, de esa forma, si creen en El, creerán también en Dios porque Él es el camino que lleva al Padre.
Primera lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 1-7
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
Salmo 32, 1-2. 4-5. 18-19 R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Segunda lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 4-9
Queridos hermanos:
Acercándoos al Señor, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.
Por eso se dice en la Escritura:
«Mira, pongo en Sion una piedra angular, elegida y preciosa;
quien cree en ella no queda defraudado».
Para vosotros, pues, los creyentes, ella es el honor, pero para los incrédulos «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular», y también «piedra de choque y roca de estrellarse»; y ellos chocan al despreciar la palabra. A eso precisamente estaban expuestos.
Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.
Evangelio según san Juan 14, 1-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».
3. Hacia una Iglesia sinodal misionera
43. La sinodalidad es una llamada de Dios a caminar juntos con toda la familia humana. En muchos lugares, los cristianos viven en medio de personas de otras confesiones o no creyentes, y entablan un diálogo hecho de vida cotidiana y común: «también se cultiva un clima social de diálogo con los que practican las religiones tradicionales africanas y con cualquier otra persona o comunidad, sea cual sea la confesión religiosa a la que pertenezcan» (CE Senegal, Mauritania, Cabo Verde y Guinea Bissau). Sin embargo, las síntesis indican que aún queda mucho camino por recorrer en materia de intercambio y colaboración social, cultural, espiritual e intelectual.
44. Las heridas de la Iglesia están íntimamente relacionadas a las del mundo. Las síntesis hablan de los desafíos del tribalismo, el sectarismo, el racismo, la pobreza y la desigualdad de género en la vida de la Iglesia y del mundo. Uganda se hace eco de muchos otros países, señalando que «se escucha más a los ricos e instruidos». La síntesis de Filipinas señala que «muchos de los que pertenecen a las clases bajas de la sociedad y los marginados también se sienten excluidos de la Iglesia». Otras síntesis señalan la influencia, en la vida de las comunidades eclesiales, de la discriminación étnica y de una cultura basada en el tribalismo. Estas realidades no sólo constituyen el trasfondo de nuestra misión, sino que también definen su objetivo y su finalidad: el mensaje evangélico que la Iglesia tiene la tarea de proclamar debe convertir también las estructuras de pecado que mantienen cautivas a la humanidad y a la creación.
45. El Pueblo de Dios expresa un profundo deseo de escuchar el grito de los pobres y el clamor de la tierra. En particular, las síntesis nos invitan a reconocer la interconexión de los retos sociales y medioambientales y a responder a ellos colaborando y formando alianzas con otras confesiones cristianas, creyentes de otras religiones y personas de buena voluntad. Este llamamiento a un ecumenismo renovado y a un compromiso interreligioso es particularmente fuerte en regiones marcadas por una mayor vulnerabilidad a los daños socioambientales y por desigualdades más pronunciadas. Por ejemplo, muchas síntesis africanas y de la cuenca del Pacífico invitan a las Iglesias de todo el mundo a reconocer que abordar los desafíos socioambientales ya no es opcional: «es nuestro deseo proteger esta parte de la creación de Dios, ya que de muchas maneras el bienestar de nuestros pueblos depende del océano. En algunos de nuestros países, el océano representa la amenaza principal, ya que el cambio climático tiene consecuencias drásticas para la propia supervivencia de estos países» (CE del Pacífico).


