miércoles, 19 de abril de 2023

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO III DE PASCUA. CICLO A

   












  HOJA PARROQUIAL


22 y 23 de Abril de 2023
Domingo III de Pascua. Ciclo A.


Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.


“Hemos visto al Señor”



  


    En la dinámica sinodal, la escucha, el diálogo y el discernimiento se ordenan a una forma de ser Iglesia, en la que el “caminar juntos”, se visibiliza en la caridad y la corresponsabilidad de las decisiones sobre la vida y la misión. El relato de los discípulos de Emaús, nos recuerda que un “camino juntos”, es un camino con Jesús Resucitado. Ello supone una confesión de fe común: “a este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos” (cf. Hech 2,32). Pero también, supone que “la fe y la esperanza están puestas en Dios” (1 Tim 1,21), a quien reconocemos como un Padre misericordioso que nunca nos abandona ni pierde la esperanza en nosotros.








LECTURAS


Primera lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33


El día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras.
A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
“Veía siempre al Señor delante de mí,
pues está a mi derecha para que no vacile.
Por eso se me alegró el corazón,
exultó mi lengua,
y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos,
ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.
Me has enseñado senderos de vida,
me saciarás de gozo con tu rostro”.
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».


Salmo 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11 R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida


Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R/.


Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.


Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos,
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.


Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.


Segunda lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 17-21


Queridos hermanos:
Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.


Evangelio según san Lucas 24, 13-35


Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios;
iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.
Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.





3. Hacia una Iglesia sinodal misionera



37. Del mismo modo, se destaca el compromiso del Pueblo de Dios por la defensa de la vida frágil y amenazada en todas sus etapas. Por ejemplo, para la Iglesia greco-católica ucraniana, forma parte de la sinodalidad «estudiar el fenómeno de la migración femenina y ofrecer apoyo a las mujeres de diferentes grupos de edad; prestar especial atención a las mujeres que deciden abortar por miedo a la pobreza material y al rechazo de sus familias en Ucrania; promover una labor educativa entre las mujeres que están llamadas a tomar una decisión responsable cuando atraviesan un momento difícil de su vida, con el objetivo de preservar y proteger la vida de los niños no nacidos y prevenir el recurso al aborto; hacerse cargo de las mujeres con síndrome postaborto». 


A la escucha de quien se siente abandonado y excluido 


38. Las síntesis muestran claramente que muchas comunidades han comprendido la sinodalidad como una invitación a escuchar a los que se sienten exiliados de la Iglesia. Los grupos que experimentan un sentimiento de exilio son diversos, empezando por muchas mujeres y jóvenes que no ven reconocidos sus dones y capacidades. Dentro de este conjunto heterogéneo de personas, muchos se consideran denigrados, abandonados, incomprendidos. La añoranza de un hogar caracteriza también a los que no están a gusto con el desarrollo litúrgico del Concilio Vaticano II. Para muchos, la experiencia de ser escuchados seriamente es transformadora y representa un primer paso para saberse incluidos. Sin embargo, es motivo de tristeza que algunos sientan que su participación en el proceso sinodal no ha sido apreciada. Se trata de un sentimiento que requiere comprensión y diálogo.

 

39. Entre los que piden un diálogo más incisivo y un espacio más acogedor encontramos a quienes, por diversas razones, sienten una tensión entre la pertenencia a la Iglesia y sus propias relaciones afectivas, como, por ejemplo: los divorciados vueltos a casar, los padres y madres solteros, las personas que viven en un matrimonio polígamo, las personas LGBTQ. Las síntesis muestran cómo este reclamo de una acogida desafía a muchas Iglesias locales: «la gente pide que la Iglesia sea un refugio para los heridos y rotos, no una institución para los perfectos. Quieren que la Iglesia salga al encuentro de las personas allí donde se encuentren, que camine con ellas en lugar de juzgarlas, que establezca relaciones reales a través de la atención y la autenticidad, y no con un sentimiento de superioridad» (CE Estados Unidos). También revelan incertidumbres sobre cómo responder a ellos, y expresan la necesidad de un discernimiento por parte de la Iglesia universal: «hay un nuevo fenómeno en la Iglesia que es una novedad absoluta en Lesotho: las relaciones entre personas del mismo sexo. [...] Esta novedad es confusa para los católicos y para los que la consideran un pecado. Sorprendentemente, hay católicos en Lesotho que han empezado a practicar este comportamiento y esperan que la Iglesia los acoja a ellos y a su forma de comportarse. [...] Esto es un reto problemático para la Iglesia porque estas personas se sienten excluidas» (CE Lesotho). Por otra parte, los que han dejado el ministerio ordenado para casarse también piden mayor acogida y apertura al diálogo. 



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