domingo, 5 de marzo de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 6 DE MARZO DE 2023

  


Lc 6,36-38: Perdonad y seréis perdonados.


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo;

no juzguéis, y no seréis juzgados;

no condenéis, y no seréis condenados;

perdonad, y seréis perdonados;

dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.

La medida que uséis, la usarán con vosotros.»


El Señor nos invita a una actitud proactiva. Muchas veces, vamos a remolque, sólo perdono si me perdonan, etc. 


Jesús nos invita a dar el primer paso, perdonad y seréis perdonados. No puedo pedir que hagan conmigo lo que yo no he hecho con los demás.


Por ello, perdonemos siempre, en todo momento y en toda circunstancia, que a nosotros nos toca perdonar.


Nos podrá parecer que con ello, perdemos autoridad. Sin embargo, aquel que es capaz de perdonar, denota una grandeza de corazón, comparable con los héroes.






De la Verbum Domini nº 86  “El Sínodo ha vuelto a insistir más de una vez en la exigencia de un acercamiento orante al texto sagrado como factor fundamental de la vida espiritual de todo creyente, en los diferentes ministerios y estados de vida, con particular referencia a la lectio divina.” […] “ la Palabra de Dios está en la base de toda espiritualidad auténticamente cristiana.” […] “Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración”. […] “Como dice san Agustín: «Tu oración es un coloquio con Dios. Cuando lees, Dios te habla; cuando oras, hablas tú a Dios».”


De la Verbum Domini nº 87“En los documentos que han preparado y acompañado el Sínodo, se ha hablado de muchos métodos para acercarse a las Sagradas Escrituras con fruto y en la fe. Sin embargo, se ha prestado una mayor atención a la lectio divina, que es verdaderamente «capaz de abrir al fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente».” […] “se comienza con la lectura (lectio) del texto, que suscita la cuestión sobre el conocimiento de su contenido auténtico: ¿Qué dice el texto bíblico en sí mismo? Sin este momento, se corre el riesgo de que el texto se convierta sólo en un pretexto para no salir nunca de nuestros pensamientos. Sigue después la meditación (meditatio) en la que la cuestión es: ¿Qué nos dice el texto bíblico a nosotros? Aquí, cada uno personalmente, pero también comunitariamente, debe dejarse interpelar y examinar, pues no se trata ya de considerar palabras pronunciadas en el pasado, sino en el presente. Se llega sucesivamente al momento de la oración (oratio), que supone la pregunta: ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a su Palabra? La oración como petición, intercesión, agradecimiento y alabanza, es el primer modo con el que la Palabra nos cambia. Por último, la lectio divina concluye con la contemplación (contemplatio), durante la cual aceptamos como don de Dios su propia mirada al juzgar la realidad, y nos preguntamos: ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de la vida nos pide el Señor? San Pablo, en la Carta a los Romanos, dice: «No os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto» (12,2). En efecto, la contemplación tiende a crear en nosotros una visión sapiencial, según Dios, de la realidad y a formar en nosotros «la mente de Cristo» (1 Co 2,16). La Palabra de Dios se presenta aquí como criterio de discernimiento, «es viva y eficaz, más tajante que la espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón» (Hb 4,12). Conviene recordar, además, que la lectio divina no termina su proceso hasta que no se llega a la acción (actio), que mueve la vida del creyente a convertirse en don para los demás por la caridad.”