8 y 9 de Enero de 2022
“Tú eres mi Hijo, el amado”
La noticia que en el río Jordán un hombre, tenido por muchos como un verdadero profeta, realizaba ritos de purificación del ‘perdón de los pecados’ en sus aguas y que hablaba de Dios como si de sus labios saliera fuego, como un antiguo profeta, llegó hasta a una remota y desconocida aldea llamada Nazaret, hoy en el actual estado de Israel, entonces Palestina, en el año 30, más o menos, de nuestro calendario. El carpintero de esa aldea, hombre huesudo y entrado en años, hijo soltero de una viuda, decidió ir al Jordán para ver al profeta, de nombre Juan, de quien todos hablaban.
El encuentro de Jesús, que así se llamaba el carpintero, con Juan en el Jordán señalará el inicio de procesos y transformaciones religiosas, culturales e históricas que han dejado huellas profundas en el acontecer histórico-religioso y en el cómputo del tiempo de la humanidad. Jesús en el Jordán va a descubrir su auténtica personalidad, vocación y destino. Después de aquel viaje habrá un ‘antes’ y un ‘después’ en el despliegue y realización de la misma humanidad.
La festividad del recuerdo del Bautismo del Señor marca en el calendario litúrgico el fin del Tiempo de Navidad y el inicio del Tiempo Ordinario. El bautismo es el principal rito de iniciación cristiana y señala nuestra pertenencia a la comunidad de los que, de manera libre y consciente, siguen a Jesús, llamado el Cristo, y optan en sus vidas y en sus decisiones por los principios y valores que sostuvieron a Jesús y que nos fueron transmitidos, con la fuerza del Espíritu Santo, por los Apóstoles.
Primera lectura del Profeta Isaías 42, 1-4. 6-7
Salmo 28, 1a y 2. 3ac-4. 3b y 9b-10 R. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Segunda lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 34-38
Evangelio según San Lucas 3, 15-16. 21-22
Parte 3. Cómo obtenemos la vida en Cristo
PRIMERA SECCIÓN. Para qué estamos en la tierra, qué debemos hacer y cómo nos ayuda el Espíritu Santo de Dios
CAPÍTULO SEGUNDO. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»
EL SÉPTIMO MANDAMIENTO: No robarás.
440 ¿Están obligados los cristianos a comprometerse en la política y en la sociedad?
Es una misión especial de los fieles LAICOS comprometerse en la política, la sociedad y la economía, según el espíritu del Evangelio, la caridad, la verdad y la justicia. Para ello la DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA les ofrece una orientación clara. La participación activa en la política de partidos no es compatible con el ministerio de los OBISPOS, PRESBÍTEROS y religiosos. Deben estar disponibles para todos.
441 ¿Qué dice la Iglesia de la democracia?
La Iglesia apoya la democracia porque, entre los sistemas políticos, es el que ofrece las mejores condiciones para que se realicen la igualdad ante la ley y los derechos humanos. Pero, para ello, la democracia debe ser algo más que un mero dominio de la mayoría. Una verdadera democracia es posible únicamente en un Estado de derecho que reconozca los derechos fundamentales de todos y, en caso necesario, los defienda contra la voluntad de la mayoría. La historia nos enseña que tampoco la democracia ofrece una protección absoluta frente a los ataques a la dignidad humana y los derechos humanos. Está siempre en peligro de convertirse en la tiranía de la mayoría sobre una minoría. La democracia vive de presupuestos que ella misma no puede garantizar. Por eso especialmente los cristianos deben estar atentos a que no se socaven los valores sin los que una democracia no es duradera.
442 ¿Cuál es la postura de la Iglesia ante el capitalismo y ante la economía de mercado?
Un capitalismo que no esté insertado en un ordenamiento jurídico sólido corre el riesgo de “desvincularse del BIEN COMÚN y de convertirse en un mero instrumento del afán de lucro de algunos. A esto se opone la Iglesia decididamente. Por el contrario, aprueba una economía de mercado que esté al servicio del hombre, evite los monopolios y garantice a todos el suministro de los bienes y el trabajo necesarios para vivir. La DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA valora todas las organizaciones sociales en función de su servicio al bien común, es decir, en la medida en que «los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección» (Concilio Vaticano II, GS). Esto es válido también para la economía que, en primer lugar, tiene que estar al servicio del hombre.
