miércoles, 10 de marzo de 2021

HOJA PARROQUIAL. IV DOMINGO DE CUARESMA "LAETARE". CICLO B

 


  HOJA PARROQUIAL

13 y 14 de Marzo de 2021
Domingo IV de Cuaresma "Laetare". Ciclo B.
Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.

“Porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre”



 


  No siempre es fácil alegrarse en el Señor. La liturgia de este domingo nos llama a alegrarnos, pero a veces nuestro corazón no puede hacerlo. El Libro Segundo de las Crónicas nos cuenta de las infidelidades de nuestros antepasados en la fe. Ellos simplemente no podían permanecer fieles a Dios, e iban de mal en peor. Hoy a veces parece que nuestro mundo sigue en la misma dirección. Baste sólo pensar en la innumerable gente inocente que muere en cualquier ataque terrorista alrededor del mundo. ¿Cómo puede ocurrir eso en nuestro mundo?


  Dios permite el mal, pero Dios no hace el mal. A veces nuestros corazones resisten a Dios porque el mal ha tocado demasiado cerca de nosotros. En el relato del Libro Segundo de las Crónicas, Dios permite a su pueblo retornar a su tierra. Esto no ocurre porque el pueblo se haya vuelto bueno, sino sólo porque Dios es misericordioso. No vuelve nuestros pecados contra nosotros.


  El Evangelio de San Juan refleja también eso: mira al Señor de la misericordia y quedarás curado. Juan es muy claro: Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara a través de él. Cada vez que nos enfrentamos con una imagen de Dios que hace aparecer a Dios como alguien que está esperando destruirnos o condenarnos, debemos pensar en este pasaje. Dios nos ama mucho más de lo que nosotros nos amamos a nosotros mismos.


  La Carta a los Efesios nos dice que cuando estábamos muertos por nuestras transgresiones, Dios nos levantó para que viviéramos con él. Muy a menudo los cristianos no creemos realmente que Dios pueda amarnos tanto, y nos representamos imágenes limitadas del amor de Dios por nosotros. Pensemos en la parábola del hijo pródigo: el padre corre a recibir al hijo antes de que este tenga oportunidad de pedir disculpas. Sería un sinsentido que Dios tratará a su pueblo de otra manera que con amor.


  Frecuentemente ocurre que no nos amamos a nosotros mismos porque no confiamos en Dios. Permitamos que Dios nos ame en este tiempo de Cuaresma. ¿Llegaremos a confiar en que él nos ama más de lo que podemos imaginar? ¡Entonces podemos alegrarnos en el Señor!







LECTURAS


Primera lectura del segundo libro de las Crónicas 36,14-16.19-23


En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pue­blo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abo­minables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén.


El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal unto que ya no hubo remedio.


Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron es­clavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías:


«Hasta que el país haya pagado sus sábados,

descansará todos los días de la desolación,

hasta que se cumplan los setenta años.»


En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de pala­bra y por escrito en todo su reino:


«Así habla Ciro, rey de Persia:

"El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los rei­nos de la tierra.

Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá.

Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!"»


Salmo 136,1-2.3.4.5.6: Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.


Junto a los canales de Babilonia

nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;

en los sauces de sus orillas

colgábamos nuestras cítaras. R/.


Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar;

nuestros opresores, a divertirlos:

«Cantadnos un cantar de Sión.» R/.


¡Cómo cantar un cántico del Señor

en tierra extranjera!

Si me olvido de ti, Jerusalén,

que se me paralice la mano derecha. R/.


Que se me pegue la lengua al paladar

si no me acuerdo de ti,

si no pongo a Jerusalén

en la cumbre de mis alegrías. R/.


Segunda lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2,4-10


Hermanos:

Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo -por pura gracia estáis salvados-, nos ha re­sucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él.

Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir.

Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.


Evangelio según san Juan 3,14-21


En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

-«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.

Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.

En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»

YOUCAT


Parte 3. Cómo obtenemos la vida en Cristo


PRIMERA SECCIÓN. Para qué estamos en la tierra, qué debemos hacer y cómo nos ayuda el Espíritu Santo de Dios


CAPÍTULO PRIMERO. La dignidad del hombre


315 ¿Qué es en realidad un pecado?


Un pecado es una palabra, un acto o una intención, con la que un hombre atenta, consciente y voluntariamente, contra el verdadero orden de las cosas, previsto así por el amor de Dios. Pecar significa más que infringir alguna de las normas acordadas por los hombres. El pecado se dirige libre y conscientemente contra el amor de Dios y lo ignora. El pecado es en definitiva «el amor de sí hasta el desprecio de Dios» (san Agustín), y en caso extremo la criatura pecadora dice: Quiero ser «como Dios» (Gén 3,5). Así como el pecado me carga con el peso de la culpa, me hiere y me destruye con sus consecuencias, igualmente envenena y afecta también a mi entorno. En la cercanía de Dios se hacen perceptibles el pecado y su gravedad. 


316 ¿Cómo se pueden distinguir los pecados graves (pecados mortales) de los menos graves (pecados veniales)?


El pecado grave destruye en el corazón del hombre la fuerza divina del amor, sin la que no puede existir la felicidad eterna. Por ello se llama pecado mortal. El pecado grave aparta de Dios, mientras que los pecados veniales sólo enturbian la relación con él. Un pecado mortal corta la relación de un hombre con Dios. Tal pecado tiene como condición previa que se refiera a una materia grave y que sea cometido con pleno conocimiento y consentimiento deliberado. Son pecados veniales los referidos a materias leves, o los pecados que se dan sin pleno conocimiento de su trascendencia o sin consentimiento deliberado. Estos últimos pecados afectan a la relación con Dios, pero no rompen con él.


317 ¿Cómo se libera uno de un pecado grave y se une de nuevo a Dios?”


Para reparar la ruptura con Dios que se da con un pecado grave, un católico debe reconciliarse con Dios por medio de la confesión.


318 ¿Qué son los vicios?


Los vicios son costumbres negativas adquiridas que adormecen y oscurecen la conciencia, abren a los hombres al mal y los predisponen al pecado. Los vicios humanos se encuentran en la cercanía de los pecados capitales: soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza. 


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