martes, 3 de noviembre de 2020

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

HOJA PARROQUIAL

7 y 8 de Noviembre de 2020
Domingo XXXII del Tiempo Ordinario. Ciclo A.
Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.

“Velad porque no sabéis el día ni la hora”



    Las lecturas de hoy nos invitan a estar vigilantes (Evangelio), con las lámparas encendidas ante la inminente llegada del Señor. Él-está-con-nosotros, pero la hora de su llegada definitiva para cada uno en particular, no la sabemos. Pedagógicamente se nos invita a no bajar la vigilancia, pues podemos perder de vista a este Dios que se manifiesta en los distintos acontecimientos de nuestra vida, y del cual gozaremos definitivamente en el Reino eterno.

  Esa búsqueda la debemos llevar a cabo en la Palabra, pues ella es la fuente de la Sabiduría, y en las distintas experiencias de la vida, y ha de ser intensa, pero serena; no nos debe agobiar, pues la búsqueda de la Sabiduría ya es poseerla. 







LECTURAS


Primera lectura del libro de la Sabiduría 6, 12-16


Radiante e inmarcesible es la sabiduría, la ven con facilidad los que la aman y quienes la buscan la encuentran. Se adelanta en manifestarse a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa, pues la encuentra sentada a su puerta. Meditar sobre ella es prudencia consumada y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones. Pues ella misma va de un lado a otro buscando a los que son dignos de ella; los aborda benigna por los caminos y les sale al encuentro en cada pensamiento.


Salmo 62, 2abc. 2d-4. 5-6. 7-8 R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.


Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.


¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R/.


Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R/.


En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo. R/.


Segunda lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-18


No queremos que ignoréis, hermanos, la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto. Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor: nosotros, los que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto; pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar; después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, por los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.


Evangelio según san Mateo 25, 1-13


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Qué llega el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió:  En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».

YOUCAT

CAPÍTULO TERCERO. Los sacramentos al servicio de la comunidad y de la misión


El Sacramento del Orden


255 ¿Qué sucede en la ordenación diaconal?


En la ordenación diaconal el candidato recibe el encargo de un servicio propio dentro del orden. Porque representa a Cristo como el que no ha venido a «ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20,28). En la liturgia de ordenación se dice: «En el servicio de la Palabra, del altar y de la caridad, el DIÁCONO está disponible para todos». El prototipo del DIÁCONO es el mártir san Esteban. Cuando los APÓSTOLES, en la comunidad primitiva de Jerusalén, se vieron desbordados por la abundancia de tareas caritativas, buscaron a siete hombres «para servir las mesas», que fueron ordenados por ellos. Esteban, el primero en ser nombrado, actuó «lleno de gracia y poder» a favor de la nueva fe, así como de pobres de la comunidad. Después de que durante siglos el diácono haya sido sólo un grado del Orden en el camino al presbiterado, hoy es nuevamente una vocación independiente para célibes y para casados. Por un lado era preciso destacar con ello de nuevo el carácter de servicio de la Iglesia, por otro se quería, como en la Iglesia primitiva, poner junto a los PRESBÍTEROS un estado que asuma determinados encargos pastorales y sociales de la Iglesia. También la ordenación diaconal marca al ordenado para toda la vida y de modo irrevocable.


256 ¿Quién puede recibir el sacramento del Orden?


Puede ser ordenado válidamente como DIÁCONO, PRESBÍTERO y OBISPO el varón bautizado, católico, que es llamado a este ministerio por la Iglesia. 


257 ¿Es un desprecio a las mujeres el hecho de que sólo los varones puedan recibir el sacramento del Orden?


La decisión de que sólo los varones puedan recibir el orden sagrado no es ningún desprecio a la mujer. Ante Dios, varón y mujer tienen la misma dignidad, pero diferentes tareas y CARISMAS. Para la Iglesia es vinculante el hecho de que Jesús, al instituir el sacerdocio en la Última Cena, eligiera exclusivamente a varones. El papa beato Juan Pablo II declaró en el año 1994 que «la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia». Como ningún otro hombre de la Antigüedad, Jesús revalorizó provocativamente a las mujeres, les concedió su amistad y las tomó bajo su protección. Había mujeres entre sus seguidores y Jesús valoraba mucho su fe. Al fin y al cabo la primera testigo de la Resurrección es una mujer. Por ello María Magdalena es denominada «apóstol de los APÓSTOLES». Sin embargo, el sacerdocio ordenado y el ministerio pastoral siempre se ha conferido a sólo a varones. En el sacerdote varón la comunidad ha de encontrar representado a Jesucristo. El sacerdocio es un servicio particular que se vale del hombre también en su rol sexual de varón y padre. Pero no es ninguna forma de superioridad masculina sobre las mujeres. Las mujeres tienen una función en la Iglesia, como vemos en María, que no es menos central que la de los hombres, pero es una función femenina. Eva fue madre de todos los que viven (Gén 3,20). Como «madres de los que viven» las mujeres tienen dones y capacidades singulares. Sin su modo de enseñanza, de anuncio, de caridad, de espiritualidad y de cuidado de las almas, la Iglesia estaría «hemipléjica». Allí donde los varones utilizan su ministerio sacerdotal como instrumento de poder o no dejan entrar en juego a las mujeres con sus carismas específicos, faltan contra el amor de Cristo y contra el Espíritu Santo.


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