viernes, 30 de septiembre de 2022

jueves, 29 de septiembre de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 30 DE SEPTIEMBRE DE 2022

  Lc 10,13-16: Quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.


En aquel tiempo, dijo Jesús:

«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza.

Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.

Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.

Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».


Jesús es enviado por el Padre, por eso, el que lo rechaza, rechaza al que lo ha enviado. Los mismo pasaba cuando rechazaban a los discípulos de Jesús.


Y me pregunto que es rechazar a Jesús:

Por un lado es evidente que la acepción más propia puede ser aquel que rechaza explícitamente a Jesús. Algunos por desconocimiento, otros con conocimiento. 

Puede haber otro tipo de rechazo: no oír su palabra.

Hay un rechazo más sutil: no hacer sus obras. Pero también puede ser cuando no creemos en su Palabra. 

Y de esa manera, rechazamos a Dios Padre. 

Se puede rechazar a Jesús rechazando a las personas.


Puedo pensar ahora si yo rechazo a Jesús, a su palabra, a sus acciones. Si rechazo a las personas.

HOMILÍA EN EL DÍA DE SAN MIGUEL

 Llevamos varios días meditando sobre esta lectura de la carta de San Pablo a los Efesios, y más en concreto a la simbología de los atuendos de los guerreros, que vemos que también los tiene en su imagen. Nombramos la coraza de la justicia, el escudo de la fe y el yelmo de la salvación. Pero nos faltó la cintura ceñida con la verdad, los pies con la prontitud para el evangelio de la paz y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. Así tenemos una visión completa.

Veremos de una manera breve cada una de ellas:


Coraza de la justicia


Decíamos que la coraza de la justicia era una coraza para mis relaciones con Dios y con las personas. Unas relaciones justas, basadas en el respeto, en la verdad, en la coherencia, en la lealtad, en la verdad. Esta relación justa con Dios consistía en considerarnos “agraciados” de su amor, salvados gratuitamente. Es reconocer que el Señor ha tenido misericordia de nosotros y de nuestros pecados. Una relación justa con Dios es reconocer que todo lo recibimos de Él.

Esta coraza nos protegía de la tentación del desánimo, del orgullo, del engreimiento.


Escudo de la fe


Al día siguiente buscábamos embarazarnos el escudo de la fe. Este escudo nos defendía de las insidias del enemigo. Insidias que nos ponen en grave peligro con relación a nuestro amigo. Sin embargo, San Pablo, nos invita a esperar cuando se ha perdido toda esperanza. 

Ante ello la fe nos defiende de las fuerzas oscuras.

La fe es la actitud fundamental del hombre frente a Dios.

La fe es un acto libre y espontánea por el que nos adherimos personalmente a Dios en Cristo. Por tanto, la fe es, antes que nada, la entrega personal de nosotros a Dios, nuestra correspondencia a la palabra de Dios.

La fe es en una persona es consagración y entrega personal a Jesús como el Salvador, a Dios Todopoderoso.

La fe es también una mirada que penetra los acontecimientos y las situaciones, los estados, de manera que podamos descubrir la mano de DIos en todo.

Es por tanto, un escudo muy fuerte y poderoso, por más que las fuerzas del mal puedan ser intensas, porque podemos descubrir como Dios actúa de un modo grandioso en nosotros y como toda nuestra jornada es un milagro de Dios, un don suyo y gozar de esta participación que Dios nos da en su extraordinario fuerza y poder, los mismos con los que resucitó a Cristo y se manifiestan ahora en nosotros. Y esto es indestructible. 

A través del espíritu de fe, debemos hacer de esta un escudo contra las mezquindades, las trivialidades de la vida cotidiana, que tiende de continuo a hacernos ver los aspectos mezquino bajos y de poco esplendor de la vida.

A través del escudo de la fe debemos rechazar las tentaciones de restringir nuestra vida a un significado mezquino y de considerarla en su globalidad tal como Dios la va realizando cada día.

 

Yelmo de la salvación


Por último, anoche le pedíamos a San Miguel que nos coloque el yelmo de la salvación. Decíamos que no nos lo poníamos nosotros, sino que lo recibíamos de Dios.

Recibir el yelmo de la salvación era participación de la pasión de nuestro Señor Jesucristo y esto lo hacíamos en la vida cotidiana en nuestras humillaciones, cuando experimentábamos debilidad en el cuerpo, en la psique, en el espíritu. Pero también decíamos que la humillación fundamental era el reconocer saber que todo lo recibimos, que nada es nuestro, que podemos hacer muy poco por nosotros mismos y por los demás; más aún que en realidad no podemos hacer nada frente a Dios, que todo es don suyo. Ésta es la humildad fundamental en nuestra vida.

Este yelmo de la salvación nos protege también de todas formas de vanidad, de la vanagloria que nos hace perder la cabeza


Cintura ceñida con la verdad


Pero en el texto también se nos pide que nos ciñamos la cintura con la verdad. En la Biblia ceñirse la cintura es sinónimo de prontitud, prontitud a hacer algo, disponibilidad. San Pablo nos pide disponibilidad para la verdad se refiere a todo el plan de Dios. Esa es la verdad total del Universo. Es un plan de salvación, del que no debemos despistarnos, por ello, todo lo que Dios quiere es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Eso significa que cualquier pequeño punto del plan, (que podríamos ser nosotros), es una pieza de un engranaje mayor, que pretende conseguir ese fin. 

Cualquier llamada que nos haga Dios es visto solamente dentro del PLAN.


Los pies con la prontitud para el evangelio de la paz


Es evidente que esta expresión es parecida a la anterior, nos invita a estar preparados para esa misión, en este caso, el evangelio de la paz. En San Pablo, es derribar el muro de separación, el muro de la división. Nos invita a estar prontos para el evangelio de la reconciliación, a la fraternidad, al entendimiento. Esta paz y entendimiento produce alegría, la alegría interior y profunda. El mayor arma contra el mal. Esta paz nunca será equilibrio, sino también participación en la ofrenda de Jesús cuando todo se pone complicado, porque no podemos nosotros, como ya hemos visto, y sobretodo, porque nunca es obra nuestra. 


La espada del espíritu que es la Palabra de Dios


Por último, San Pablo nos invita a utilizar la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios. En realidad la Palabra de Dios es nuestra mayor arma, de la cual se derivan las anteriores. Porque la Palabra de Dios contiene toda la verdad y la Palabra alimenta nuestra fe, nos ilumina para tener unas relaciones más justas entre nosotros y con Dios.

Es una espada porque es un arma afilada que permite separar, distinguir entre lo bueno y lo malo, por ello, ésta es faro, luz, esperanza de todas las demás. armas.


En definitiva, San Pablo nos anima a vestirnos con cada una de estas armas, para el combate que cada uno tiene que batallar cada día hasta el final de los tiempos. Recuerda, Dios nos ha dado una serie de armas poderosísimas, capaces de destruir el mayor enemigo que tenemos. Sobre todo porque las armas, son Él mismo regalándonos su amor, su gracia, sus dones. Tenemos sus armas, pero nosotros no somos las armas. Las armas son Dios en nuestra vida.


martes, 27 de septiembre de 2022

HOMILÍA EN EL TERCER DÍA DEL TRIDUO A SAN MIGUEL. “San Miguel, dónanos el yelmo de la salvación”

 3º DÍA TRIDUO A SAN MIGUEL. “San Miguel, dónanos el yelmo de la salvación”


Ef 6, 11-18: Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo

Sal 87,10bc-11.12-13.14-15: Llegue hasta ti mi súplica, Señor.

Lc 9,57-62: Te seguiré adondequiera que vayas.


Igual que en los días anteriores, nos quedamos expectantes con lo que San Pablo nos quiere decir con el yelmo de la salvación. Es una metáfora que también vemos en el profeta Isaías. 

Se presenta la acción de dios que pone las cosas en su sitio la acción de un dios que hace justicia y que se reviste de la justicia como de una coraza. El cristiano, por tanto, participa de la obra de la salvación de Dios. Esto en griego tomado el pie de la letra no dice “tomad” como se ha traducido muchas veces sino recibir, es decir, ponernos en la condición de quien recibe de dios la salvación.


La acción salvífica pertenece a Dios. En ese sentido la exhortación está en línea con todo el resto del fragmento, que nos muestra como el cristiano ha sido acorazado, armado y preparado, no tanto para que se ponga el fuego por sí mismo sino para que se abandone totalmente a la acción salvífica de Dios.

Por consiguiente: sometidos con plena confianza al plan divino de salvación, tal como se ha manifestado en la muerte y la resurrección de Cristo.

Lo que significa: dejarse invadir por esta salvación que nos manifiesta Cristo, dejarse llenar de él y por él.


Nos podemos preguntar ahora qué significa en la práctica aceptar plenamente la salvación manifestada en la muerte y resurrección de Jesús, intentando, por último aplicarnos a nosotros mismos esta doctrina.


En otro lugar, San Pablo pide conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento. Significa que existe un conocimiento del amor de Cristo que sobrepasa todo nuestro conocimiento. A saber: sin una íntima experimentación interior del amor de Cristo, es imposible hacernos una idea de la "anchura, largura, altura y profundidad" del mismo.


En consecuencia, San Pablo pide que también nosotros podamos estar invadidos por el amor de Cristo, que lo sintamos rebosar en nosotros y que podamos intuir que esto es todavía nada frente a lo que el amor de Cristo podría mostrarnos.

Es precisamente esto el aceptar el yelmo de la salvación, o sea, dejarse invadir, abrir las puertas y ventanas del corazón al amor de Cristo porque nos ha llenado, no ha colmado por completo desde el interior.


Ponerse el yelmo en la vida cotidiana sería también, como diría San Pablo en la carta a los Filipenses, aceptar la participación los sufrimientos para conocer el poder de la resurrección.


Participar íntimamente en los sufrimientos de Jesús es lo que la experiencia de San Pablo nos habla de la fuerza en la debilidad. Cada vez que experimentamos otra fragilidad, nuestra fatiga, nuestra insuficiencia física o, en algunas ocasiones psicológica, entramos de hecho en una participación en la divinidad de Cristo, en su misma pasión. Sin hacer cosas estrepitosa nosotros también entramos de hecho en el día día participar en la humillante debilidad del cuerpo, de la psique, de lo físico de la corporeidad que Jesús experimentó en la pasión y muerte. Hay que ser consciente de esto.


Y también participan íntimamente los sufrimientos de Jesús es la experiencia de la humillación: nuestra misma debilidad debilidad es ya humillante en sí misma, pero hay muchas otras humillaciones que forman el tejido nuestra vida diaria que se encuentra en el fundamento de lo que podríamos llamar la “humillación fundamental”: saber que todo lo recibimos, que nada es nuestro, que podemos hacer muy poco por nosotros mismos y por los demás; más aún que en realidad no podemos hacer nada frente a Dios, que todo es don suyo. Ésta es la humildad fundamental en nuestra vida. Este yelmo de la salvación nos protege también de todas formas de vanidad, de la vanagloria que nos hace perder la cabeza.


Es extremadamente importante aprovechar todo lo que nos ofrece nuestra experiencia de cada día, a fin de que le conozcamos a él en la participación de su sufrimiento. Deberíamos empezar a valorar, a no rechazar, no esconder, a no descartar la realidad de humilde participación en la pasión de Jesús, que nuestra humilde jornada nos pone por delante.


San Pablo nos habla de sentir la fuerza de la resurrección podríamos entender que esto sería dejar sitio el espíritu cobra nosotros, percibir y abrir las puertas de todo a toda la actividad de entrega voluntariosa, de servicio, de serenidad, de fe, de amor que el espíritu subsiste en nosotros es la manifestación del resucitado todo lo que nosotros vida y lleva la vida todas esas realidades constituyen la participación cotidiana en la fuerza de la resurrección.


Por tanto, se nos pide que recibamos o nos dejemos poner el yelmo de la salvación.

HOMILÍA DEL SEGUNDO DÍA DEL TRIDUO A SAN MIGUEL. “San Miguel, entréganos el escudo de la fe”

 2º DÍA TRIDUO A SAN MIGUEL. “San Miguel, entréganos el escudo de la fe”


Ef 6, 11-18: Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo

Sal 87,2-3.4-5.6.7-8: Llegue hasta ti mi súplica, Señor.

Lc 9,51-56: Tomó la decisión de ir a Jerusalén.




Anoche hablábamos de la coraza de la justicia, y hoy sobre el escudo de la fe. Ambos nos protegen, el escudo y la armadura o coraza. En concreto, nos dice San Pablo: “Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno”.

Hay varias palabras que tendremos que entender bien, el contexto y el significado que San Pablo le quiere dar. 


Empecemos por esas flechas incendiarias del maligno.

Podemos preguntar qué son esos dardos, quién es el enemigo y cuál es la actitud como que como escudo apaga esas flechas incendiarias.

Son flechas disparadas que no se lo pinchan quieren sino que están provistas de estopa encendida. Son capaces de destruir una casa, de superar un muro defensivo.


Son una serie de insidias que ponen al amigo de Dios en grave peligro; y el amigo de Dios debe proclamar a menudo su confianza en el Señor como el único que puede liberarle de estas insidias.


Se invita al amigo de Dios a proclamar su propia confianza cuando se ha perdido la esperanza.

El enemigo de Dios, ¿qué significa eso? Podemos clasificar ahí una serie de energías negativas en las cuales deriva todo ello. No se trata de personas concretas sino simplemente hay realidades en el mundo que no se explican sin algo más. San Pablo, en el texto que estamos contemplando nos dice: “nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire.”


Son fuerzas potentes porque tienen una actividad, una eficacia y una determinación potente.


Son fuerzas tenebrosas que tienden a crear oscuridad, ambigüedad, como promesas vagas, esperanzas etéreas. Y Dios es claridad, la luz. Se nos pide ser hijos de la luz, no de las tinieblas.


Son fuerzas malignas que tienen una intención perversa e intención de perjudicar, hacer daño y degradar el hombre.


Tenemos que tener en cuenta que ciertas tentaciones que nos acechan no son por debilidad nuestra, sino por una atmósfera de auténtica enemistad contra el hombre, contra su dignidad, contra su integridad, que nos hace comprender que nos encontramos frente algo malvado, corrupto.

Eso lo podríamos traducir hoy al concepto de mentalidad secular.

Esta mentalidad una mentalidad reductora porque tiende a prescindir de dios y aplicarlo y a explicarlo todo sin él. 


Esta mentalidad también es una mentalidad mezquina porque solo ver el aspecto trivial de las cosas se pierde y se pierde el sentido de la dignidad del hombre, de su grandeza, de sus posibilidades reales. 

Esa mentalidad es disolvente también porque tiende a desanimar todo esfuerzo.


Ante ello la fe nos defiende de las fuerzas oscuras.

La fe es la actitud fundamental del hombre frente a Dios.


La fe es adhesión personal a Dios en Cristo.


La fe es un acto libre y espontánea por el que nos adherimos personalmente a Dios en Cristo. Por tanto, la fe es, antes que nada, la entrega personal de nosotros a Dios, nuestra correspondencia a la palabra de Dios.

La fe es en una persona es consagración y entrega personal a Jesús como el Salvador, a Dios Todopoderoso.


La fe es proclamación de la verdad revelada.


Pero la fe también es proclamación de verdades reveladas.

Debemos ponernos frente a esas verdades para alimentar con ellas nuestra alma, de modo que ensanchemos nuestro panorama y veamos el pequeño problema particular que nos interesa, que nos preocupa que nos turba en el marco del designio de Dios.


La fe es mirada.


La fe es una mirada. Es la capacidad de ver cómo todas las cosas están ordenadas al fin de la salvación. Lo siguiente es la capacidad de gustar en cada cosa de la jornada su ordenación a la gloria de Dios y a nuestra salvación.


Es lo que San Pablo en esta misma carta (Ef 1, 17) llama espíritu de revelación: “El Dios de nuestro señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os de un espíritu sabiduría y de revelación para un más profundo conocimiento de él”


Es decir es la capacidad de reconocer a Dios tal como es.

Conocer y percibir como Dios actúa de un modo grandioso en nosotros y como toda nuestra jornada es un milagro de Dios, un donsuyo y gozar de esta participación que Dios nos da en su extraordinario fuerza y poder, los mismos con los que resucitó a Cristo y se manifiestan ahora en nosotros.


A través del espíritu de fe, debemos hacer de esta un escudo contra las mezquindades, las trivialidades de la vida cotidiana, que tiende de continuo a hacernos ver los aspectos mezquino bajos y de poco esplendor de la vida.


A través del escudo de la fe debemos rechazar las tentaciones de restringir nuestra vida a un significado mezquino y de considerarla en su globalidad tal como Dios la va realizando cada día.


Pidamos pues que se nos dé como gracia está iluminación de la mente

lunes, 26 de septiembre de 2022

HOMILÍA PRIMER DÍA DEL TRIDUO A SAN MIGUEL: “San Miguel, comunícanos la coraza de la justicia"

 1º DÍA TRIDUO A SAN MIGUEL. “San Miguel, comunícanos la coraza de la justicia”


Ef 6, 11-18: Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo

Sal 16,1.2-3.6-7: Inclina el oído y escucha mis palabras.

Lc 9,46-50: El más pequeño de vosotros es el más importante.


Lectura de la carta de San Pablo a los Efesios


Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire. Por eso, tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes después de haber superado todas las pruebas. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia, y suplicando por todos los santos. 



Comenzamos el Triduo de San Miguel, reflexionando con esta lectura de San Pablo, que leeremos los tres días como primera lectura. Las expresiones simbólicas de San Pablo (la coraza de la justicia, el escudo de la fe, y el yelmo de la salvación) son las que han servido como títulos y temas de este Triduo. Si contemplamos la imagen de San Miguel, lo vemos ataviado con estos objetos, la coraza, el escudo, el yelmo. Por ello, no son temas forzados sino que estamos acostumbrados a mirar.


Nos toca reflexionar, en este primer día, sobre la coraza de la justicia. Tenemos que decir, que en el texto de San Pablo, la primera sería la cintura ceñida, que hace referencia a la prontitud en la disposición, la respuesta pronta a las invitaciones del Señor. Como sólo es un Triduo, no hay más días, por eso he elegido estos tres.


Como todo, 2000 años después, resulta complicado entender el concepto de justicia en San Pablo. Seguramente siempre pensamos en la justicia como justicia distributiva (dar a cada uno lo suyo), pero esa no es la justicia de Dios. 


Justicia hace referencia más bien, por lo menos en el hebreo, a poner en la justa relación con Dios y con los otros. Por ello, San José es calificado de justo. 

Es reconocer la necesidad de una relación transparente y equilibrada. Con Dios y con las personas.

Reconocer una relación justa es hacer obra de verdad.

Realizar una relación justa es llegar a ser justo en las relaciones personales.

Restablecer una relación cuando se ha roto, es también obra de la justicia.

Dios mismo es justo en cuanto que restablece, o sea, que vuelve a poner en su sitio las cosas equivocadas, entre los hombres.

San Pablo, al invitarles a la comunidad a revertirse con la coraza de la justicia, los invita a ponerse en la actitud de la santidad verdadera, típica del hombre nuevo. 


Profundicemos un poco más, ¿qué es lo que quiso subrayar al invitar a los fieles a revestirse con la coraza de la justicia?

Lo primero, indicarnos algo que nos defiende de nuestra vulnerabilidad; nos defiende de los razonamientos falaces y engañosos; nos defiende de las insidias del demonio, que querría llenarnos de desconfianza

Una relación justa con Dios es la que nos hace considerarnos “agraciados” de su amor, salvados gratuitamente.

Es reconocer que el Señor ha tenido misericordia de nosotros y de nuestros pecados.

Una relación justa con Dios es reconocer que todo lo recibimos de Él.

Todo esto, la humildad, nos defiende de la tentación de desánimo, de orgullo, de engreimiento.

Es una relación de reconocimiento:

¡Gracias gracias señor por haber hecho de mí, pobre, algo grande!

¡Gracias señor porque me has vivificado en Cristo!.

¡Gracias señor porque en Cristo has vivificado el mundo, porque en Cristo has vivificado la iglesia!.


Esta coraza nos hace mantenernos en la relación justa también con las personas. La actitud de humildad con Dios nos lleva a la humildad con las personas. La actitud justa con los demás es la humildad, mansedumbre, paciencia, soporte, deseo de unidad. 

Y si seguimos mirando en el mismo San Pablo, todavía concreta más estas actitudes. Hablamos del capítulo 4, versículos del 25 al 32. La veracidad, el perdón, el trabajo, las palabras que edifican, el rechazo de toda amargura, la cortesía y por último, la benevolencia.


  1. Decir la verdad

Si formamos parte de una unidad en Cristo, nos sentimos también entre nosotros unidos. Y ello provoca confianza. Por ello la mentira es la gran destructora de la confianza, y también el comunicar los defectos ajenos.

  1. Dominar los sentimientos negativos

Nuestra conciencia de pequeñez incluye también saber que no estamos inmunizados contra la ira, la repulsa o antipatía ante alguna persona. Pero si podemos vigilar y redimensionar estos sentimientos negativos. El mejor medio de abrir la puerta a otras tentaciones es conservar el mal humor y la intolerancia. Al perder la coraza de nuestra conciencia tranquila, Tenemos un punto vulnerable, sobre el que trabajan otras tentaciones para turbarnos por estar turbados para desanimarnos de estar desanimados.

  1. Trabajar honestamente.

El trabajo tiene una importancia capital en una comunidad. No trabajamos para nosotros mismos, sino para construir un mundo mejor. San Pablo recomienda trabajar donde sea posible, para ayudar a alguien que se encuentra en estado de necesidad. También vemos que en muchas órdenes, el trabajo manual es muy importante para dominar la vida, para evitar la ociosidad. O también es un escudo una defensa contra la conciencia inquieta y contra las dificultades que siempre se encuentran cuando una persona sabe que es una carga para los otros.

  1. Usar palabras buenas

Que nuestra hablar sea siempre para ayudar, para conciliar, para construir armonía.

  1. No entristecer al espíritu

Todo lo que está contra la paz y la concordia entristece al espíritu. Las arrogancias contra la vida comunitaria constituyen un atentado contra la misma obra de dios que es precisamente obra de paz y de fusión.

  1. Hacer desaparecer toda aspereza

El espíritu de amargura es lo que viene siendo reconocido como espíritu de la tentación.

No hay nada más contrario nuestra relación con nosotros que el juicio fulminante sobre las personas, sobre las cosas, sobre las situaciones, sobre la iglesia. Si nos fijamos en los últimos años de la vida de la iglesia, podremos ver cuántos quintales amargura se le han derramado encima; Lamentando hacer una cosa y de la otra, viendo el aspecto negro de donde situaciones, sin confianza, sin esperanza, sino una apertura a la optimismo, a la edificación.

  1. Cultivar la benevolencia.

Dulce el plan de dios y también nosotros, ahora, debemos vivir según este plan, es la verdad y la justicia. 


Revistámonos de la coraza de la justicia, con Dios y con los demás. San Migue, tú que estás ataviado con la coraza de la justicia, revístenos de ella.

sábado, 24 de septiembre de 2022

ANTE EL ENVÍO DE LOS CATEQUISTAS



Ante la inminencia de la llegada del ciclón tropical, les comunico lo siguiente.

  1. Las misas en principio, no se suspenden.
  2. Hoy estaba programado el envío de los catequistas. En principio se hará, y se les había convocado a todos para acompañarlos.
  3. Por eso, para no arriesgarse, les invito a estar presente de manera online en las misas del sábado en el carmen a las 18:30 (para los del Puerto) y en la del domingo para los del pueblo (a las 11).
  4. También para facilitarte la inscripción, para hacernos una idea de quien contamos, mandar un WhatsApp al número 616868760 diciendo el nombre, el curso y la parroquia.  
  5. Enlace misa del Carmen https://youtu.be/uHyL23YSPgo
  6. Enlace misa de San Miguel https://youtu.be/km73Pti697k
  7. Si no encuentras el enlace, te conectas en el canal de youtube de “parroquias de tazacorte” y verás la emisión. Sería bueno suscribirte y darle a la campanilla de notificación, así no te pierdes ninguna emisión. 

jueves, 22 de septiembre de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 23 DE SEPTIEMBRE DE 2022

 Lc 9,18-22: Tú eres el Mesías de Dios. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.


Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos y les preguntó:

«¿Quién dice la gente que soy yo?».

Ellos contestaron:

«Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas».

Él les preguntó:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Pedro respondió:

«El Mesías de Dios».

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Porque decía:

«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».


La pregunta que Lucas pone en boca de Herodes, ahora la pone en boca de Jesús dirigida a los discípulos. A nosotros también, como sus discípulos. No nos quedemos en responder, sino contemplemos las respuestas que van dando y la contestación de Jesús.


A Jesús lo comparan con Juan Bautista, o con Elías. Respuestas incorrectas, incompletas. Jesús viene a ser la respuesta a todos ellos. Entonces pregunta a ellos directamente y la respuesta la da Pedro en nombre de todos. La respuesta es perfecta, de catecismo. Pero quizás, la interpretación podamos hacerla de manera incorrecta. Por eso, Jesús corrige.


Es el Mesías, pero un Mesías sufriente. Ése si es el verdadero Cristo. No hay otra imagen, otro camino, otra luz. 

El Mesías siempre es sufriente.

La salvación siempre pasa por la cruz. 

La fecundidad siempre pasa por la aridez.


¿A qué Mesías vemos en Jesús? ¿Qué Mesías queremos en nuestra vida? Date cuenta de sólo hay uno, el Cristo de la fe es el Jesús histórico y crucificado. El otro, es sólo fruto de mi imaginación.

miércoles, 21 de septiembre de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 22 DE SEPTIEMBRE DE 2022

 Lc 9,7-9: A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?


En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

Herodes se decía:

«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?».

Y tenía ganas de verlo.



Muchas veces, queremos hacernos a un Jesús a nuestra medida. Pero es imposible, siempre nos sorprenderá, es inabarcable. Con el permiso, permíteme que añada un texto de José Luis Martín Descalzo.


Espero que suscite en nosotros unas tremendas ganas de conocer y ver a Jesús. «¿Quién es este por quien tantos han muerto, a quien tantos han amado hasta la locura, de quien tantos han abusado para imponer sus dogmas personales y sus intereses? Desde hace dos mil años, su nombre ha estado en boca de millares de mártires y también -iay!- en boca de asesinos más o menos legales. Su doctrina inflamó el corazón de san Francisco de Asís y también -¡ay!-las hogueras de la intolerancia. Discípulos suyos se llamaron los santos, que abandonaron todo para seguirle, y discípulos suyos nos llamamos quienes hemos logrado -¡por fin!- compaginar su amor con el dinero. En su fe se inspira la monjita que en África abraza a los leprosos y en su fe creen inspirarse algunos que hoy toman la metralleta guerrillera y revolucionaria. A Él invocan el monje trapense que renuncia hasta a ser propietario de su palabra y el especulador que se santigua con gesto mecánico antes de festejar su último triunfo bolsístico. ¿Quién es, quién es este personaje que cruza de medio a medio la historia como una espada ardiente y que produce frutos tan opuestos de amor o de sangre, de entrega o de violencia, de locura o de vulgaridad ¿Quién es y qué hemos hecho de Él, cómo hemos usado o traicionado su voz, qué jugo misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras? ¿Es fuego u opio? ¿Es bálsamo que cura, espada que hiere o morfina que amodorra ¿Quién es? ¿Quién es? Pienso que el hombre que no ha respondido a esta pregunta puede estar bien seguro de que aún no ha comenzado a vivir y de que no es digno de pisar sobre la tierra que esa su sombra cruza para bendición o terror. (...) Albert Schweitzer ha llegado a afirmar que todos cuantos han tratado de contar la vida de Jesús han terminado contando la de «su» Jesús y proyectando sus preocupaciones religiosas y las de su generación sobre la verdadera historia del carpintero de Nazaret. Pero ¿es que esa verdadera historia es posible? ¿No será Cristo como un prisma con demasiadas caras, tantas que nunca será abarcable por un hombre en una sola vida humana y aun por toda una generación? (...) Y..., sin embargo, habría que buscar, habría que bajar a ese pozo. ¿Con la esperanza de llegar a entenderle? No, no; sabemos de sobra que nunca llegaremos a eso. La historia de veinte siglos nos enseña que todos cuantos han querido acercarse a Cristo con sus inteligencias siempre se han quedado a medio camino. Pasó ya así cuando Él vivía. Los que estaban a cada hora a su lado tampoco le entendían. Les desbordaba. Un día les parecía demasiado Dios, otro demasiado hombre. Le miraban, querían entender su misterio. y lograban admirarle, amarle incluso, pero nunca entenderle (...). Y, sin embargo, Él es la gran pregunta que todo hombre debe plantearse, aun con la seguridad de que toda respuesta quedará a medio camino (...) Quizá la suma de todos nuestros afanes por entenderle se parezca un poco a su rostro verdadero: el rostro santo que nos hace saber que sigue valiendo la pena de ser hombre, el rostro de la santa humanidad de nuestro Dios.»

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

    














  HOJA PARROQUIAL


24 y 25 de Septiembre de 2022
Domingo XXVI del Tiempo Ordinario. Ciclo C.


Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.


“Se abre un abismo inmenso”




   Sería un error entender esta parábola en clave de final de los tiempos, como un juicio sumarísimo y, mucho peor, como una amenaza de Jesús con esos detalles sobre “las temperaturas del infierno”. Todos somos ricos y tenemos Lázaros a nuestro alrededor. Jesús quiere desenmascarar la realidad, poniendo claros los peligros de quien solo se mira a sí mismo y no mira a su lado. De hecho, Jesús no pronuncia palabras de amenaza, si de condena.


    Lucas se recrea en un tema que le gusta, sabiendo que en su catequesis tiene que hablar de “aquí” y “allá” para hacerse entender: la vida aquí y ahora, la situación de “este tiempo” y el paso a la eternidad, reflejan un cambio sustancial. Hay un trastrueque de realidades, algo se pone al revés, como expresa María en su oración del Magníficat: los hambrientos de aquí, resulta que son colmados de bienes allá; los ricos de aquí son despedidos por vacíos “allá”. Es decir: los espejismos de nuestras satisfacciones y realizaciones, tienen poco que ver con la felicidad por compartir o tener sensibilidad ante el dolor ajeno. La realidad es que ya acontece en esta vida esta convulsión de actitudes.


    ¿Qué hacer para compaginar estas realidades “de aquí y de allá”? ¿Cómo compaginar nuestra vida con el sentido de eternidad, de esa otra realidad que tiene que ver con otra manera de vivir?








LECTURAS


Primera lectura del Profeta Amós 6, 1a. 4-7


Esto dice el Señor omnipotente:
«¡Ay de aquellos que se sienten seguros en Sion,
confiados en la montaña de Samaría!
Se acuestan en lechos de marfil,
se arrellanan en sus divanes,
comen corderos del rebaño y terneros del establo;
tartamudean como insensatos
e inventan como David instrumentos musicales;
beben el vino en elegantes copas,
se ungen con el mejor de los aceites
pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de José.
Por eso irán al destierro,
a la cabeza de los deportados,
y se acabará la orgía de los disolutos».


Salmo 145. Alaba, alma mía, al Señor.


El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.


El Señor abre los ojos al ciego,
Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.


Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad R/.


Segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 6, 11-16


Hombre de Dios, busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado y que tú profesaste noblemente delante de muchos testigos.
Delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que proclamó tan noble profesión de fe ante Poncio Pilato, te ordeno que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que, en el tiempo apropiado, mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver.
A él honor y poder eterno. Amén.


Evangelio según San Lucas 16, 19-31


En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».







DEFINICIONES

 

DIÁCONO El diácono (del griego diakonos= servidor) es el primer grado del sacramento del Orden en la Iglesia católica. Como dice el nombre mismo, el diácono se compromete especialmente en al ámbito caritativo (diaconía), sin embargo también enseña, da catequesis, proclama el Evangelio, predica y asiste en el culto divino.

 

DISCRECIÓN (del lat. discernere = discernir): Es la capacidad de diferenciar qué se puede decir y a quién.

 

DISPENSA Una dispensa (del latín medieval dispensare= conceder libertades) es en el Derecho Canónico católico la liberación de una ley eclesiástica. Una dispensa es competencia del obispo o de la Sede Apostólica.

 

DOBLE MORAL Se refiere a una moral practicada en público o también tácitamente, que mide «con doble vara de medir». Hacia fuera la persona de doble moral defiende metas y valores que no observa en su vida privada. «Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras» (1 Jn 3,18).

 

DOCE APÓSTOLES (del griego apostolos = mensajero, enviado): «Éstos son los nombres de los doce Apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el de Caná y Judas Iscariotes, el que lo entregó» (Mt 10,2-4)

 

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA / PRINCIPIOS SOCIALES Enseñanzas de la Iglesia acerca del orden de la convivencia social y para el logro de la justicia individual y social. Sus cuatro principios centrales son: personalidad, bien común, solidaridad y subsidiariedad.

 

DOGMA (del griego dogma = opinión, resolución, enseñanza): Una afirmación de fe, contenida en la Escritura y la Tradición, declarada por un Concilio o por el Papa como Revelación divina.

 

DOXOLOGÍA (del griego doxa = gloria): Una doxología es el cierre formal y solem­ne de una oración, como el final de la Plegaria Eucarística, que dice: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Con frecuencia las doxologías se dirigen al Dios trinitario, corno Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos, que es la fórmula con la que concluye normalmente una oración cristiana. 





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