Homilía del Carmen 2022
Gn 18,1-10a: Señor, no pases de largo junto a tu siervo.
Sal 14,2-3ab.3cd-4ab.5: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
Col 1,24-28: El misterio escondido desde siglos, revelado ahora a los santos.
Lc 10,38-42: Marta lo recibió. María ha escogido la parte mejor.
Las lecturas de hoy, este fin de semana, nos hablan de acoger y escoger. Abraham acoge la visita de estos tres personajes. Marta acoge a Jesús en su casa. Abraham escoge hacer lo que le dicen los personajes. María escoge la parte mejor.
Podríamos decir, y terminamos aquí, que María nuestra Madre acogió a su Hijo en su seno y durante toda su vida, ha escogido la parte mejor que es escucharlo, seguirlo, confiar en Él.
Y aunque las lecturas van por otro camino, como decimos en el salmo: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?, me gustaría ir por otra senda. En estos años durísimos: pandemia, volcán, quisiera remarcar la idea de que María es la que nos visita. Muchas veces las procesiones tienen esta finalidad (la simbología de que María va por nuestras calles, plazas, etc).
Sin embargo, tenemos que decir que es la realidad. Es un axioma de nuestra fe: aunque no lo sintamos, no seamos conscientes.
La realidad es que María está continuamente visitándonos. María está continuamente a nuestro lado. No se ha ido nunca. No se irá nunca. No nos suelta de su mano. Como cuando un niño pequeño no se suelta de la mano de su padre o madre. Así estamos nosotros siempre.
¿Cómo es esta visita de María? ¿Qué produce si somos conscientes?
La visita de María siempre es para estar a nuestro lado, protegernos.
En la Biblia vemos varias visitas de María. La principal es la que hace a su prima Isabel. Y fue maravillosa: la criatura saltó de alegría en su vientre y se llenó Isabel del Espíritu Santo.
Esta visita la necesitamos nosotros. Que María nos traiga la alegría y el Espíritu Santo. La necesitamos. Necesitamos esa alegría de Dios que está por encima de las circunstancias. Porque la alegría que le trajo María a Isabel no anuló las circunstancias en la que estaba: mayor; sino que fue la fortaleza para vivir en esas circunstancias.
Esa alegría que es la plenitud del Espíritu.
Es la alegría de la resurrección.
Es la alegría que funda naciones como el Padre Anchieta.
Es la alegría contagiosa de la fe.
Es la alegría que es compromiso.
Es la alegría que es fortaleza en la vida.
Necesitamos de esa alegría. Para que no estemos anclados de las situaciones favorables, sino que tengamos la alegría de poder campear los temporales.
La segunda visita de María que quiero señalar es la que hace a los apóstoles en el Cenáculo en el día de Pentecostés. Es una forma de hablar, porque María ya estaba con ellos (desde el Calvario Juan la recibió en su casa).
Pero es la visita de María la que une a los apóstoles en ese tiempo en el que tenían miedo, en el que esperaban.
La visita de María también nos ayuda a llevar las esperas. A confiar en Dios esperando su momento. A no desconfiar, a no murmurar y desesperar.
Necesitamos también esta visita de María. Muchas veces desesperamos porque no sabemos esperar. Porque no llega la hora, o ésta se prolonga. O porque no realiza lo que queremos. O porque no nos escucha. Son apreciaciones nuestras. Y María nos ayuda a corregir nuestra espera, a esperar en Él. A esperar en el Señor. A no esperar en el resultado, sino en el Señor.
Y María también escogió, escogió la parte mejor dice el texto bíblico de la hermana de Lázaro. ¡Cuánto más no diremos de nuestra Madre, la perfecta creyente!
María escogió a Jesús siempre, dijimos antes.
Y María nos escogió a nosotros. María siempre nos elige a nosotros. A todos y cada uno. No una generalidad sino una singularidad. Me acuerdo de un matrimonio, en el cual, había una disputa entre la hija y el padre. La hija quería que la madre se pusiera en contra del padre y a favor de ella. (Estamos hablando de adultos). La madre siempre le decía que no siguiera por ahí, porque ella escogería siempre a su padre. No estamos hablando de alguna injusticia, sino de cosas menores y casi sin importancia, en la que cual muchas veces hacemos la guerra.
María nos escogió, TE ESCOGIÓ A TI, y siempre lo hará. Que bien nos hace saber esa predilección de María por cada uno de sus hijos. Que alegría, que nos escoja. Como dijo Isabel: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?. María siempre está volcada en ti, volcada en mi.
Escoger es preferir. María te elige a ti, te prefiere a ti, aunque no lo merezcas, merezcamos.
Quien se sienta alejado de María, es que no la ha conocido, es que no ha profundizado en lo más hondo de su corazón. Porque en lo más hondo sólo podremos oír la voz de amor de Jesús y María. Vivamos sintiéndonos visitados. elegidos y escogidos por María. Sintámonos así, siempre con ella, siempre de su mano. Nuestra vida tendrá otra perspectiva, otro futuro que siempre será más esperanzado.