Llevamos varios días, entorno al Triduo, reflexionando sobre el lema del Papa titulado: no nos cansemos de hacer el bien.
Hemos visto que precisamente Jesús es el hombre que pasó por el mundo haciendo el bien. Que murió por hacer el bien. Y ahora decimos que resucitó por hacer el bien. Y decíamos ayer que la muerte no tenía la última palabra, que la tenía el amor. Podemos decirlo con todas las palabras: no es una ilusión, sino una realidad.
No celebramos una idea, bonita e ilusionante, sino una realidad. Dios ha resucitado a Jesús. Celebramos la VIDA. Celebramos a una persona viva. Celebramos al Dios de la vida y como vimos, esto sólo desde el amor.
La muerte, ni el mal pudo con Jesús. La muerte ni el mal, pudo con Dios. La muerte ni el mal pudo con el bien.
Quien gana es el bien, siempre termina imponiéndose, porque el mal es inhumano, antinatural. Nos dice el Génesis: “y vio Dios que todo era bueno”.
Es verdad que la naturaleza humana ha sido herida con el pecado original de manera que hay una inclinación al mal. El Génesis nos lo relata una página a continuación de la creación e identidad del hombre.
Sólo el bien nos produce descanso, paz, sosiego, alegría, felicidad, plenitud.
Y todo eso porque lleva la marca de Dios.
Por ello, el grito de esta noche es el siguiente: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.
Es decir, no busquemos la alegría en la violencia,
o no busquemos la paz en la violencia,
o no busquemos el descanso en la violencia o poder,
ni tampoco la felicidad.
Digo violencia, y podemos también sustituir estas afirmaciones con el mal, o con la venganza, o con la doblez, o con la avaricia, o con la envidia.
El mal, la violencia, la venganza, no tendrán nunca la última palabra, no engendrarán vida ni tampoco esperanza, sólo nos enmarañan más en sus redes y nos hacen dependientes de sus seducciones porque no tienen consistencia.
No nos cansemos de hacer el bien, o mejor digamos, no nos cansamos de hacer el bien…
…porque encontramos una alegría en hacer el bien incomparable…
…porque sentimos que nuestra vida tiene sentido…
…titular que he visto hoy: “practicar la bondad es bueno para el cerebro y produce bienestar y felicidad.
…otra frase: “Hacer el bien produce el mayor aumento momentaneo de bienestar, superior a cualquier tipo de ejercicio que hayamos probado" - Martin Seligman…
Siete buenas razones para hacer el bien:
- En primer lugar, hacer el bien es un hábito constructivo para tener una vida feliz.
- La práctica del bien es tan gratificante que incluso es un remedio para prevenir la depresión, el estrés y la ansiedad.
- Las relaciones personales son mucho más saludables y fluyen mejor desde la bondad del corazón marcado por los buenos deseos y las acciones bondadosas.
- El bien funda la empatía, la solidaridad y la autoestima.
- Existen personas que cuando tienen algún tipo de remordimiento de conciencia o de preocupación no pueden conciliar el sueño por la noche. Hacer el bien te ayuda a tener la paz interior suficiente para descansar cada noche.
- Hacer el bien mejora el estado de ánimo, aumenta los niveles de ilusión y alegría.
- Aprende a vivir el presente gracias a la práctica del bien que te conecta con este instante.
…porque Dios nos regala una fuerza inagotable para hacer el bien, porque si no,
EG 273. “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar.”
ES LA FUERZA DE LA RESURRECCIÓN. Hacer el bien es una de las características del hombre nuevo engendrado en la resurrección.
Participamos de la Resurrección a través de los sacramentos. Principalmente el bautismo, que es el nuevo nacimiento.
El bautismo es el grito del bien sobre el mal.
Por ello, que el bautismo nos recuerde que no debemos cansarnos de hacer el bien.
El bautismo comienza con la signación de la cruz. Por tanto, quedamos marcados por la cruz de Jesús, que pasó por el mundo haciendo bien.
Luego se unge con el óleo de los catecúmenos. Es un aceite que representa el poder de Dios sobre el mal, para ir dejando de hacer el mal en favor del bien.
Posteriormente, se sumerge en agua que renueva, que limpia, que purifica.
Seguimos con la unción con el crisma, consagrados a Dios. El Dios del bien y no del mal. De hecho, no existe el Dios del mal. Sólo Dios puede querer el bien.
La vestidura blanca es el signo de la limpieza, de nuestro compromiso por el bien, en el que paulatinamente vamos asumiendo un progreso hacia éste.
La vela que portan mis padres y padrinos hace referencia a la luz, de la cual tenemos que ser iluminados. Ésta luz es Jesús.
El último signo es el del Effetá, ábrete, por medio del cual se nos signan el oido y la boca para que estemos atentos a la Palabra de Dios y la comuniquemos.
Como ven, todo desemboca en el bien. Por ello, no nos cansemos, será tu salvación.