jueves, 29 de abril de 2021

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 30 DE ABRIL

 Jn 14,1-6: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, «estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

Tomás le dice:

- «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde:

- «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.»


¿Cómo podemos saber el camino? Una pregunta muy importante, porque el camino no está tan claro. No lo vemos como hoy en día consultamos un gps. El Señor nos va revelando por partes su voluntad. 


Sólo tenemos una certeza: el camino es Él. Nuestros esfuerzos deben ir por la unión con Él. Cuanto más unidos a Él, mejor veremos el camino. 


Por otro lado, también Jesús es la verdad. Es la verdad de mi vida. Sólo encontramos respuesta en Él. Respuesta a la pregunta: ¿quién soy?


Y Jesús nos produce vida. Nos da vida, porque no es lo mismo conocerlo que no conocerlo. 


Jesús se afirma de sí mismo usando el tetragama divino (Yo soy), su autoridad no es servirse de nosotros, sino servirnos para nuestra salvación.


REVISIÓN DE LA SEMANA SANTA


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miércoles, 28 de abril de 2021

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 29 DE ABRIL

 Mt 11,25-30: Has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la gente sencilla.


En aquel tiempo, exclamó Jesús:

-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»



Este evangelio es muy querido para mí. Estamos en un contexto de oración en alto de Jesús. Un profundo agradecimiento porque su Padre porque siempre hace las cosas bien. Hacer las cosas bien, es que esconde a los sabios y revela a los sencillos los misterios del Reino. Dios si que es justo y misericordioso. Le da gracias porque es así.


Hagámoslo también nosotros. Le damos gracias porque revela todo a los sencillos, pequeños. Le damos gracias porque, siendo Dios de esa manera nos da esperanza. Porque siendo de esa manera no quedo excluido, en la medida en que me hago sencillo. 


REVISIÓN DE LA SEMANA SANTA


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HOJA PARROQUIAL. DOMINGO V DE PASCUA. CICLO B

  HOJA PARROQUIAL

1 y 2 de Mayo de 2021
Domingo V de Pascua. Ciclo B.
Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.

“Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador”




 


   Hay quien compara lo cristiano en muchas comunidades/parroquias/grupos a un bonsay: un árbol muy bonito, que se pone en un ángulo de una casa y adorna, solo tiene la utilidad de la estética. Es un árbol pequeño, reducido, que da frutos pequeños, sin madera, nada…., es un adorno bonito para cuidarlo.  Es como una comunidad social y jurídicamente impecable, pero pastoralmente muerta. Es como una parroquia de despacho, organizada hasta el límite en los detalles, pero paralizada pastoralmente. La rutina, el conformismo, el miedo a cambiar, el pasotismo, lo fácil, han llegado a la esclerosis y ya no es la Palabra de Dios, el Espíritu del Resucitado el que anima sus obras de amor.


   Así es una pascua reducida solo a lo celebrativo, lo ritual. La pascua es celebración y mucho más. Celebración de un evento, como la salida de la esclavitud de Egipto para entrar en la libertad de los hijos de Dios y agradecer al Creador el camino abierto hacia la tierra prometida; celebración del paso de la muerte a la vida por la resurrección de Jesús, y celebración del memorial (en sentido hebreo: lo que se celebrar se actúa y actualiza en la vida) de nuestra nueva vida. El evangelio nos habla de la comunidad cristiana nueva y alternativa, en expansión que nace de la pascua, no de un gueto que se retroalimenta y solo vive para celebrar.


  Parece que el evangelio está de acuerdo con nuestra sociedad de la eficacia y la producción, hablándonos de frutos, pero en nuestro caso se trata de frutos de vida, de hacer el bien, de ser coherentes con lo que hemos recibido de la Palabra para nuestra humanidad.    

  

   Además, son frutos para los demás, no son para uno mismo, para la propia ventaja, sino para que otros vivan más y mejor. Somos una viña de utilidad pública y por tanto, todo el que pasa tiene derecho a exigirnos frutos de vida…..


   Los frutos no se consiguen practicando cualquier método o utilizando los medios que mejor nos parezcan (no vale todo con tal de ganar, ni la ley del más fuerte o del más listo, …), sino que es el Señor, el amo el que pone dos condiciones para la fecundidad de la viña: la permanencia en él y la poda, que no son un simple posicionamiento religioso sin más, sino unas actitudes de vida.







LECTURAS


Primera lectura de los Hechos de los Apóstoles 9, 26-31


En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles.

Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús.

Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso.

La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo.


Salmo 21, 26b-27. 28 y 30. 31-32 R. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.


Cumpliré mis votos delante de sus fieles.

Los desvalidos comerán hasta saciarse,

alabarán al Señor los que lo buscan:

viva su corazón por siempre. R.


Lo recordarán y volverán al Señor

hasta de los confines del orbe;

en su presencia se postrarán

las familias de los pueblos.

Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,

ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R.


Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,

hablarán del Señor a la generación futura,

contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:

todo lo que hizo el Señor. R.


Segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 3, 18-24


Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.

En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo.

Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.

Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó.

Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.


Evangelio según San Juan 15, 1-8


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».




Parte 3. Cómo obtenemos la vida en Cristo


PRIMERA SECCIÓN. Para qué estamos en la tierra, qué debemos hacer y cómo nos ayuda el Espíritu Santo de Dios


CAPÍTULO TERCERO. La salvación de Dios: la ley y la gracia


338 ¿Qué es la gracia?


Llamamos gracia al acercamiento gratuito y amoroso de Dios a nosotros, a su bondad que nos ayuda, a la fuerza para la vida que procede de él. Por la Cruz y la Resurrección Dios se acerca completamente a nosotros y nos hace participar de su vida mediante la gracia. Gracia es todo lo que Dios nos otorga sin que lo merezcamos lo más mínimo. «La gracia», dice el papa Benedicto XVI, «es ser contemplado por Dios, ser tocado por su amor». La gracia no es un objeto, sino la comunicación de sí mismo que Dios hace a los hombres. Dios no quiere darnos menos que a sí mismo. En la gracia estamos en Dios.


339 ¿Qué hace la gracia de Dios con nosotros?


La gracia de Dios nos introduce en la vida interior del Dios trinitario, en el intercambio de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nos capacita para vivir en el amor de Dios y para obrar a partir de este amor. La gracia nos ha sido infundida de lo alto y no se puede explicar por causas intramundanas (gracia sobrenatural). Nos convierte en hijos de Dios —especialmente por el Bautismo— y herederos del cielo (gracia santificante o divinizadora). Nos otorga una inclinación interior permanente al bien (gracia habitual). La gracia nos ayuda a conocer, querer y hacer todo lo que nos conduce al Bien, a Dios y al cielo (gracia actual). La gracia se da de modo especial en los sacramentos, que por voluntad de nuestro Redentor son lugares destacados del encuentro con Dios (gracia sacramental). También se muestra en especiales dones de gracia que se conceden a cristianos individuales (CARISMAS) o en fuerzas especiales prometidas al estado del matrimonio, del Orden y al estado religioso (gracia de estado).


340 ¿Cómo se relaciona la gracia de Dios con nuestra libertad?


La gracia de Dios sale al encuentro del hombre en libertad y lo busca y lo impulsa en toda su libertad. La gracia no se impone por la fuerza. El amor de Dios quiere el asentimiento libre del hombre. A la oferta de la gracia se puede también decir que no. Sin embargo la gracia no es nada exterior o extraño al hombre; es aquello que desea en realidad en lo más íntimo de su libertad. Dios, al movernos mediante su gracia, se anticipa a la respuesta libre del hombre.

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martes, 27 de abril de 2021

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 28 DE ABRIL

Jn 12,44-50: Yo he venido al mundo como luz.


En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando:

- «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.

Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre.»



Jesús se nos presenta como luz. Ha venido al mundo a iluminarlo. Él es el iluminado. El que se acerque a Él será iluminado. Expresiones éstas que en otra época eran despectivas, haciendo referencia a un conocimiento supuestamente secreto, aquí Jesús pone este conocimiento, esta luz en favor de todos los que la quieran: la luz ilumina a lo ancho, lo otro sería un foco. Por ello, esta luz es accesible y sólo hay que acogerla.

Es la luz del amor,

la luz de la esperanza,

la luz de la ternura,

la luz del perdón,

la luz de la acogida,

la luz de la fraternidad,

la luz de la esperanza,

la luz de la fe

ES LA LUZ. Ha venido para ser luz, no te cierres a ella.


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lunes, 26 de abril de 2021

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 27 DE ABRIL

 Jn 10,22-30: Yo y el Padre somos uno.


Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:

- «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.»

Jesús les respondió:

- «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.»


El Padre y yo somos uno. No sólo nos está revelando aquí Jesús su identidad metafísica, sino sobretodo espiritual y vivencias. Aquí es donde está la clave de todo, la inquebrantable unidad y confianza en el Padre. Confianza que no quebrará ni en la cruz. 


Una confianza basada en la entrega y en la comunicación, confidencia. Una confianza que nos transmite a nosotros. Una entrega que nos la hace partícipes (reciban el Espíritu Santo). Una confidencia que también nos transmite (a ustedes les llamo amigos porque les he dicho todo).


Seguir a Jesús es crecer en la confianza en el Padre. Nuestra vida cristiana debe configurarse desde aquí, porque de ahí nació y ahí volverá. De Dios venimos y a Dios volvemos. 


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domingo, 25 de abril de 2021

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 26 DE ABRIL

  Mt 5,13-16: Vosotros sois la luz del mundo.


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

–«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero sí la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»



En el día de San Isidoro, doctor de la Iglesia, la Iglesia nos presenta este evangelio en el que Jesús nos afirma que somos la sal y la luz del mundo. 

Quizá nos pueda resultar pretencioso, decir eso de cada uno. En el caso de San Isidoro es así. 


Yo creo que Jesús, nos quiere decir que podremos ser sal y luz si nos confiamos en Él. Entonces no iluminaremos por nosotros mismos, sino por reflejo de Él. Daremos sabor porque hemos sido concentrados en el mar celestial.


Como siempre, la clave está en confiar en Él, confiarnos en Él. Por eso mismo el Papa Francisco al proponernos la santidad en el documento Gaudete et Exsultate comienza diciendo: “Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada”


Él es el Buen Pastor, el único Pastor, confiémonos en Él.


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https://docs.google.com/forms/d/1RamAyaUwxBexROeB6HCjmpYskVXqvciEeQqkt5y9EO4/edit Mt 5,13-16: Vosotros sois la luz del mundo.


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

–«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero sí la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»



En el día de San Isidoro, doctor de la Iglesia, la Iglesia nos presenta este evangelio en el que Jesús nos afirma que somos la sal y la luz del mundo. 

Quizá nos pueda resultar pretencioso, decir eso de cada uno. En el caso de San Isidoro es así. 


Yo creo que Jesús, nos quiere decir que podremos ser sal y luz si nos confiamos en Él. Entonces no iluminaremos por nosotros mismos, sino por reflejo de Él. Daremos sabor porque hemos sido concentrados en el mar celestial.


Como siempre, la clave está en confiar en Él, confiarnos en Él. Por eso mismo el Papa Francisco al proponernos la santidad en el documento Gaudete et Exsultate comienza diciendo: “Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada”


Él es el Buen Pastor, el único Pastor, confiémonos en Él.


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jueves, 22 de abril de 2021

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 23 DE ABRIL

  Jn 6,52-59: Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.


En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:

- «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»

Entonces Jesús les dijo:

- «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mi y yo en él.

El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»

Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.


Jesús habla y muchos no lo entienden. Racionalizan todo y no son capaces de ver más allá. Quizá sigamos haciéndolo también nosotros. Por eso, muchas veces pedimos signos. 


¿No nos basta la palabra de Jesús, en quien confiamos? Su carne y sangre es una verdadera comida, más bien diríamos:  ¡Es la comida!…por la cual no tendremos más nunca sed. Es la comida que nos nutre en: anti-egoísmo, anti-envidia, comunión, paz, alegría, etc. ¡Es el “superalimento”!. Busquemos alimentarnos de este alimento y no ansiemos otro. No busquemos otro. Sólo éste nos dará “su presencia”, su vida (vivirá para siempre). 




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miércoles, 21 de abril de 2021

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 22 DE ABRIL

  Jn 6,44-51: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.


En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

- «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado.

Y yo lo resucitaré el último día.

Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios."

Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí.

No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre.

Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»


Seguimos, aunque todavía no lo hemos comentado, con el discurso del pan de vida. Jesús hace mención al otro alimento venido del cielo. Alimento que Dios enviaba al pueblo de Israel mientras estaban de travesía por el desierto. Alimento insípido, que incluso les hizo añorar los alimentos que comían en Israel.


Ahora, Dios nos sigue alimentando de muchas maneras, pero la Eucaristía, la más excelsa. Creo que deberíamos plantearnos nuestras Eucaristías y nuestras comuniones. Con qué certeza, reverencia me acerco. Con qué agradecimiento lo vivo. Es nuestro principal alimento. Muchas veces, podemos venir a la misa como un cumplimiento. Sin embargo, menos veces somos conscientes del alimento que es Jesús. Muchas veces no somos conscientes que lo necesitamos. “Sin mí no podéis hacer nada”.


Y a diferencia del resto de los alimentos, que no están vivos. Jesús es un alimento vivo “pan vivo”. Y esto puede tener mucho de significación. Es un alimento que me interroga, que me transforma, que me purifica, que me impulsa, que me mueve, que me espolea, que me anima. Es un organismo vivo en nosotros. Tratémoslo como tal, dejando que actúe. 



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HOJA PARROQUIAL. DOMINGO IV DE PASCUA. CICLO B

 

 


 

 


  HOJA PARROQUIAL

24 y 25 de Abril de 2021
Domingo IV de Pascua. Ciclo B.
Parroquias de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe

Textos tomados de la página web de los dominicos en España. Dibujos obra de Fano.

“Yo soy el Buen Pastor”




 


   El IV domingo de Pascua es conocido como «domingo del Buen Pastor». Una jornada ésta en la que se nos invita a orar por las vocaciones. Cuando hablamos de vocación estamos hablando de entrega. Sí, de una entrega generosa y libre que aporta cada día la gran oportunidad de darse: lo vivido en comunidad, lo estudiado y aprendido, lo experimentado en la oración, lo que se ama… lo que es. La plenitud que se experimenta fruto de la vocación es cierto que es una compensación interior, espiritual si se prefiere, pero no por ello carece de valor, sino todo lo contrario. Por ello, la compensación a la que se tendría que aspirar, vocacionalmente hablando, es a la sonrisa del enfermo, el cariño del preso, las lágrimas agradecidas del anciano, la ilusión del joven, a la acogida del inmigrante, la serenidad del rechazado… esa es la mejor remuneración: el placer de aliviar el sufrimiento del otro. Porque la valoración de la entrega es muy difícil de calcular y de calibrar, pero se trata de un estado de ánimo que permite acercarnos y acariciar la plenitud de la felicidad. Ahora bien, siempre y cuando esa entrega sea «oliendo a oveja».







LECTURAS


Primera lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 8-12


En aquellos días, lleno de Espíritu Santo, Pedro dijo:

«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es la “piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro; pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».


Salmo 117, 1 y 8-9. 21-23. 26 y 28-29 R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular


Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres,

mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes. R.


Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. R.


Bendito el que viene en nombre del Señor,

os bendecimos desde la casa del Señor.

Tu eres mi Dios, te doy gracias;

Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia. R.


Segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 3, 1-2


Queridos hermanos:

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.

Queridos, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.


Evangelio según San Juan 10, 11-18


En aquel tiempo, dijo Jesús:

«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.

Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».




Parte 3. Cómo obtenemos la vida en Cristo


PRIMERA SECCIÓN. Para qué estamos en la tierra, qué debemos hacer y cómo nos ayuda el Espíritu Santo de Dios


CAPÍTULO TERCERO. La salvación de Dios: la ley y la gracia


335 ¿Qué importancia tiene la «Ley» de la Antigua Alianza?


En la «Ley» (la Torá) y su núcleo, los Diez Mandamientos (el DECÁLOGO), se presenta al pueblo de Israel la voluntad de Dios; el seguimiento de la Torá es para Israel el camino central para la salvación. Los cristianos saben que mediante la «ley» se conoce lo que hay que hacer. Pero saben también que la «ley» no es la que salva. Todo hombre tiene la experiencia de que uno se encuentra con lo bueno como si estuviera «prescrito». Pero no se tiene la fuerza de llevarlo a cabo, es muy difícil, uno se siente «impotente» (cf. Rom 8,3 y Rom 7,14-25). Uno ve la «ley» y se siente como entregado en poder del pecado. De este modo se hace patente, precisamente mediante la «ley», cuánto dependemos de la fuerza interior para cumplir la Ley. Por eso la «ley», por buena e importante que sea, sólo nos prepara para la fe en el Dios salvador. 


336 ¿Cómo trata Jesús la «Ley» de la Antigua Alianza?


«No creáis», dice Jesús en el sermón de la montaña, «que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud» (Mt 5,17). La plenitud de la ley antigua es la ley evangélica, que extrae de aquella todas sus virtualidades; no añade preceptos exteriores nuevos, pero reforma la raíz de los actos, el corazón, donde el hombre elige entre lo bueno y lo malo.


337 ¿Cómo somos salvados?


Ningún hombre se puede salvar a sí mismo. Los cristianos creen que son salvados por Dios, que para esto ha enviado al mundo a su Hijo Jesucristo. La salvación significa que somos liberados del poder del pecado por medio del Espíritu Santo y que hemos salido de la zona de la muerte a una vida sin fin, a una vida en la presencia de Dios. San Pablo declara: «Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios» (Rom 3,23). El pecado no puede existir ante Dios, que es completamente justicia y bondad. Si el pecado sólo es digno de la nada, ¿qué pasa con el pecador? En su amor, Dios ha encontrado una vía que aniquila el pecado, pero que salva al pecador. Lo hace de nuevo estar en su sitio, es decir, justo. Por eso desde antiguo la redención se denomina también justificación. No nos hacemos justos por nuestras propias fuerzas. Un hombre no puede ni perdonarse el pecado ni liberarse de la muerte. Para ello debe actuar Dios en nosotros, y además por misericordia, no porque lo pudiéramos merecer. Dios nos regala en el Bautismo porque lo pudiéramos merecer. Dios nos regala en el Bautismo «la justicia de Dios por la fe en Jesucristo» (Rom 3,22). Por el Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones, somos introducidos en la Muerte y la Resurrección de Jesucristo, morimos al pecado y nacemos a la vida nueva en Dios. Fe, esperanza y caridad nos vienen de parte de Dios y nos capacitan para vivir en la luz y corresponder a la voluntad de Dios. 


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