Comienzo de la película: "El árbol de la vida", película de culto. "Las monjas nos enseñaron que hay dos caminos que puedes seguir en la vida: el de la naturaleza y el de lo divino. Debes elegir cual vas a seguir. El camino de lo divino no busca agradarse a sí mismo. Acepta ser desairado, olvidado, no busca agradar (sino amar), acepta los insultos y las heridas. El camino de la naturaleza sólo busca agradarse a sí misma y conseguir que otros la agraden, le gusta dársela de gran señora, salirse con la suya, encuentra razones para ser infeliz, cuando todo el mundo que la rodea resplandece, y el amor sonríe a través de todas las cosas. Nos enseñaron que nadie que amara el camino de lo divino, acabaría mal."
Celebramos el día de San Miguel. Hoy toda la Iglesia, no sólo en La Palma hace fiesta.
Celebramos la victoria de Jesús sobre el mal. Y se da en la medida que nosotros nos dejemos confiar por el camino de lo divino. Es decir, en la medida que nosotros vamos eligiendo este camino, que hacemos el bien, que no nos dejamos llevar por nuestro egoísmo ni envidia, etc, vamos encarnando esa victoria de Jesús sobre el mal.
Sin embargo, a pesar de esta victoria, vemos a nuestro alrededor mucho mal.
Y ¿esto por que?
Sencillamente porque desoímos sus insinuaciones y nos dejamos llevar por el "mal espíritu".
Y con Satanás en palabras del Papa, no se juega, no se habla, no se negocia, porque busca siempre destruir al hombre. Quizá por envidia: “Tú has hecho al hombre superior a los ángeles”.
Las lecturas nos señalan esta gran lucha desde toda la eternidad, pero presente hoy en día: la lucha del arcángel Miguel y sus ángeles contra “el gran dragón, la serpiente antigua, aquel que es llamado diablo”, y “seduce a toda la tierra” pero es derrotado, como afirma el Apocalipsis; y el Evangelio en que Jesús dice a Natanael: “Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”
La Biblia nos habla desde el principio de esta seducción para destruir(nos).
Por ello, no nos dejemos seducir, no nos dejemos engañar. La felicidad y la alegría no la da la situación, ni el poder, ni el dinero, ni el estatus, ni el reconocimiento de los demás, sólo la da Dios. Es consecuencia de su cercanía, es el halo de su presencia. (y la paz).
Me parece interesante rezar todos los días a San Miguel:
- Para que nos libre del mal (igual que decimos en el Padrenuestro), que no es la enfermedad...
- Para que tomemos conciencia de que nuestra vida puede irse por el camino de la naturaleza, y muchas veces lo hemos cogido y no lo hemos advertido.
- Por tanto, tomemos conciencia de nuestra finitud y nuestra necesidad de Dios.
- Para que no nos arresgostemos.
Como vencer al diablo
- Con una genuina vida de fe, caracterizada por un abandono confiado en el amor paternal y providente de Dios (cf. Lc 12,22-31), y por la obediencia a su voluntad (Cf. Mt 6,10), a imitación de Cristo Señor. Éste es el escudo más seguro. La victoria más bella sobre la influencia de Satanás es la continua conversión de nuestra vida, que tiene una especial y continua actuación en el Sacramento de la Reconciliación, mediante el cual Dios nos libera de los pecados, cometidos después de nuestro Bautismo, nos regala su amistad y nos fortalece con su gracia para resistir los ataques del Maligno.
- Con una permanente vigilancia: “(Completas del martes) "Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar; resistidle firmes en la fe. 1P 5,8-9)
- Acogiendo y dando testimonio, cada vez más, con la palabra y con las obras, del Evangelio.
- Luchando contra sus seducciones y tentaciones. “Toda la historia humana está de hecho traspasada por una tremenda lucha contra los poderes de las tinieblas; lucha comenzada en el principio del mundo y que durará, como dice el Señor, hasta el último día. En esta batalla, el hombre debe combatir sin descanso para poder permanecer unido al bien, no puede conseguir su unidad interior si no es al precio de grandes fatigas, con la ayuda de la gracia de Dios” (Concilio Ecuménico Vaticano II, Gaudium et spes, n. 37,2)
- Huyendo y evitando el pecado, que “es una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí” (Sal 51,6). El pecado se eleva contra el amor de Dios por nosotros y lo aleja de nuestro corazón. Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios, causada por la voluntad de ser “como Dios” conociendo y determinando el bien y el mal. El pecado, por tanto, es amor a uno mismo hasta el desprecio de Dios” (CIC, 1850).
- Utilizando el discernimiento. “El Espíritu Santo nos lleva a discernir en la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior para conseguir una “virtud probada”, y en la tentación, que conduce al pecado y a la muerte. Debemos también distinguir entre “ser tentados” y “consentir” la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objetivo es “bueno, grato a los ojos y deseable”, cuando en realidad su fruto es la muerte ” (CIC, 2847.
- Rezando. “Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rm 8,31). El mismo Señor, en la oración del Padrenuestro, nos ha enseñado a pedir a Dios Padre “Líbranos del mal”. “Pidiendo ser liberados del mal, nosotros rezamos al mismo tiempo ser liberados de todos los males, presentes y futuros, de los cuales el diablo es artífice e instigador. En esta última petición, la Iglesia lleva ante el Padre toda la miseria del mundo. Además, con la liberación de los males que aplastan a la humanidad, la Iglesia implora el don precioso de la paz y la gracia de la petición perseverante del retorno de Cristo. Rezando así, se anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de todo lo que tiene “poder sobre la muerte y sobre los infiernos” (Ap 1,18)”